Impunidad y falta de denuncias, otras consecuencias de la corrupción

Compartir:

Aunque parezca que en México hemos aprendido a sobrellevar la cultura de la corrupción, la cifra negra -el número de delitos que no han sido denunciados- y la impunidad son dos grandes consecuencias que esta práctica nos ha dejado, nos explicó el politólogo y académico de la UNAM, el doctor Germán Pérez Fernández del Castillo. 

Además, la corrupción se cuela en todos los aspectos que necesitamos para vivir en una sociedad armónica: en el gobierno, en el ámbito empresarial, de salud y educativo, pero principalmente en la seguridad pública, nos dijo el especialista.

“En términos económicos no se sabe cuánto nos cuesta la corrupción en México. El INEGI ha dado cifras alrededor de 9,500 millones de pesos, pero hay instancias que hablan incluso de  cientos de miles de millones de pesos”, nos explicó el politólogo.

Te puede interesar: ¿Se acabó la corrupción? Lozoya, Sanjuana, Irma, Bartlett, Robles: los casos que nos indican que aún hay pendientes

No combatir la corrupción o “hacerse de la vista gorda” da lugar a violaciones de derechos humanos más graves y debilita la democracia de las naciones, creando un círculo vicioso. Esto afecta los derechos y libertades de la ciudadanía y permite que el autoritarismo avance, “lo cual contribuye a aumentar aún más la corrupción”, explica en su sitio Transparencia Internacional, un movimiento dedicado a combatir la injusticia y la corrupción.

“Debemos dejar muy claro que la corrupción es un acto profundamente negativo en el aspecto social y que no tiene ningún lado positivo. Afecta principalmente en las relaciones de la sociedad con el Estado, por ejemplo en la percepción de la ciudadanía de que son las policías quienes más extorsionan”, explicó el politólogo Germán Pérez.

El experto nos dijo que esta percepción puede explicar la cifra negra (los delitos no reportados) en México que en 2020 se estimó que el 93.3% de los delitos no se denuncian, gran parte por miedo a la autoridad y la falta de confianza en la eficacia de los procesos de aplicación de la justicia.

Los gobiernos han sido profundamente corruptos en el manejo de las participaciones federales y estatales en términos de la relación de la sociedad con el Estado, esto rompe también con la legislación y crea un círculo perverso en las formas sociales, porque yo puedo decir que violento la ley porque tú eres corrupto y puedo comprar tu justicia”, ejemplificó Pérez Fernández del Castillo.

Para el académico, la corrupción crea impunidad y con ello se rompe la confianza social. Las relaciones de reciprocidad se corrompen “porque yo puedo afectar tus derechos y tu míos, sabiendo que la autoridad se va a vender al mejor postor”.

También puedes leer: Ana Gabriela Guevara lidera lista de percepción de corrupción

La corrupción como “un mal necesario”

Estas mismas dinámicas favorecen la proliferación de espacios donde la corrupción puede ser reproducida, nos explicó la socióloga Elvira Cedillo, ya que a pesar que sea condenable en las esferas públicas y se tenga temor al escrutinio, sigue ganando el beneficio personal inmediato a las consecuencias estructurales que las mismas acarrean.

Un policía de tránsito que aceptó una “mordida” de una persona por conducir en estado de ebriedad tendrá también alguna función en algún momento de procuración de justicia en el que replicará la misma conducta, entorpeciendo los procesos judiciales porque está condicionado a actuar de manera corrupta en su deber profesional, pero la o el ciudadano que comete la falta es incapaz de ver esto, explicó Cedillo.

Y, de acuerdo con la socióloga, este fenómeno es un rezago del colonialismo violento que nuestros antepasados sufrieron durante la conquista, en la que los invasores llegaron con el objetivo de extraer lo que fuera posible de las tierras descubiertas para ser mejores, más valiosos, más ricos o poderosos en sus lugares de origen.

Históricamente aprendimos como sociedad que parte del valor que tenemos como seres sociales se mide con las posesiones que podemos contar y en un país donde predomina una gran desigualdad, se alza como lema el refrán que dice “el que no tranza, no avanza”, nos dijo la socióloga.

En esto coincide el psicólogo Marco Emanuel Mercado Aca que nos explicó que cuando la conducta de la corrupción está mediada por los valores y normas sociales vamos a ver que el mercado tiene una profunda influencia en el comportamiento de las personas, y en el caso de México, viviendo en un modelo neoliberal, se presenta un fenómeno aspiracional que afecta en la conducta de las personas y se vincula con el de la corrupción.

Te puede gustar: Corrupción, violencia y pésimos servicios públicos, consecuencias de no reducir la impunidad en México

“El éxito, por ejemplo, en nuestra sociedad se mide con el acceso a un volumen de riqueza, de estatus social y acceso a cierto tipo de privilegios. Este pensamiento va a influenciar a los grupos y a los individuos en conductas que puedan tender a la corrupción para alcanzarlo”, nos dijo Mercado de Aca.

Y agregó que “nuestro país, donde hay altos índices de impunidad, es un caldo de cultivo para fomentar las conductas de corrupción”. 

El psicólogo Marco Mercado recalcó que una de las grandes trampas es que se ha normalizado el fenómeno, dando la sensación a la población de que no hay nada que hacer al respecto, “inclusive de que es un mal necesario. Evidentemente eso es falso, porque es una conducta aprendida y se ha demostrado que los costos de la corrupción son más elevados que los de la prevención de la corrupción”.

Finalmente el experto nos explicó que hay una correlación entre el acceso al poder social, político y económico y una mayor incidencia en las prácticas corruptas. Es decir, mientras más privilegios obtenemos, más corruptibles nos volvemos.

SUSCRÍBETE A NUESTRO NEWSLETTER

Recibe las noticias más relevantes de México cada mañana, inicia tu día informado.