Vacuna contra la COVID-19: ¿una urgencia política con riesgos para la salud?

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Por Gabriela Gutiérrez y Raquel Prior

Desde el inicio de la pandemia, científicos de distintos países han buscado crear una vacuna para el COVID-19 que, hasta el momento, ha cobrado la vida de casi un millón de personas e infectado más de 27 millones en todo el mundo. Sin embargo, algunos políticos lo han visto como una oportunidad para aumentar su popularidad

Más de 180 protocolos de vacunas han sido registrados, pero solo nueve han llegado a la última fase de la investigación, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud

Uno de estos nueve protocolos en fase final es el desarrollado por la Universidad de Oxford y el laboratorio AstraZeneca, cuya producción se realizará en colaboración con los gobiernos de México y Argentina, y una parte financiada por la Fundación Carlos Slim

Pero esta investigación tiene que superar un obstáculo que se le presentó, cuando uno de los pacientes en quien se había probado la vacuna desarrolló mielitis transversa, un trastorno neurológico que afecta la médula espinal, según reporta Forbes

En tiempos promedio, crear una vacuna puede tomar entre cinco y 10 años, nos cuenta Rosa María del Ángel, profesora de infectómica y patogénesis molecular del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del IPN (CINVESTAV). Aunque debido a la crisis sanitaria mundial se ha buscado acelerar las fases.

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El proceso regular consta de una etapa preclínica, en la que se hacen pruebas en animales, y una clínica, que a su vez está integrada por tres fases que definirán el futuro de la vacuna, con el fin de garantizar que la vacuna es segura para la población. 

  • Fase 1: busca determinar si la vacuna es segura y que tenga una respuesta celular para inmunizar. Involucra a decenas de personas (entre 50 y 70). Duración: 1-3 meses. 
  • Fase 2: busca seguridad y seguir estudiando la respuesta inmune. Se estudia en cientos de personas. Duración: 1-3 meses. 
  • Fase 3: su función es determinar protección. Se realiza entre 20 y 30 mil individuos, de diferentes países y etnias. Inmuniza a las personas y los deja en el mundo para ver si se contagian. El seguimiento se da de uno a tres años

Saltarse estas fases podría costar vidas, apunta Del Ángel. Con la vacuna para el SARS-CoV-2 –el virus causante de la COVID-19– “se ha vuelto una cuestión política”, explica la experta. 

Ejemplo de ello fue la primera vacuna contra la polio, que generó parálisis; o la del dengue, que a pesar de haber recibido un seguimiento correcto, también tuvo diferentes reacciones, señaló Del Ángel. 

El acelerado desarrollo de la vacuna de AstraZeneca se debe a que, a diferencia de otras, los científicos ya se encontraban trabajando en vacunas contra el SARS-CoV-2 y virus similares, al utilizar las tecnologías pasadas lograron crear la vacuna contra la COVID-19, nos explicó Jorge Baruch Díaz Ramirez, vocero de la Comisión de Expertos de la UNAM para la emergencia de COVID-19.

Vacunarse es una medida preventiva, que ayuda a generar anticuerpos (defensas) contra virus específicos –en este caso, el virus que genera el COVID-19–. Al ser vacunados no solo estamos cuidando de nuestro cuerpo, sino también de los otros, pues las probabilidades de dispersión de la enfermedad disminuyen, señalaron los expertos. 

Sobre la vacuna, la Organización de las Naciones Unidas señaló que al convertirse esta pandemia “en una amenaza para la seguridad global”, urge un fondo de 35,000 millones de dólares para acelerar el desarrollo de pruebas, tratamientos y vacunas contra la enfermedad.

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Vacunas, cosa de científicos, no de gobiernos

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aseguró que tendría lista la vacuna contra la COVID-19 en octubre próximo, un mes de las elecciones que definirán si se queda en la Casa Blanca por un término más o se va. 

“Es un error de los gobernantes convertir en algo político una cuestión científica, y equivocarse en esto puede ser mucho más grave, como generar reacciones adversas en una gran cantidad de la población”, señala Del Ángel. 

Para algunos gobernantes, la vacuna se convirtió en una competencia para ver quién la desarrolla primero. Por ejemplo, Vladimir Putín, quien anunció el 11 de agosto que su país ya tenía la vacuna contra el SARS-CoV-2, a la cual bautizó como Sputnik V y dijo que comenzaría a distribuirla en enero de 2021. 

Incluso, ya hay planes para traer la vacuna rusa a México. Un particular firmó con el Fondo Ruso de Inversiones Directas un primer pedido de 32 millones de dosis para introducir al país, previo autorización de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris).

Esto no podría ser tan bueno como suena. Francis Collins, director de los Institutos Nacionales de Salud (NIH por sus siglas en inglés), bautizó a la vacuna rusa, como “ruleta rusa”, porque el “proceso fue abrupto” y “aprobación prematura”, advierte CNN

“Tenemos una emergencia de salud, economía y política. Sin embargo, tenemos que ser cautos con un elemento tan determinante como una vacuna”, apunta la experta, quien estima que una vacuna que cubra todos los estándares podría estar lista entre el segundo y el tercer trimestre de 2021. 

Si bien la emergencia amerita el apoyo de todas las partes, la vacuna no puede depender de los tiempos políticos, sino de la seguridad que proporcione a toda la población usuaria. Por otra parte, si decides vacunarte –una vez que estén las dosis en el mercado–, recuerda que puedes preguntarle a tu médico sobre los protocolos de investigación que siguió la vacuna que te aplicarán.

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