Abucheáme más

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La posición es clara: “Dénle chance de gobernar”, dice una amiga que cree profundamente en el proyecto de Andrés Manuel López Obrador. “Sé que no todo está bien – agrega, matizando – pero nunca había visto tantas críticas al presidente”.

Es curioso, pero en el mundo del periodismo tenemos exactamente la impresión opuesta: nunca como ahora – desde la transición democrática al menos – había sido tan mal visto, tan penado, tan condenado, ser críticos del gobierno.

En la época de Enrique Peña Nieto, hablar bien de él era inmediatamente criticado: “eres un chayotero”.  Y seguro que muchos lo eran. Hoy, el “chayotero” es justo el inverso, el que cuestiona. Por supuesto, eso es no entender lo que significa el término, pero más que nada, hoy quienes alaban al gobernante son “equilibrados, sensatos, lúcidos”.

Y es muy curioso, porque hoy ser crítico del poder es mal visto, y ser despectivo con la oposición es, simplemente, lo correcto.  Si se crea un grupo que aspira a ser un contrapeso, son “ternuritas” que hacen el ridículo, y si las organizaciones de la sociedad civil cuestionan que se les deje sin recursos, son “conservadoras” que responden a la oligarquía.

En escencia, y esto es importante, estamos construyendo toda una nueva narrativa de cómo nos relacionamos con la figura presidencial. Andrés Manuel López Obrador puede, desde su púlpito, regalar todos los adjetivos que quiera; los aludidos deberían “no hacer drama” y asumir su irrelevancia o, en el mejor de los casos, tomar con dignidad los ataques.

El tema de los abucheos a los gobernadores – y las porras al presidente – no es ni casual, ni espontáneo, ni normal. Es en parte estrategia – quienes hemos estado cerca de grupos políticos lo hemos visto antes – y en parte un estado de ánimo que desde la presidencia se agita todos los días.

El presidente insulta un día y al otro pide respeto, en un mensaje totalmente esquizofrénico que sus seguidores interpretan como carta blanca para el hostigamiento.

Y al mismo tiempo, se demanda que los críticos “se serenen”.  Se desacredita no solo a las capitalistas calificadoras por bajar las expectativas de crecimiento, sino también a la CEPAL y hasta al Banco de México; se amenaza con desaparecer poderes de los estados o deshacer a la Suprema Corte. Se desestima a los expertos, incluso en temas tan delicados como los aeroportuarios; pero son las voces críticas las que deben serenarse.

No hay que ser muy brillante para ver que se está construyendo un partido-estado, hegemónico y absoluto, que tendrá “tolerancia” con la crítica, si bien la verá siempre con desprecio.

Los abucheos son síntoma de esta nueva realidad, en la que el juicio público, sumario y el linchamiento es lo correcto, porque la verdad y el bien están en manos de un líder. No ver esto con preocupación es parte de nuestra falta de cultura democrática.

“Denle chance”, me decía mi amiga, y me sorprende: no hay nadie “no dándole chance de gobernar”.  AMLO está haciendo exactamente lo que quiere y como quiere. A quién no se le está dando chance, ya ni en las conversaciones cotidianas, es a quienes señalan errores o decisiones equivocadas.

Al parecer, lo que les queda a los críticos, es esperar ser abucheados y, al final, decir “abuchéame más… al menos así sé que existo”.

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