Repartidores en bici: una cruda realidad

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¿Ganar dinero extra en tu tiempo libre?

Por: Caterina Morbiato

Alejandro Martínez sueña con tener un restaurante, contratar a sus propios repartidores y poder garantizarles condiciones dignas de trabajo, con las que actualmente él no cuenta como repartidor de UberEATS.

“Soy de los iniciadores”, presume como veterano este joven de apenas 21 años de edad. Pero tiene razón, hace dos años –cuando tenía 19– se enroló como repartidor de la aplicación. “A mis repartidores les contaría de los pagos de ahora, que son algo bajos, y trataría de apoyarlos porque sabría lo que se siente ser repartidor”.

Con una mochila cuadrada a la espalda —que aguanta unos 20 kilos de productos y en ocasiones hasta el doble—, celular a la mano, encaramados en bicis y motos de cada pinta: los repartidores de Rappi, UberEATS, SinDelantal y demás aplicaciones sudan cuesta arriba Santa Fe, ruedan en las calles de Polanco y la Roma-Condesa, para luego descansar y tomar algo de sombra en un parque. Es imposible ya no verlos.

Los repartidores de comida tienen un trabajo soñado: horarios flexibles, al aire libre, sin jefes sobre su cuello… ¿O no?

Foto: Gabriel Pichardo

La realidad es otra: se encuentran en constante competencia entre sí, los gigantes del delivery buscan expandirse a partes nuevas de la ciudad. Para lograrlo, necesitan una comunidad de repartidores abundante. La paradoja es que entre más crece la empresa detrás de la aplicación, los ingresos de los repartidos disminuyen.

Con ganancias que rondan los 20-30 pesos por pedido, hacerse de un gran dineral no es cosa fácil. Además, puede haber días en donde los pedidos llueven y otros que parece de rodar en un desierto inclemente. Existen incentivos y retos, como las llamadas “tarifas dinámicas”, que permiten duplicar o triplicar las ganancias. Sin embargo, para regresar a casa mínimamente satisfechos hay que pasar mucho tiempo rodando por las calles.

“Trabajo todos los días alrededor de 10, 12 horas y gano un promedio unos tres mil pesos a la semana —explica Carlos, un chico de 36 años que desde hace año y medio trabaja como moto-repartidor para Rappi y que prefiere no dar su nombre real para no exponerse frente a la empresa—. A las ganancias del mes les tengo que quitar los 100 pesos diarios de gasolina”.

Las propinas suelen ir de 10 a 20 pesos por pedido, pero no todos las ofrece: “Hay clientes amables, que son la mayoría: te tratan bien y te dan propina. Hay quienes solo te dan las gracias, y los que ni te dan las gracias y se enojan porque con el movimiento de la bici el pedido llega un poco batido —cuenta Alejandro—. A veces pasa que nos ponen reportes y esto nos afecta. Por un rato recibimos menos pedidos porque los reportes nos bajan la calificación”.

Con todo, el autoempleo de los repartidores finalmente responde a una problemática: el desempleo en el que se encuentra 1.8 millones de personas en México, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Empleo y Ocupación (ENOE) del INEGI.

Foto: Gabriel Pichardo

Por las 12 horas diarias, Carlos obtiene unos 12 mil pesos mensuales promedio, que le permite mantener a sus dos hijas y pagar la renta del departamento donde viven. Alejandro usa sus ganancias para invertir en su negocio de arreglo de celulares. 

Sin embargo, sin un ingreso mínimo, ni derechos laborales para los trabajadores de las aplicaciones, se corre el riesgo de crear “jornaleros digitales”. Es lo que señala la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en su reciente informe Trabajar para un futuro más prometedor, en donde se plantea la necesidad de regular las llamadas economías de plataforma.

El derecho a un salario vital adecuado y a contar con medidas que protejan la seguridad, la salud, y que aseguren un mínimo de horas de trabajo retribuido, son algunos de los elementos que el documento de la OIT recomienda tomar en consideración para que se garantice el acceso a un trabajo digno.  

De acuerdo a la Secretaría de Trabajo y Fomento al Empleo de la CDMX, estas recomendaciones se están escuchando. Junto con la Agencia Digital de Innovación Pública existe el plan de realizar distintas actividades de la mano con las plataformas digitales.

“El fin es establecer convenios con empresas que prestan este servicio, que permitan la formalización progresiva de las relaciones de trabajo y con ello el acceso a diversas prestaciones”, afirma Víctor Martínez Corona, director General de Trabajo y Previsión Social. Pero hasta el momento, aún todo está a nivel de planes.

“El problema es que este tipo de actividad no es una relación laboral en el sentido clásico y la legislación laboral mexicana no la regula —comenta Eduardo Vargas, maestro en Estudios Laborales por la UAM Iztapalapa—. Urge buscar nuevas definiciones para este tipo de trabajadores”.

“A algunos compañeros les han robado su vehículo o los han atropellado, algunos han muerto en este trabajo. Es el riesgo que corremos, pero como tenemos necesidad de trabajar, entonces, seguimos —dice Javier Roldán, repartidor de 30 años de UberEATS —. Las aplicaciones ya se dieron cuenta de estos riesgos, pero no hacen nada”.

Un trabajo de alto riesgo

José Manuel Matías Flores tenía 22 años. Fue atropellado por un camión a la altura de San Antonio y Periférico, en los límites de la Alcaldía Benito Juárez. A pesar de cargar la mochila de Rappi, al momento del accidente estaba completando un pedido de UberEATS; tenía apenas tres días de haberse dado de alta en esta aplicación.

Aquel día, el pasado 27 de noviembre, la preocupación se apoderó de la comunidad de repartidores: querían entender qué es lo que había pasado, dar con la identidad del colega, avisar a sus familiares lo más pronto posible. “Este en un riesgo que vivimos a diario. Bici o moto. Somos frágiles”, escribía un repartidor en uno de los chats que comparten para intercambiar informaciones, consejos y ayudarse en caso de necesidad. “Hagamos una rodada, en honor a este compa”.

El hecho que los repartidores viajen sin casco, luces o chalecos anti-rreflejantes representa un problema de movilidad, dice Pilar Lozano Mac Donald, diputada federal y presidenta de la Comisión de Desarrollo Metropolitano, Urbano, Ordenamiento Territorial y Movilidad, ya que estas prácticas los exponen a un alto nivel de riesgo. “Las empresas deberían autorregularse y dar a sus empleados las herramientas necesarias para que puedan cumplir con su labor de manera segura”, puntualiza.

Foto: Gabriel Pichardo

En los últimos meses, algunas de las empresas de delivery han otorgado a los repartidores seguros contra accidentes y de vida, sin embargo estas medidas aún son básicas. En el caso de Uber, por ejemplo, los uberianos cuentan con seguro SURA que les brinda servicios de gastos médicos y cobertura de daños a terceros en caso de que ocurra un accidente. Sin embargo este aplica sólo si el repartidor se encuentra en proceso de recoger y entregar un pedido. En Rappi el funcionamiento es igual: si el repartidor no está “activo”, es decir conectado a la aplicación, el seguro tampoco.

“¡Si José Manuel viviera, en bici anduviera!”, corearon juntos a ciclistas solidarios que se sumaron a la manifestación lanzada con el hashtag #NiUnRepartidorMenos.

Frente a la falta de una movilidad segura y al preocupante número de muertes —16 mil personas fallecen cada año en las calles y carreteras de México—, organizaciones de la sociedad civil, familiares de víctimas, activistas y especialistas en movilidad han trabajado durante los últimos cuatro años a una propuesta de Ley General de Seguridad Vial.  

Cuestione solicitó entrevista a las empresas Uber y Rappi, sin que haya obtenido respuesta al momento de la publicación de este reportaje.

¿Los repartidores de comida merecen gozar de derechos laborales y de seguridad durante su trabajo?

¿Qué sigue?

El pasado lunes 11 de febrero, esta propuesta fue llevada al Senado de la República para su debate. Durante la entrega, Martí Batres, presidente del Senado, aseguró que la propuesta contará con el respaldo de los senadores y que se debatirá en ocasión de los foros especializados que se organizarán próximamente en distintos estados del país.

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