¿Respetará AMLO el proceso electoral?

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El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) resolvió sobre las restricciones que corresponden a los funcionarios públicos en tiempos electorales. Como sucede en México es necesario que distintos órganos repitan, y vuelvan a repetir, lo que dice la ley porque parece que nadie escucha.

La Constitución plasma criterios muy claros en esta materia. Los servidores públicos pueden dar información sobre temas relacionados con educación, salud y protección civil. La información que proporcionan debe ser estrictamente institucional y ser de interés general.

Les está prohibido dar difusión a obras públicas o logros del gobierno. También está estrictamente prohibido difundir imágenes, voces o símbolos que impliquen propaganda electoral o promoción del funcionario. Además, no les es permitido valorar positivamente 

o negativamente a gobierno y/o partido político alguno.

Si bien estas consideraciones son aplicables a todo el funcionariado público, tienen un objetivo también específico: acotar al presidente en sus expresiones diarias en las mañaneras.

Como se sabe, las mañaneras se justificaron inicialmente por ser supuestamente un ejercicio de información pública sobre la actividad del gobierno federal. Fueron declarados como un acto de transparencia democrática.

Sin embargo, el devenir de ese ejercicio ha sido su reconversión en diarios actos de burda propaganda política del mandatario, exaltando su figura, su partido y atacando a un largo etcétera de enemigos del gobierno: mujeres, feministas, empresarios, periodistas, científicos, académicos, organismos internacionales, gobiernos extranjeros, partidos políticos, coaliciones opositoras, organizaciones ciudadanas, gobernadores, legisladores de oposición, empresas extranjeras, países enteros.

Junto con estos ataques desde “el púlpito más alto de la Nación” el presidente ha resuelto que su estrategia política necesaria para mantenerse, o aferrarse, en el poder es el fomento y la manutención de un ambiente de crispación política y polarización social en México. Prefiere dividir, no unir; imponer, no dialogar; confrontar, no resolver.

Por esto es un gobierno sin resultados tangibles benéficos para la población.

Con esa misma lógica de gobernanza, el Presidente ha justificado violar leyes nacionales bajo el argumento absolutamente falaz de que prefiere aplicar la justicia en vez del derecho. Claro, para ello él decide qué es justo y qué no lo es.

López Obrador es, por tanto, un gobernante que, impelido a imponer su voluntad sobre una sociedad resistente a ello, ha optado por el uso indiscriminado de la fuerza del Estado en todas sus facetas: investigaciones judiciales, investigación de impuestos, divulgación pública de información confidencial, escuchas telefónicas ilegales junto con otros métodos de espionaje, arrestos y arraigos judiciales fuera de la ley, intimidación con amenazas públicas. Y todo ello aderezado con la amenaza mayor: la militarización de la función pública y la aparente prestancia a emplear a las fuerzas armadas para aplacar protestas sociales, como es el caso del Tren Maya, donde el ejército, con su presencia y responsabilidad en el proyecto, en realidad funciona para intimidar a los pueblos originarios opuestos al proyecto, como el EZLN.

Para el presidente ganar la elección es cosa de vida o muerte para su proyecto político.

Por ello va a emplear toda su fuerza y prestigio, capacidad de presión y chantaje, para ganar. El problema es que su partido está en un proceso declinante, como lo demuestran las encuestas ante el inicio del proceso electoral.

En noviembre pasado Morena arrasaba en las elecciones federales y estatales. En abril, y a dos meses de la jornada comicial, la coalición opositora ha empatado con la coalición oficialista. Las tendencias indican que Morena está perdiendo votos progresivamente mientras la coalición opositora incrementa su caudal de apoyos.

En ese contexto electoral competido, ¿qué se puede esperar de un presidente con las conductas que conocemos de sobra? De entrada, no respetará las indicaciones del árbitro electoral y violará la ley, diciendo que no es florero ni tapadera de nadie. Lo que hemos escuchado mil veces.

Pero peor, ¿es esa la actitud de un demócrata respetuoso de la voluntad popular? ¿Respetará resultados que le son adversos?

Es fácil deducir que no respetará las reglas que son aplicables al resto de los contendientes. Y está dispuesto a insertar a México en la larga lista mundial de Estados fallidos.

@rpascoep

Más del autor: El marcador electoral se mueve.

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