Caminar entre muertos

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La pandemia y las víctimas de AMLO

Hay ocasiones en que la política como confrontación debería asumir una tregua y dar paso a la política como cooperación, aun cuando sea por breve tiempo. Es el caso de las crisis en materia de protección civil provocadas por sismos, tsunamis, huracanes, inundaciones, erupciones, etcétera, o en materia sanitaria causadas por accidentes, epidemias o pandemias.

Ante estas emergencias lo prioritario es enfrentar con rapidez los inminentes peligros, evitar que la pérdida de bienes materiales sea cuantiosa y, sobre todo, impedir que sea elevado el número de heridos y fallecidos. 

Resulta, por decir lo menos, fuera de lugar continuar las confrontaciones políticas cuando se están rescatando cuerpos de los escombros, los familiares de las víctimas velan a sus muertos o se continúan acumulando miles de fallecimientos por la pandemia.

Sin embargo, es común que nuestros políticos hagan gala de insensibilidad y en lugar de cooperar ante los estragos de la tragedia, traten de utilizarla para lucrar políticamente y obtener ventajas sobre sus adversarios

Si este comportamiento es rechazable en cualquier político, más lo es cuando se trata de gobernantes pues están en ejercicio del poder y detentan los recursos que les han sido conferidos por la sociedad. Lamentablemente, en nuestro país hemos tenido recientes ejemplos de ese comportamiento político que carece de la más elemental ética, aunque predique y trate de aparentar lo contrario. 

El 7 de septiembre de 2017, cuando sucedió el sismo que golpeó a Chiapas y Oaxaca, AMLO se encontraba en una gira por Estados Unidos y países europeos. Al regresar, informó que la gira había sido un éxito y que lo único que lo entristecía era “llevar a cuestas el sufrimiento de la gente a causa del terremoto”, y dijo que Morena haría lo que estuviera a su alcance para ayudar a los damnificados.

Días después, al ocurrir el sismo del 19 de septiembre y agravarse la emergencia López Obrador dio a conocer la creación del Fideicomiso Por los Demás, instrumento que le permitió, durante la campaña electoral, distribuir dinero entre un sector del electorado, en este caso los damnificados.

AMLO, siendo candidato a la presidencia de la República, informaba puntualmente de los avances en la dispersión del dinero por parte del Fideicomiso. Ante ello, el Consejo General del INE consideró que Morena había incurrido en un delito electoral y aplicó una sanción; finalmente, el Tribunal Electoral revocó dicha sanción.

En la conferencia mañanera del 9 de junio, cuando según las cifras oficiales el país llegó a las 15,357 defunciones por COVID-19, el presidente presentó, a manera de denuncia, un documento del que, dijo, no había comprobado su origen ni su autenticidad. 

No obstante, el documento fue leído para dar a conocer la supuesta existencia del Bloque Opositor Amplio (BOA). En el documento, en el que se involucraba a partidos y personajes que fueron mencionados en la conferencia mañanera, se describe la estrategia electoral del BOA para ganar las elecciones de 2021, con lo que, por cierto, no se cometería ilegalidad alguna.

Aun cuando fue prácticamente unánime el desmentido por parte de los partidos y personajes mencionados como promotores del BOA, esta cuestionable maniobra presidencial fue interpretada como una provocación a los partidos de oposición y un mensaje de que el presidente ya había iniciado su estrategia hacia las elecciones de 2021. 

Y es verdad, desde esa fecha se han acelerado los preparativos electorales, a pesar de los más de 50,000 fallecidos por la pandemia, sin incluir el subregistro.

Un tercer episodio es la reciente y desconcertante decisión presidencial de que en todas las instituciones públicas, a las 12: 00 h, se rinda un homenaje de un minuto de silencio en honor a los fallecidos por COVID-19, y un minuto de aplausos en honor al personal médico. 

¿Es eso lo que necesitamos cuando las cifras de la pandemia ya son verdaderamente de alarma y crecen las críticas a la estrategia gubernamental para enfrentarla? ¿Por qué no, mejor, hacer un alto en el camino y evaluar seriamente la estrategia aplicada hasta ahora?

En realidad, este asunto del homenaje diario a los miles y miles de muertos fue concebido no tanto desde los nobles sentimientos gubernamentales de solidaridad frente al dolor, sino como un recurso político de baja monta. 

El presidente sabe que la cifra de fallecidos es terrible y que lo será todavía más ya que seguirá creciendo, y sabe también que esta cifra puede ser un filosa arma en manos de sus críticos y opositores si es que logran hacer de ella una bandera que cale hondo en la sociedad. Por ello, el presidente trata de adelantarse y de “apropiarse” afectiva y políticamente de los fallecidos y sus familiares. 

El presidente parece decir “estos son mis muertos, no su bandera política”, y para demostrarlo se hará un homenaje cada 24 horas.

En realidad, no debe causar sorpresa que se haga política caminando entre muertos y que se utilicen las desgracias y el dolor ajenos para lucrar políticamente. Siempre ha sido así, también cuando, como ahora, el humanismo está sólo en el discurso y no tiene cabida en las decisiones políticas pragmáticas a las que la ética les estorba.

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