Entre el miedo y el desempleo: así llegamos a la nueva normalidad

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Entre el miedo y el desempleo: tras el levantamiento de la cuarentena por la epidemia de COVID-19, la llamada “nueva normalidad” significa lavarse las manos constantemente, conservar la distancia (metro y medio) con otras personas, usar tapabocas y evitar salidas innecesarias. 

Pero también que, al menos, 12.5 millones de personas perdieron su ingreso.  

Eso, sin contar los nuevos miedos que enfrentamos. Junto con esta “nueva normalidad”, sin besos ni abrazos, también hay que adoptar nuevas precauciones como parte de nuestra cotidianidad. 

Esto es lo que le sucede a Carmen, empleada en una sucursal bancaria, quien ahora tiene miedo de agarrar los billetes que circulan por sus manos. “Aunque utilizo guantes, nada más de pensar por todas las manos que pasaron antes de llegar a las mías, me da pánico pensar que un descuido me podría contagiar de COVID-19”, dice a Cuestione.

Carmen se integró a “la nueva normalidad” el 1 de junio, como más de medio millón de personas en la Ciudad de México que volvieron a sus trabajos después de 60 días de cuarentena. Su lugar de trabajo está en Santa Fe, en la alcaldía Álvaro Obregón de la Ciudad de México, un lugar que ahora describe como “desértico”. Faltan los cientos de oficinistas que, normalmente, circulaban por sus calles y avenidas. 

Y es que buena parte de los cerca de 160 mil oficinistas que se movían en esta zona simplemente desaparecieron, en gran medida porque la mayoría está trabajando desde su casa, lo que ahorró miles de los viajes que se hacían diariamente al poniente de la capital del país. 

Pero este panorama no es exclusivo de Santa Fe. Lo mismo se ve en otras zonas que suelen alojar a miles de personas que solamente van a trabajar, como las colonias Polanco y Roma, nos explicó Toño García, conductor de un Uber. 

“Para mí la “nueva normalidad” aún no levanta. Antes de la epidemia hacía hasta mil pesos al día (con jornadas de 12 horas). Ahora si saco 500 pesos, me doy por bien servido”, explica Toño.

Para él, esto se debe a que, ante el levantamiento gradual de la cuarentena, las personas se sienten más seguras usando el Metro o Metrobus, y ya no extreman precauciones para utilizar servicios privados, como Uber.

Pero Toño se ha tenido que adaptar y poner en práctica medidas de precaución: usa un desinfectante para las manijas del vehículo, cubrebocas y gel antibacterial. Lo que gastó se lo reembolsó la propia empresa, después de que les mandó foto del ticket de compra. 

La vieja normalidad nunca se fue

“Para mí la nueva normalidad comenzó desde el día uno de la cuarentena: menos gente en la calle significa para mí ganar menos dinero. Vivo al día, lo que gano me debe alcanzar para mí, mi hija (madre soltera) y mi nieto. No podía darme el lujo de dejar de trabajar, me da miedo contagiarme, pero no me quedaba de otra”, narra en entrevista Miguel, un taxista de 44 años, a Cuestione

Miguel sale a trabajar en su taxi de lunes a domingo entre seis y siete de la mañana. Nunca pudo quedarse en su casa a resguardarse en la contingencia. Al haber menos gente en la calle y menos pasaje, tuvo que ampliar la zona en el que suele moverse, la alcaldía Xochimilco: “hubo veces que llegaba a Tres Marías (un municipio de Morelos, a 49 kilómetros de su zona de trabajo)”.

Para algunas personas, como Miguel, no existe la llamada nueva normalidad, pues nunca pudieron detenerse a pensar en los cambios ni en resguardar su salud: debían salir a trabajar porque pesaba más el hambre que el miedo. Solo tuvieron menos ingresos.

Irma es otro caso. Es paramédica, vive y trabaja en Ecatepec, Estado de México, donde no hubo ni vieja ni nueva normalidad, porque la gente nunca dejó de hacer su vida cotidiana. “Siguen sin creer en el virus, aún con el familiar enfermo de COVID-19 dentro de la ambulancia, había que insistirles en ponerse cubrebocas”. 

Lo que sí cambió fue el tráfico. “Hasta hace una semana, antes del 1 de junio, los trayectos eran mucho más rápidos. Ahora, en la nueva normalidad, hacemos el triple de tiempo que durante la cuarentena”, dice Irma a Cuestione. Además, cada vez es más difícil encontrar hospitales donde haya capacidad para recibirlos.

Irma también notó cambios en su jornada laboral: con la pandemia ha incrementado, ya que hasta hace menos de dos semanas hacía jornadas de 24 horas de trabajo por 48 de descanso; ahora son solo 12 de descanso.

Nuevas formas de vida

Armando daba cursos de capacitación para empresarios y emprendedores desde hace cuatro años, pero la pandemia le tiró el negocio. Con empresas cerradas no hay a quien ofrecerle cursos. Decidió incursionar en la venta de tés y tisanas, solo que con la Jornada de Sana Distancia fue complicado encontrar proveedores.

Nos cuenta que ahora que ya puede ir al mercado de Jamaica a comprar su material ha notado que, aunque la mayoría de las personas lleva cubrebocas, la actividad y el flujo de personas es igual que antes.

Los datos de movilidad de Google aún no arrojan los resultados de la semana sin “sana distancia”, pero en las calles, los parques, cada vez se ve más gente, mientras que en el piso, comienzan a aparecer los cubrebocas desechados. 

Aunque aún hay muchas personas quedándose en casa, el aumento de personas en la calle es evidente. También lo es el temor a que el levantamiento de la cuarentena haya sido demasiado temprano. 

La llamada “nueva normalidad” es una para quienes goza de ciertos privilegios y otra para quienes no. Como sociedad aún estamos descubriendo de qué manera nos moveremos en este mundo que ya cambió.

Por Scarlett Lindero, Mariangel Calderon y Raquel Prior

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