Sembrando Vida, uno de los programas insignia del gobierno federal, “puede convertirse en un incentivo perverso, un incentivo que propicie la deforestación”, advirtió Gerardo Ceballos, investigador del Instituto de Ecología de la UNAM.
Al programa que cuenta con un presupuesto para 2021 de 28,929 millones de pesos, se le relaciona con la pérdida de 72,830 hectáreas de bosques y selva en 2019, según un análisis del Instituto de Recursos Mundiales (WRI por sus siglas en inglés).
Entre los objetivos de Sembrando Vida se tiene la reforestación con árboles frutales y maderables de un millón de hectáreas en 22 estados; combatir la pobreza en zonas rurales con la generación de empleos y propiciar la equidad de género.
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Deforestar en lugar de reforestar
El secretario de Bienestar, Javier May Rodríguez, presumió el pasado mes de marzo como meta para 2021, la siembra de más de mil millones de plantas en un millón 75 mil hectáreas y la generación de 430 mil empleos.
Todo sería favorable de no ser por las fallas que evidenció Bloomberg en un recorrido por Yucatán y Campeche. Ante la falta de recursos, campesinos queman árboles y parte de selva para recibir 5,000 pesos que otorga mensualmente el programa Sembrando Vida.
Y no sólo eso, los coordinadores establecen como obligatorio el cultivo de árboles no nativos, que debido a las condiciones climáticas no “pegan”; y cuando lo hacen saber, los campesinos reciben el mismo tipo de planta para sembrar.
Estos datos son calificados como “erróneos y sin apego a la realidad” desde Palacio Nacional. Y es que según sus informes “no hay selva, desgraciadamente… es muy poco lo que queda de selva tropical”.
Las reglas de operación señalan que son excluidas del programa las parcelas de sembradores que presenten quema intencional.
¿Es malo Sembrando Vida?
“El problema con Sembrando Vida es que damos dinero para sembrar árboles, pero no damos dinero para mantener las selvas y los bosques; entonces, la gente ve lo que hay: deforestar, tirar para sembrar árboles”, comentó el investigador del Instituto de Ecología de la UNAM.
Ahora bien “puede ser un programa muy bueno si se le pusiera como restricción que ningún terreno deforestado después de 2017 pudiera ser parte de Sembrando Vida”, agregó el especialista, quien señaló que este programa debe contar con otro que bien podría llamarse Manteniendo Vida.
Y es que el concepto de Pago por Servicios Ambientales –surgido en 2003–, bajo control de la Comisión Nacional Forestal (Conafor), para incentivar a comuneros en el cuidado de bosques y selvas tiene un presupuesto mínimo.
El Pago por Servicios Ambientales cuenta con un presupuesto para 2021 de 206,324,546 pesos a través del esquema de Fondos Concurrentes (86,709,757 pesos de Conafor y 119,614,789 pesos de partes interesadas). Una distancia enorme, al compararlo con los 28,929 millones de pesos de Sembrando Vida; es decir el presupuesto de Fondos Concurrentes apenas es el 0.7% del programa insignia.
“Conservar las selvas y los bosques y hacer las obras que se requieren da también muchos beneficios, ya que son ecosistemas integrados”. A decir de Ceballos González “una política ambiental correcta debería ser por un lado Sembrando Vida y por otro lado Conafor con presupuestos a la par”.
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Y qué hay de los empleos y de la equidad de género
Un eje rector de Sembrando Vida es contribuir al acceso de las mujeres a los beneficios de este programa en igualdad de condiciones.
De acuerdo con el balance de 2020, se tuvo un presupuesto de 27 mil 604 millones de pesos, que se invirtieron en “el pago a sembradoras y sembradores, así como la adquisición de plantas, semillas, herramientas básicas y, en su caso, instalación de sistemas de agua, además de gastos de operación y personal operativo”.
Se reportó un millón de hectáreas plantadas con más de 663 mil 400 millones de especies en los 20 estados donde “estuvieron empleadas más de 416 mil personas —30% mujeres y 70% hombres—”, se lee en el comunicado.
¿Qué tan receptivo será el gobierno para eliminar fallas del programa Sembrando Vida?
