El enorme estrés que sufren las madres en la cuarentena por COVID-19

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Mamá, mi hermano me pegó… Ya me aburrí… Se me cayó la sopa en el cuaderno… Me duele la panza… Tengo hambre….”, suelen ser algunas de las frases frecuentes que escuchan las madres mexicanas en vacaciones. Pero ahora, con las “vacaciones adelantadas” –y extendidas–, según dijo el secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma, ante la epidemia del COVID-19, a las madres en la cuarentena se les cargan las responsabilidades.

En periodos vacacionales estas actividades se intensifican, solo que ellas guardan la esperanza de que un día los niños y niñas vuelvan a la escuela y la vida regrese a la normalidad. 

En tiempos del  COVID-19, estas esperanzas se ven cada vez más lejanas. En México, mientras que las mujeres destinan 34 horas semanales a los cuidados y los quehaceres domésticos de su familia, los hombres, solo destinan 16. Es decir, ellos no llegan ni a la mitad de lo que ellas hacen por cuidar de su familia y su casa, según un informe del GIRE.

Y en los últimos años, los hombres solo han destinado siete minutos de su tiempo, más que antes, para realizar labores del hogar, explicó Nadine Gasman, directora del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), durante la conferencia de información del avance del Coronavirus en el país, del pasado 26 de marzo. 

Pero en tiempos de contingencia, de aislamiento, el estrés se puede disparar, principalmente si las mujeres sienten una mayor tensión al tratar de compensar los cuidados de los hijos e hijas, atender las labores domésticas y cumplir con las exigencias laborales, explicó Juan Martín Pérez, director de la Red por los Derechos de la Infancia en México, en entrevista con Cuestione.

El síndrome de desgaste emocional o Burnout, que es una respuesta al estrés crónico que deriva en agotamiento físico y mental, es más común en mujeres que en hombres. Esto, debido a que además de sus propias responsabilidades laborales, se hacen cargo de los cuidados del hogar y la crianza de las y los menores de edad, según un estudio de la Facultad de Psicología de la UNAM.

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Madres en la cuarentena, muchas mujeres, pero la misma realidad 

Por 150 pesos al día, Ceci atiende un puesto de ropa sobre la avenida Azcapotzalco, en la alcaldía del mismo nombre. Desde que llegó el COVID-19 a México y se suspendieron las clases en todas las escuelas del país, los hijos y las hijas de sus vecinas de puesto juegan todo el día en la calle. “Acá todo sigue igual, menos las ganancias de la venta, que ya bajaron muchísimo. Los niños parecen estar de vacaciones”, dijo Ceci a Cuestione.

Ceci llega a las nueve de la mañana al puesto y termina después de las diez de la noche. Tiene tres hijos, dos que ya se mantienen solos y uno de 14 años, que tiene problemas de aprendizaje, así que prefiere dejarlo solo en casa. 

Después del trabajo, llega a hacer la limpieza, avanza a en la preparación de la comida, deja remojando la ropa que va a lavar en la madrugada siguiente y se duerme ya después de medianoche. “Pero hay que seguir”, dice la mujer.

En México hay más de 10 millones de mujeres jefas de familia que trabajan en el sector informal, según datos el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI). Estas mujeres no tienen prestaciones, como el Seguro Social para la atención médica de sus hijos, ni para inscribirlos en guarderías, por mencionar solo algunos de los derechos laborales con los que no cuentan. 

El hijo de Ceci tampoco recibe apoyos por parte del gobierno capitalino, como las tarjetas de ayuda de útiles, o algún tipo de beca, porque ante la contingencia, las autoridades suspendieron el proceso y no pudieron ingresar la documentación del trámite, dice Ceci. 

Sandra, directora de Recursos Humanos en una editorial y madre de dos niños, de siete y 10 años, se queda en casa desde que los niños no van a la escuela ante las medidas de aislamiento por COVID-19. 

Se levanta a hacerles el desayuno, les pone alguna actividad de las que les dejaron en la escuela y comienza a trabajar, pero no pasan más de dos horas sin que ella pueda concentrar toda su atención en el trabajo. Luego llega la hora de la comida y sin saber cómo, le sigue la noche, sin ver ningún avance en su trabajo.

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¿Y la escuela?

Durante la contingencia por el Coronavirus, las madres en la cuarentena, que no se dan abasto trabajando y rogando a sus hijos en todos los tonos de voz posibles que hagan sus tareas, se quejan de que son muchas las actividades escolares para hacer en casa durante la contingencia. 

En contraparte, las maestras advierten que hay preocupación sobre la manera en la que los más de 24 millones de niños, niñas y adolescentes escolarizados, no completen los aprendizajes esperados al término del ciclo escolar, dice Gabriela, quien es maestra de una secundaria pública en el Estado de México, en entrevista con Cuestione.

Gabriela también es madre de un niño de ocho años, estudia una maestría y administra un grupo de Facebook para dejar actividades escolares a sus alumnos de primero, segundo y tercero de secundaria. No cree que sea cierto que los estudiantes vuelvan a clases el 20 de abril. “El problema va a ser cuando regresen, no habrán socializado, y cuesta trabajo que agarren el ritmo de trabajo luego de períodos de descanso”, por lo que tendrán que aprender lo más que puedan en lo que reste del ciclo escolar, “aunque sea de pasadita”, agregó con preocupación.

No hubo planeación de las autoridades educativas para ver cómo se iba a trabajar el aprendizaje con los niños, niñas y adolescentes en tiempos del COVID-19, dijo Juan Martín Pérez, director de la Red por los Derechos de la Infancia en México, en entrevista con Cuestione.

Ahora las autoridades escolares pretenden que las clases sean virtuales, y una de las posibilidades es que el ciclo escolar concluya con clases por Internet y a distancia. Sin embargo, no todas las familias tienen computadora e Internet en su casa, agregó Juan Martín Pérez.

En México, solo se envió a padres y madres de familia a trabajar a su casa, sin importar quién cuidaría de sus hijos e hijas. Además, hay que recordar que las lesiones en niños, niñas y adolescentes, así como los abusos sexuales hacia las niñas, incrementan en los periodos en los que no van a la escuela, agregó Pérez.

En México, el valor del trabajo no remunerado (cuidados del hogar y domésticos) en 2018   fue de más de cinco billones de pesos de acuerdo con el INEGI. Lo que significa que el trabajo por el que ellas no cobran ni un quinto, aporta 23.5% del PIB nacional, -casi tres veces la aportación de la actividad turística-, pero ellas siguen sin recibir alguna retribución por todos los beneficios que aportan al Estado y a sus familias al hacerse cargo de tanto.

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