Las otras secuelas por COVID-19 y la crisis de salud que se viene. ¿Tenemos la infraestructura?

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Después de un año de la llegada de COVID-19 a nuestro país, ya se vislumbra que una vez que se controle el contagio gracias a las vacunas, vendrá una etapa de seguimiento a las secuelas físicas y psicológicas, nos dijo la epidemióloga Guadalupe Soto Estrada.

La especialista también opina que las autoridades sanitarias deben planear desde ahora esa próxima etapa porque actualmente el país no cuenta ni con el personal ni con la infraestructura necesaria para atender a tanta gente, sobre todo, en términos de salud mental.

Según Soto Estrada, las instituciones de salud pública no solo deben garantizar el seguimiento a las secuelas físicas de quienes padecieron COVID-19, sino también a toda la población que vive secuelas psicológicas por los cambios que provocó la pandemia.

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¿Y cuáles son estas secuelas?

Desde septiembre del año pasado, la Organización Mundial de la Salud publicó un reporte sobre los efectos a largo plazo que pueden padecer quienes enfermaron de COVID-19, incluso en quienes tuvieron un cuadro moderado.

El informe señala efectos como fatiga crónica, insuficiencia cardiaca, daño en el tejido pulmonar y afectaciones en el cerebro como anosmia –que es la pérdida de olfato–, o síndrome de Guillain-Barré –que puede conducir a debilidad y parálisis temporal.

La revista británica The Lancet, especializada en medicina, publicó en abril de 2021 un estudio que muestra que uno de cada tres enfermos de COVID-19 padecen algún trastorno neurológico o psicológico seis meses después de padecer la enfermedad.

Aunque la misma publicación también advierte que todavía se necesita más información para evaluar adecuadamente las secuelas de la COVID-19 en la salud del cerebro.

Sin embargo, estos dos datos nos sirven para vislumbrar que una gran cantidad de mexicanas y mexicanos deberán recibir seguimiento por parte de las instituciones de salud en los próximos años, nos comentó la doctora Guadalupe Soto Estrada.

Y agregó que la necesidad de atención psicológica será el gran tema de los próximo años, para quienes se recuperaron de la COVID-19, sus familiares y otras personas que no enfermaron pero padecen o padecerán ansiedad, depresión o estrés.

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¿Tenemos la infraestructura necesaria?

La investigadora de la Facultad de Medicina de la UNAM considera que una vez que superemos la parte más álgida de la pandemia, tocará atender las secuelas en el cerebro y el sistema nervioso, así como las secuelas psicológicas.

“Desafortunadamente, (la salud mental) es lo que más va a faltar en el futuro y de lo que más se va a necesitar atender”, dijo Soto Estrada.

Por eso, de acuerdo con la especialista, las autoridades deben prever si se cuenta con la infraestructura necesaria y planear desde ahora cómo cubrir todas esas necesidades, ya que se han visto afectaciones en todos los niveles, desde las niñas y niños hasta personas adultas mayores.

Según la Asociación Psiquiátrica Mexicana (APM), uno de cada cinco pacientes con trastornos mentales en México recibe el tratamiento adecuado. Mientras que la Red Voz Pro Salud Mental, señala que 85% de las personas con algún padecimiento mental no recibe atención, y si la reciben pueden tardar hasta 30 años en obtener un tratamiento.

Aún cuando algunos estudios señalan que entre 5 y 8% de los enfermos de COVID-19 presentan afectaciones cerebrales, de acuerdo con Guadalupe Soto, se debe contemplar también a las personas que no se infectaron, “porque la pandemia no tuvo repercusión solamente en lo biológico sino en nivel social, económico y psicológico”.

“El asunto es que contemos con este enfoque y que las autoridades vean la necesidad de contemplar la atención a la salud mental en un futuro cercano y ver cómo tener la infraestructura para atender a toda la población que lo necesite y que lamentablemente va a ser mucha”, advierte la especialista.

Es más, “actualmente no se está dando la atención necesaria a la gente con secuelas, no hay la infraestructura suficiente para hacerlo (…) en términos de atención de fisioterapia y rehabilitación, tenemos muchos problemas de espacio, recursos humanos y materiales”. 

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¿Cómo saber si se tienen secuelas?

La epidemióloga Guadalupe Soto Estrada considera que una manera de saber si tenemos secuelas físicas o mentales por la COVID-19, es preguntarnos cómo estábamos antes y cómo estamos ahora, después de padecer la enfermedad o incluso después de que la pandemia cambió nuestra vida.

“Si de entrada contestan que no están igual que antes, es porque hay algo. Lo más frecuente han sido fatiga crónica o síntomas respiratorios, como tos crónica, lo cual tiene que ver con el daño que hubo en pulmón”.

A esto hay que agregar trastornos de sueño, cuadros ansiedad, depresión o estrés que también podrían haber aparecido después de la llegada de COVID-19 a nuestro país. Según la especialista, es importante buscar ayuda y darle seguimiento a todos estos problemas, y por eso es primordial que se tenga la infraestructura y el personal capacitado necesario.

¿El gobierno federal le dará prioridad a la atención de todas estas secuelas que dejará y ya está dejando la COVID-19? 

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