Una voz que no se calla: inspiración y esperanza para las mujeres víctimas de violencia

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Eran casi las tres de la mañana cuando Mariana llamó al 911. Con la mano que le quedaba libre trataba de contener la sangre corriendo por su frente que le pintaba de rojo la blusa y el piso del baño. 

Había pasado menos de una hora desde que, estando ella hincada en el suelo de su departamento, su novio Fernando le había abierto la ceja de un fuerte cabezazo. “Ahora sí ya te pasaste”, le dijo Mariana.

Fernando le respondió con una bofetada justo en la herida abierta. Detrás de unas lágrimas que no podían parar de salir, los ojos castaños de Mariana se llenaron de enojo mientras nos relataba lo que pasó la noche de ese 26 de abril de 2023.

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Mariana nos contó que Fernando quiso abrazarla luego de mantenerla encerrada desde las 10 de la noche, haberle quitado las llaves y el celular, que pudo recuperar unos minutos para hacer la llamada al número de emergencia. Durante casi seis horas la humilló, empujó, trató de estrangularla y de destruir sus cosas. 

“Me dijo: ‘ya ven aquí, yo te reviso la herida. Si vamos a la Cruz Roja nada más te van a poner Kola Loka’. Todo lo hacía para no dejarme salir. Me quitó las llaves de mi carro y las de la entrada. Las escondió. Yo trataba de que se calmara, tenía miedo de que me matara”, relató en completo shock.

El agresor de Mariana la secuestro el resto de la madrugada. Entre jaloneos, ella logró encerrarse en un cuarto y esperó hasta el amanecer para salir haciendo el mínimo ruido posible para encontrar su celular, las llaves, llamar a una doctora amiga suya para que fuera por ella y huir.

La doctora y Mariana fueron directamente a la agencia del Ministerio Público (MP) a levantar la denuncia por la agresión. Ahí le respondieron que el trámite duraría más de seis horas y la herida en la ceja de Mariana -que hoy se ve como un tallo con hojas diminutas decorando su rostro- no podía esperar más para ser suturada. Le dieron prioridad a eso. 

Luego el miedo de realizar la denuncia se presentó. “¿Cómo le voy a hacer esto a mis papás? ¿Sabes el dolor que les voy a causar con mi estupidez? No hay manera de que no se enteren. No quiero que nadie me vea, que nadie sepa”, nos dijo Mariana un par de días después de lo que le sucedió.

El 27 de abril: una nueva víctima del agresor

Al día siguiente, Mariana ya había escuchado de una abogada y de varios más que lo correcto era proceder por la vía penal y denunciar a Fernando por tentativa de feminicidio. “Esto es cárcel directa”, le dijeron todos.

¿Cómo voy a vivir sabiendo que metí a alguien a la cárcel?”, se recriminaba Mariana días después con la voz aún ronca a causa de la lesión que le hizo en la garganta la mano de Fernando cuando quiso ahorcarla.

Pero las cosas cambiaron en cuestión de días. Mariana -que aún no lograba definir qué era lo correcto- sí actuó para prevenir a su círculo cercano. Fue gracias a esto que otra amiga suya, dueña de un lugar que frecuentaba con Fernando, le advirtió que él tenía más de dos semanas saliendo con Esther y que tenía miedo que le hiciera algo a ella.

Esther conoció a Fernando el 27 de abril, un día después de la agresión a Mariana. Él, que estaba rasguñado y herido -ya que Mariana se defendió como pudo la noche anterior- le contó a Esther que lo habían asaltado, incluso le pidió dinero prestado, unos $20,000 que nunca devolvió.

A menos de una semana, Fernando ya había hecho planes con Esther para irse de viaje a Cancún y pasar unos días en su supuesta casa de playa, nos cuenta Mariana. Para ese momento ya había logrado prevenir a la chica y lo demostró con la conversación por mensajes de WhatsApp que hubo entre ambas.

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“El plan es que nos fuéramos en el coche de Fernando a una casa en el fraccionamiento… que la cuida una señora que cocina delicioso y lo atiende como rey”, explica Esther en la conversación. 

Mariana entró en pánico: “Fernando no tiene ni coche y la casa que te dice es la de su ex pareja, ¿a dónde planeaba llevarte?”, le respondió a Esther. Gracias a esta conexión el viaje se canceló, Esther terminó la relación con Fernando unos días después, aunque sigue siendo acosada por él. 

Saber que a menos de 24 horas de haber sido agredida Fernando ya había localizado una nueva víctima le cambió la perspectiva a Mariana.

Hoy su proceso de sanación tiene un objetivo: salvar a otra mujer de lo que ella está viviendo. “Esto ya no es por mí, es por todas. No puedo dejar que un depredador esté libre por las calles. Eso no lo puedo permitir”, nos explicó recuperando un poco el aliento.

Mariana lleva 21 días sin dormir

Mariana hizo un breve recuento, “llevo 21 días sin poder dormir, no puedo cerrar los ojos sin verlo”, nos comentó. La mujer que es una profesionista exitosa y autosuficiente llegará a los 40 años el 2024. “¿Cómo me pudo pasar esto a mí? ¿Cómo es posible que no lo haya visto venir? Omití cuando me gritó, cuando golpeó la mesa, cuando me dijo que estaba gorda y flácida para hacerme chiquita”, dice con la voz quebrada.

El proceso es una agonía, reconoció, no la deja trabajar ni comer. Ha bajado casi seis kilos desde la agresión, no puede dejar de darle vueltas a esa noche, a sus decisiones de hace siete meses, a las de toda su vida. “Estoy muy rota”, acepta, “no sé si tenga fuerzas para llevar todo esto adelante”.

La otra violencia: una justicia que no funciona

Y es que el camino hacia la justicia es oscuro, solitario y desolador. Las mujeres desconocen a dónde dirigirse a denunciar, nos dijo la abogada feminista Julia Escalante quien conoce lo que vivió Mariana. La atención que se le da a las denunciantes es revictimizante, el personal de los Ministerios Públicos no está capacitado ni sensibilizado para atender estos casos.

“Ante la impunidad rampante confían poco en la vía penal, minimizan su vivencia frente a los casos de terror que vemos todos los días en las notas rojas y finalmente, creen que la denuncia penal es muy agresiva y que puede ser demasiado para el perpetrador. Solo quieren que las dejen en paz y no meterles a la cárcel”, nos señaló la abogada.

La especialista resaltó que es necesario fomentar la cultura de la denuncia en todos los casos, “pero en nuestra sociedad parece que nos enseñan a dejar así las cosas, no nos facilitan el camino, por el contrario se desincentiva en todo momento quejarte o tomar vías legales para resolver tus problemas”.

Escalante detalló que la solución está en la reformulación de instituciones, en la educación y que uno de los intentos que se han hecho fue la creación de las unidades de Atención y Prevención a la Violencia Familiar (UAPVIF) -que ahora se convirtieron en Lunas- pero con mucho menos competencias, recursos y profesionalización. 

“Estas instancias de asesoría ya no existen, se las llevó la austeridad. Y en las entidades federativas está peor, no tienes nada, solo el DIF que te revictimiza y el MP corrupto y machín”, acusó.

También nos dijo que los Centros de Justicia para Mujeres son una buena iniciativa para tener todos los servicios en un solo lugar, pero son poquísimos y tienen recursos muy limitados, incluso organizaciones en el 2022 pidieron a las y los legisladores que aseguren la suficiencia presupuestaria para los programas destinados a atender y erradicar la violencia contra la mujer.

Reparación del daño a las víctimas: otro reto

La abogada feminista Julia Escalante destacó que hay posibilidad de demandar por la vía civil la reparación del daño en casos de violencia hacia las mujeres. 

“La manera tradicional es calcular el costo de una terapia de largo aliento, costo de atención médica cuando se requiere y si fuera el caso, el daño patrimonial, lo que se traduce en una indemnización económica”, detalló.

Y añadió que podría haber otras maneras como la vía de la mediación familiar, “aunque no es ético mediar en casos de violencia doméstica pues hay una asimetría de poder, solo se puede mediar entre iguales”.

Escalante detalló que en estos casos la víctima puede determinar cómo quiere que se le repare el daño y que puede ser simplemente con que el agresor reconozca que ejerció violencia y se disculpe.

¿Será eso suficiente para que Mariana y las miles de mujeres víctimas de violencia feminicida vuelvan a dormir tranquilas? ¿Qué tiene que pasar para que el camino hacia la justicia no sea un segundo infierno para todas? 

Quizás si seguimos presionando algún día mujeres como Mariana puedan sentirse seguras y acompañadas en su dolor, sin vergüenza, sin culpa y sobre todo, sin miedo.

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