La “unión latinoamericana” de la CELAC, más romántica que práctica

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El presidente López Obrador adoptó desde que inició su gobierno el tema de una unión entre los países de Latinoamérica para compartir una agenda política que contrarreste o sustituya el papel de la Organización de Estados Americanos (OEA) en la región, pero de acuerdo con especialistas, solo es una idea romántica, lejos de las prácticas que necesita una organización de este tamaño.

El 18 de septiembre se realizó la sexta cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) en la Ciudad de México. El tema impulsado por el mandatario de México se debió, dijo, a “la necesidad de reemplazar a la OEA por una institución que represente los intereses de todos los países del continente, que no esté organizada en torno a la hegemonía de los Estados Unidos”.  

Para Felipe Gaytán, investigador y académico de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad La Salle, el presidente ha retomado el tema latinoamericano como una serie de creencias en las que él apuesta de manera personal, pero no con una estrategia.

“Hay una línea y más bien lo que está pensando es en la instrumentación de mecanismos, pero a partir de la agenda mexicana”, nos dijo Gaytán.

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“El presidente convoca a la CELAC pero más bien con una especie de romanticismo, más que una cuestión práctica de articular acuerdos -porque ni siquiera se llegaron a acuerdos-, y un poco regresando a lo anterior del sueño latinoamericano”, expresó el experto.

De acuerdo con The Washington Post, las ideas del presidente no fueron lo suficientemente apoyadas por los asistentes. Ni las del reemplazo de la OEA, ni la de conformar un bloque económico similar al de la Unión Europea

La unión latinoamericana o “el sueño bolivariano de una América unida” tuvo origen hace 200 años, cuando el general Simón Bolívar -un militar que lideró los procesos de independencia en diversos países latinoamericanos- buscó que el continente se convirtiera todo en una gran nación. 

Militarmente, como lo explica el periódico La Jornada, tuvo un gran éxito en esta misión, sin embargo, las divisiones internas y los problemas administrativos propios de las naciones que se independizaron en ese entonces, provocaron que esta propuesta de formar un bloque se quedara en “un sueño”. 

Este problema persiste. Gaytán nos explicó que en América Latina siempre se ha dado una revisión por regiones y en el caso mexicano es más notorio, ya que por muchos años se le consideró parte de Norteamérica y, por lo tanto, los intereses del país estaban más alineados con los de Estados Unidos. 

“Las metas no estaban ligadas a la dinámica de Brasil, Chile, Argentina, Uruguay y demás. También eso es difícil en el discurso, en este México forma parte de Latinoamérica pero en la práctica no se ve tanto. No se pueden fortalecer los lazos económicos cuando más del 80% de las importaciones son hacia Estados Unidos”, detalló el académico.

En la región latinoamericana se han tenido varias alianzas y tratados, recordó el entrevistado, como la misma CELAC, la Región Andina, Mercosur y el Pacto Andino, pero ninguno ha logrado articular una propuesta que concrete una unidad latinoamericana. 

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El momento por el que atraviesa la región haría pensar que es fácil encontrar puntos en común. La violencia creciente, la inseguridad, la falta de desarrollo, el crimen, la migración, el comercio, la desigualdad o el cambio climático, son problemas en común para la mayoría de los países, pero las fronteras y los intereses internos siguen siendo más fuertes. 

De acuerdo con Felipe Gaytán, la idea de la unidad latinoamericana surgió de nuevo durante la Segunda Guerra Mundial, cuando se creía necesaria la conformación de un bloque, pero en realidad, los intereses de las élites particulares regionales acabaron rompiendo esta idea. 

Desde ahí, agregó, los objetivos regionales, los cacicazgos, las élites y los fines propios hacen difícil pensar en una unidad latinoamericana. 

El académico concluyó que el sueño latinoamericano del presidente es un discurso, pero no un modelo efectivo de integración política o económica.

¿Veremos pronto el fin de la OEA como la conocemos?

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