La embestida de la barbarie contra la ciencia

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Uno de los frentes estratégicos que son blanco del Gobierno Federal, en su tarea retrógrada de demoler las bases en que debe sustentarse el desarrollo del país, es la cultura científica y el sistema institucional responsable de impulsar la ciencia, la tecnología y la innovación

Desde el propio poder ejecutivo se estigmatiza el afán de estudiar, el aspirar a superarse, el pretender desplegar una vocación por el conocimiento, el prepararse en alguna universidad de otro país, el ser parte de la comunidad científica y, por supuesto, el ostentar títulos de postgrado. 

Esta labor destructiva se ha hecho más crítica durante los últimos meses con medidas como la cancelación de recursos económicos al Foro Consultivo Científico y Tecnológico, la desaparición de 65 fideicomisos dedicados a apoyar a la ciencia, la eliminación de los incentivos económicos a los investigadores de universidades privadas afiliados al Sistema Nacional de Investigadores, la acusación a la iniciativa privada de que “maneja en forma corrupta los fondos de investigación y desarrollo tecnológico” y, en estos días recientes, la persecución de destacados integrantes de la comunidad científica como si fueran parte de la delincuencia organizada. 

La estulticia y ruindad con la que el Gobierno Federal y la fiscalía lanzan esta imputación no tienen límites; carece de sustento real, como lo valoran los jueces que han rechazado en dos ocasiones las solicitudes de órdenes  de aprehensión.

Creo que ya está bastante difundida la idea de que lo fundamental para que un país pueda crecer y ofrecer un mejor nivel de vida a sus habitantes, es su capacidad para desarrollar o asimilar el conocimiento científico, para impulsar el cambio tecnológico y para innovar permanentemente. 

Hace algunas décadas, es posible que aún tuvieran un gran peso en el desarrollo económico la posesión de materias primas y de capital, pero en la realidad que vivimos hoy es fundamental la capacidad de emprender y de desarrollar nuevas soluciones a nuestras necesidades en los diferentes ámbitos de la vida. Y esto significa desarrollo del conocimiento, cambio tecnológico e innovación. 

En este contexto, resulta inexplicable la postura del Gobierno Federal para erosionar las bases mismas de la educación y de la actividad científica. Es precisamente hoy, con la crisis sanitaria, económica, ambiental y un alto potencial de conflictividad política y social, cuando más necesitamos fortalecer el sistema de ciencia e innovación de nuestro país

Además de la embestida que ha desatado el Gobierno Federal, hay que considerar que, según los datos de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), México ocupa uno de los últimos lugares entre los países de esta organización en cuanto a la inversión que destina al rubro de ciencia, tecnología e innovación respecto del PIB: tan solo un  0.38 %, mientras que el promedio es de un 2.4 %. 

A esto habría que agregar que en el país contamos con una plantilla de investigación nueve veces menor, se publican casi seis veces menos artículos de investigación y se realizan veinte veces menos aplicaciones de patentes en las principales oficinas de propiedad intelectual, entre otras deficiencias. Lo más grave es que todo esto nos coloca en los peores lugares internacionales de innovación y competitividad. 

La ceguera que provoca el autoritarismo no permite ver lo que pasa en el mundo: un  proceso de cambio tecnológico acelerado, estimulado ahora con la pandemia, que amenaza con trastocar radicalmente nuestro sistema de vida y, si no nos preparamos para asimilarlo adecuadamente, puede provocar una situación catastrófica en el mercado laboral y en el conjunto de nuestra economía. Pero la propuesta que parece hacerse desde el Gobierno es transitar de la tecnología de la inteligencia artificial a la tecnología del trapiche; o sea, para atrás. 

Es necesario exigir desde el Poder Legislativo una redefinición de la política pública en materia de ciencia, tecnología e innovación, incrementar los recursos presupuestales, mejorar el andamiaje institucional y, sobre todo, lograr que se entienda desde el Gobierno el alto valor que tiene la actividad de la ciencia y la innovación para impulsar el desarrollo de México.  

Urge que cese la embestida de la barbarie a la ciencia.

Por Oscar Pimentel

Otra colaboración del autor: La migración y el cambio global

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