El impuesto rosa, ¿mito o realidad?

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En México, un rastrillo desechable de color rosa es $7 pesos más caro que un rastrillo de color azul. Según un reciente estudio, la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) justifica esta acción porque “las marcas invierten más en la presentación de sus productos, empaque, diseño y publicidad, por el hecho de ir dirigidos a la mujer”. Esta atención de las marcas hacia las mujeres sería una belleza sino fuera por dos duras realidades: el impuesto rosa y la brecha salarial.

Como lo publicamos en nuestra nota Los logros, avances y pendientes para las mujeres en 2019, el Observatorio de Trabajo Digno señaló en un informe de 2019 que en México “un hombre empleado gana en promedio cinco mil 825 pesos, una mujer gana 800 pesos menos”. 

Pero la brecha podría ser mayor, ya que, de acuerdo con senadoras que participaron en un foro sobre los derechos de las mujeres en la Cámara alta en febrero de 2019, en México se tiene una brecha salarial del 34.2%. Esto quiere decir que ellas tendrían que trabajar cinco días más para que les paguen lo mismo.

Las mujeres no solamente ganan menos por su trabajo, sino que pagan $7 pesos más que los hombres por un rastrillo desechable, casi $9 pesos más por una máquina de afeitar, o casi $9 pesos más por un tinte para el cabello. Esto solo por mencionar algunos de los productos que aparecen en el estudio Quién es Quién en los Precios de 2019.

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¿De quién es la responsabilidad?

En mayo de 2019, el Servicio Nacional del Consumidor de Chile (SERNAC) -el equivalente a nuestra Profeco-  publicó un estudio en el que concluye que las chilenas llegan a pagar hasta 30% más que los hombres por productos similares. 

En respuesta a esta publicación del SERNAC, el columnista Cristian Leporati, experto en publicidad del diario La Tercera, desató la polémica al opinar que “las mujeres como consumidoras pueden elegir lo que compran. Deciden adquirir productos específicamente comercializados como versiones de mujeres y esos bienes tienen precios más altos, porque las mujeres están dispuestas a pagar más por ellos. Se podría definir que como consecuencia del marketing, en parte”.

Esto viene a cuento porque, al menos en sus recomendaciones, la Profeco parece estar de acuerdo con el columnista chileno al responsabilizar a las consumidoras.

El consejo de esta institución gubernamental es el siguiente: “Ante una práctica de sobreprecio por cuestión de sexo, tienes la herramienta más importante como consumidor, ejercer un consumo inteligente a través de tus decisiones conscientes de consumo, por ello identifica lo que realmente necesitas, infórmate, compara y exige. Si no lo haces, entonces asume que probablemente pagarás más”.

Y luego hace las siguientes recomendaciones:

  • Compara precios.
  • Identifica los productos para la mujer.
  • Compra en oferta o al mayoreo.
  • En el caso de los productos para bebés o niños, considera la adquisición de artículos neutros.
  • Si los productos son iguales y solo cambia el precio por el color rosa, considera la posibilidad de comprar la versión neutra.
  • Ciertamente hay muchos productos que no pueden ser reemplazados por las versiones masculinas, bríndale la oportunidad a otra opción, puede resultar mejor y hasta de menor precio.

En España, el comparador de precios Idealo publicó un estudio que concluye que “ser mujer es cada vez más caro”. Su director regional asegura que “la ‘tasa rosa’ es un ejemplo de que, para llegar a una sociedad igualitaria, todos tenemos que poner de nuestra parte, empezando por las empresas que ofrecen productos y servicios, cuyos precios para el mismo producto no deberían, en ningún caso, variar por género”.

En Argentina, la economista Valeria Silva opina que con la combinación entre la brecha salarial y el impuesto rosa se genera para los mujeres “un círculo vicioso que impide salir de la desigualdad y la pobreza”.

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El impuesto rosa no existe

Lo que existe es un sobreprecio por razones de género. Hay estudios en todo el mundo que comprueban que las mujeres pagan más por los mismos productos que los hombres solo por el hecho de que van dirigidos hacia ellas por razones de marketing o publicidad. Pero “un impuesto termina en manos del gobierno, en este caso no: el sobreprecio se convierte en ganancia de quienes participan en la comercialización y distribución de los productos”, asegura Violeta Rodríguez del Villar,  Investigadora del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)

En la misma entrevista, Rodríguez del Villar dijo a Sin Embargo, que al menos en el caso de México, “la Ley Federal del Consumidor marca que la Profeco debería procurar la equidad en las relaciones entre proveedores y consumidores, no lo está haciendo en este caso, no tiene ninguna acción más que informar, pero no hay ninguna sanción y las mujeres son claramente víctimas de discriminación en productos que hay para ambos géneros”. 

Si concluimos que el “sobreprecio rosa” no es responsabilidad de las consumidoras sino de las instituciones gubernamentales, quizás las recomendaciones no deberían ser dirigidas hacia ellas. 

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