Adictos a la mierda

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Puedes escuchar este texto narrado por L’amargeitor dándole click aquí:

Las últimas semanas hemos visto una cascada interminable de “noticias” catastróficas de personajes “famosos”. Ahí estamos todos, opinando, condenando, juzgando, compartiendo y atragantándonos cada minuto para tener toda la “información”, no perdernos el más mínimo detalle y volviéndonos, por supuesto, expertos en el tema.

Que si el Checo fue o no infiel, que si eres team Amber o team Johnny, que si Piqué le pintó el cuerno con quién, que si la Princesa Kate es, o no, buena mamá, que si ingresaron al hospital a Shakira con una crisis de ansiedad, o que siempre no, que fue a su papá.

A ver…

Claro que estar al pendiente de la vida de los famosos no es nuevo, antes de las redes sociales consumíamos revistas que tenían la misma intención: chismear. Lo que sucede ahora es que ya ni siquiera tenemos que irlo a buscar, hoy el bombardeo sucede cuando te metes a cualquier red, y es escalofriante.

Los medios no quieren dejar ir, tampoco, ni un granito de información ni, por supuesto, desaprovechar la oportunidad de sacarle hasta la última gota a cualquier nota; viven de nosotros, los que consumimos eso que ellos publican y resulta que lo que nos gusta consumir es, casi siempre, mierda. Somos adictos a la mierda.

Entre más sangre, más terrorífica la imagen, entre más celulitis le podemos ver a esa que siempre nos ha parecido perfecta, entre más cara de descompuesta traiga la famosa, y más dolor refleje el entierro de quién sabe quién, mejor. La mayoría de los medios han perdido cualquier tipo de pudor y se han vuelto asquerosamente sensacionalistas.

No conformes con eso de ver, decidimos opinar. Eso tampoco es novedad, las sociedades siempre han sido opinadoras, pero lo que ahora me parece fatal es que nos dedicamos a juzgar y, si me apuran tantito, crucificar a estos personajes y subirnos a la avalancha de apedreo mundial olvidándonos de dos cosas fundamentales antes de poder opinar de cualquier cosa:

La primera es que lo que vemos es solamente un lado de la historia. No tenemos contexto y, por lo tanto, emitir una opinión debería estar prohibido. Uno nunca sabe qué hay detrás de lo que estamos viendo, de cualquier conducta, de cualquier historia que, además, desde mi punto de vista, siempre tendrá tres versiones: la de un lado, la del otro, y la verdad.

La segunda es que se nos ha olvidado que todas estas personas que vemos y admiramos como dioses son, simplemente, humanos…

Personas que están, igual que tu y que yo, lidiando con su vida.

Tratando de educar a sus hijos, sin ahorcarlos en el proceso. Trabajando e intentando dar resultados en sus profesiones bajo la supervisión de, no uno, millones de “jefes”. Celebrando. Sufriendo. Luchando. Separándose. Sobrellevando pérdidas, achaques, retos. Tratando de tener vida, a pesar de estar en la mira perpetuamente cosa que no solo les afecta a ellos, sino a todo su entorno y sus significant others. Pobres cabrones.

Se nos olvida que lo único que nos compete en cuanto a Checo es cómo maneja ese coche, no si se le pasaron las cucharadas, si fue o no infiel o si su esposa está, o no, furiosa. Que no deben haber muchas personas en el planeta que no se le hayan pasado un día las cubas y echo alguna pendejada. Que chance ni siquiera tomó tanto y la euforia, el cansancio, el desestrés, más uno o dos chupes lo mandaron a la luna. Que podría tener un contrato matrimonial distinto al que la Real Academia dice que debe ser y que la esposa no tenga ni medio problema con su ligue (si es que eso fue ligue, porque se nos olvida también que solo vimos un cachito de una conversación, por más sugestiva que esa sea).

Nos olvidamos que los medios manipulan la información, sacan de contexto, editan, usan lo que saben que más vistas va a tener y están siempre intentando viralizar su material.

Así, por ejemplo, nos saturan con un clip del príncipe Louis de Inglaterra haciéndole trompetillas y tapándole la boca a su mamá y nos lanzamos a decir que “no lo puede controlar” y que “seguro lo cuidan las nanas y ella es pésima mamá” y cuando vemos el video completo, lo qué hay es una familia sentada por horas en un evento eterno con un niñito aburrido y hasta la madre de tener que estar quieto (igual que cualquier niñito de 4 años en cualquier otro evento eterno) y unos papás y abuelos tratando de entretenerlo y ser muuuy pacientes y amorosos (igual que todos hemos tenido que ser y no siempre con buenos resultados) pero además con millones de ojos calificando (o más bien descalificando) el momento desde nuestra “infalible” humanidad.

Y pensaría que no, pero también se nos olvida que a cualquiera que haya sufrido una traición amorosa, una de las cosas que más duelen en el proceso es sentirte un perfecto idiota al descubrir que te estaban pintando el cuerno. La humillación ya es suficientemente culera cuando uno es un simple mortal, no me puedo imaginar si eres una de las personas más famosas del planeta y, literal, todo el mundo está enterado. Tampoco sabemos el estatus de la relación y lo que hizo que alguien fuera a buscar a alguien más. No sabemos nada. Pero juzgamos todo.

Que quede CLARIIIIIISIMO que de ninguna manera apruebo, ni excuso, ni justifico, JAMÁS, una traición, ni cualquier forma de deslealtad. No defiendo, ni entiendo de ninguna manera las trampas, el desgobierno personal, o lo de atropellar a tus seres queridos a costa de tus malas decisiones y en aras de un momento de euforia, calentura, o pendejez. No.

Pero tampoco me parece justo mandar a la hoguera a personajes que admiramos por resbalarse de vez en cuando. Como lo hacemos todos.

El que esté libre de pecado que tire la primera piedra, no mamen, nadie es perfecto. Ni Santo.

Evidentemente alguien que se “resbala” constantemente ya es otra cosa. Pero hablando de hechos aislados, el problema no son ellos, somos nosotros que los hemos vuelto ídolos, cuando solo son personas.

Alguien me decía que lo “grave” de lo que hizo Checo es que es un modelo a seguir para muchos jóvenes y que cómo explicarle a su hija que tanto lo admiraba porque “qué desilusión y cómo protegerla de esa pésima imagen”…se lo dije a ella y se los digo a ustedes: no podemos acomodarle el mundo  a nuestros hijos, ni protegerlos de la mierda humana permanentemente.

Entender que el mundo está lleno de desilusiones es parte de ir creciendo, aprender que no puedes juzgar algo si solo tienes un lado, que las personas son falibles y que cometer un error no te define como persona, ni demerita tus logros. Y que sí, también hay gente mierda en el mundo y ante eso, no hay nada que podamos hacer. Esa es una de las herramientas más útiles en la vida para saber tomar un poco de perspectiva y aprender a ver el panorama completo y ser un poco más objetivos ante los demás y ante nuestra propia vida.

La gente hace pendejadas, todo el tiempo, pero eso no necesariamente hace que la gente sea pendeja (casi siempre, también hay que aprender que sí, efectiva y lamentablemente, también hay muchos pendejos sueltos en el mundo), y eso aplica para nosotros y para ellos, nuestros hijos.

Que sepan que se vale cagarla. Se vale resbalarse, se vale hacerlo mal. A veces, equivocarse, es la única manera de aprender. Que no importa caerse. Lo que sí importa es qué haces después. Cómo enfrentas. Cómo resuelves. Qué aprendiste. Cómo reparas. Cómo te haces responsable de tus pendejadas y malas decisiones. Lo que en inglés se dice: acountability. Y por supuesto, cómo te comprometes, contigo mismo y con los demás, a que algo así no te vuelva a pasar. Qué importante además enseñarles que se vale también darte y dar una segunda oportunidad cuando la persona, o uno mismo, lo amerita.

Al final, lo único que nos tiene que importar del Checo es cómo maneja ese coche. De Shakira si nos gusta o no su nueva canción y de la princesa Kate, pues no sé qué chingados nos tiene que importar más allá de que ojalá tenga un buen coach para ayudarla a lidiar con el estrés de que la gente no te deje de chingar. Y de la historia de Johnny y Amber qué les puedo decir…que evidentemente nadie gana en relaciones tóxicas, que en ese caso perdieron los dos (sobretodo la dignidad) que la violencia en las relaciones es real y sucede en todos sentidos y que haber hecho de una historia terrorífica un reality show escalofriante y participado de él cada minuto, echándole porras (o mierda) a cualquiera de los dos, pero centrándonos en eso de aplastar a una mujer, habla mucho de la jodidez humana, de la urgencia de atender las enfermedades mentales y de que, otra vez, solo ganaron los medios, la violencia y el patriarcado.

La otra cosa que no se nos puede olvidar aprender (y enseñar) es que, seas quién seas, si te resbalas alguien te va a grabar, tu reputación no les va a importar y, de una u otra manera, la van a explotar. Que estamos siempre en riesgo de que nuestras conductas queden documentadas y nuestra reputación destruida,  por eso, nunca hay que dejarse ir como gorda en tobogán. Al menos, públicamente.

Los invito también a revisar qué tipo de medios seguimos y qué caldos queremos, o no engordar. En los medios, o en nuestros propios círculos, dejemos de consumir y compartir mierda que puede lastimar a alguien más.

Seguir medios o personas que solo viven de la desgracia ajena es contribuir a la desgracia de los demás y perder tantito nuestra propia dignidad. Una cosa es estar informados, otra muy distinta compartir, ver, y participar de los (a veces lamentables) episodios humanos de la vida de otros humanos.

Y finalmente solo me queda agradecer, profundamente, que si bien uno nunca está exento de seguir metiendo la pata, mi época de desmadre no sucedió en la terrorífica era de las redes sociales y los paparazzis globalizados. Fiuf.

Otro título de la autora: En los viajes. Y en la vida

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