Como la humedad que nos invade

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Lentamente, como la humedad que invade todos los rincones de las casas, la represión se está convirtiendo en el corazón del método de gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Como en todas las sociedades, la represión no es solo el uso de la fuerza física contra los individuos, las comunidades, los opositores. Es una expresión de la época. Un estudio reciente de Human Rights Watch habla de cómo la pandemia mundial de la COVID-19 está siendo aprovechada por distintos regímenes autoritarios para controlar, disminuir o eliminar derechos y opositores a sus regímenes.

En el caso de México, Human Rights Watch (HRW) ha declarado que “El comportamiento del presidente López Obrador de cara a la crisis de la COVID-19 es un ejemplo sumamente peligroso que amenaza la salud de los mexicanos”.  Señala, además, que “Ha mostrado una renuencia indignante a brindar información precisa y comprobada sobre los riesgos de un virus que ya ha matado a miles…”

En un ambiente nacional donde la palabra presidencial es una orden para sus subordinados, el ejercicio diario de denigrar, acusar, ofender y amenazar a sus supuestos o reales opositores da línea a la represión. Así, sus siervos, como el “historiador” Paco Ignacio Taibo, exigen que los críticos se vayan del país. ¿Su lógica? Que México es un país de pensamiento único, todos iguales, como en la novela 1984, dictado desde el líder hacia abajo.   

En la misma lógica, Santiago Nieto, titular de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), dependiente de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, utiliza a sus sabuesos para congelar cuentas de los opositores del momento: a Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, empresarios que critican las políticas económicas del gobierno, intelectuales que publican textos en defensa de la democracia y las libertades, periodistas a quienes no se les pide sino se les exige irse del país, a líderes campesinos que protestan la política de uso de la Guardia Nacional para reprimir y asesinar a quienes defienden su derecho al agua, junto con la aparente complicidad gubernamental con distintas facciones del crimen organizado.

La risa burlona, sarcástica y desde una supuesta altivez moral del presidente les autoriza a sus subordinados a hacer lo mismo. López-Gatell responde a la propuesta seria y experimentada de varios exsecretarios de Salud de México sobre la mejor forma de manejar la pandemia sanitaria con burla y desprecio. Ni los ve ni los escucha. Mientras tanto, siguen muriendo miles de mexicanos, muchos más que el umbral “catastrófico” de 60 mil muertes que el propio López-Gatell había indicado como prácticamente imposible de alcanzar. Ante la muerte de tantas y tantos mexicanos, tenemos un gobierno que se ríe. ¿De qué se ríe?

Crecientemente la sociedad ve en este intento del régimen por esconderse detrás de la confusión y caos que generan la pandemia, la recesión económica y la violencia de los criminales como lo que es: un intento por esconder la lacerante realidad nacional. 

La ciudadanía no se engaña: mientras el presidente jura que todo va bien y que nunca habíamos estado mejor, la vida diaria de 130 millones de mexicanos empobrece y empeora.

Empieza la rebelión contra el estado de cosas, desde abajo y expresándose en todos los rincones del país. También como la humedad, aparecen conflictos en ámbitos donde antes no los había. El desgobierno, la ineficacia, la nueva y voraz corrupción: son los signos de los nuevos tiempos mexicanos.

La intención de reprimir ya es una constante de este gobierno, como lo es, también, la creciente resistencia social a este estado de cosas y al rumbo que está tomando la nación. La decisión es cada vez más nítida: libertad o autoritarismo. 

México deberá decidir.      

@rpascoep

Otro título del autor: Arenas movedizas de Morena

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