Conspiraciones

Compartir:

- Advertisement -

El 93.7% de los serbios de Kosovo cree que la industria farmacéutica creó el virus SARS-CoV-2, responsable de la enfermedad por coronavirus. A la vez, un 89.6% del mismo grupo afirma que la industria farmacéutica tiene pensado negar la vacuna a la población. 

Esto quiere decir que por lo menos un 83.3% de este grupo poblacional cree que las farmacéuticas crearon el virus y después nos negarán el medio para evitar su propagación.

Si esto fuera así, los gerentes de las farmacéuticas tienen ideas muy curiosas sobre cómo llevar un negocio o son los personajes más destructivos de la historia desde que Dios envió un diluvio a acabar con la humanidad nomás porque su creación lo tenía fastidiado. 

No hace sentido, realmente. Pero una de las características distintivas de las teorías de la conspiración es, precisamente, la de no hacer sentido. La película JFK (Oliver Stone, 1991) es fascinante porque construye una sola teoría de la conspiración a partir de múltiples teorías de la conspiración sobre el asesinato de Kennedy. Este delirio es posible porque la consistencia lógica del relato es lo de menos para quienes elaboran y difunden estos cuentos.

Pero hay de cuentos a cuentos. Cuando tu cuate El Malacopa afirma que el alunizaje fue filmado en Hollywood por Stanley Kubrick, no le hace daño a nadie. Tal vez te sientas obligado a decir que tú no lo llevaste a la fiesta, que lo acabas de conocer, pero no hay realmente un peligro involucrado. 

El asunto es diferente cuando se trata de teorías de la conspiración relacionadas con la pandemia, especialmente en momentos en los que se vislumbra el fin de la crisis sanitaria gracias a la existencia de vacunas.

Algunas de estas teorías afirman que el virus fue una creación deliberada (además de las farmacéuticas, se ha culpado a los gobiernos chino y norteamericano), mientras que otras plantean que el virus directamente no existe o que la gravedad de la situación es exagerada para afectar algún presidente. 

A esto hay que sumar las teorías de la conspiración alrededor de las vacunas, tan antiguas como las vacunas mismas. Como un virus que muta para adaptarse, en su versión actual estas teorías advierten sobre la inoculación de un microchip que nos pondrá bajo el dominio de Bill Gates, o bien sobre la interferencia de George Soros… porque f#%&ck that guy.

El problema con los conspiracionistas es su dialéctica: unen la teoría con la práctica. Un estudio de D. Romer y K. H. Jamieson publicado en Social Science & Medicine muestra que la creencia en teorías de la conspiración relacionadas con la pandemia tiene un efecto negativo sobre el uso del cubrebocas. Este efecto es tanto directo como indirecto, al reducir la percepción del riesgo que representa la enfermedad. Los conspiracionistas también son menos propensos a recurrir a una vacuna que los protegiera contra el coronavirus. En este caso se añade un segundo mediador, pues son más dados a creer que las vacunas son dañinas. 

En ausencia de vacunas, la negativa de los conspiracionistas a usar cubrebocas es de hecho parte del problema: por ser una enfermedad contagiosa, los riesgos asumidos por un individuo se transfieren a quienes lo rodean. Con la vacuna no es así. Si yo me vacuno soy inmune a la irresponsabilidad de los otros. Más aún, los conspiracionistas que me rodean se benefician de mi responsabilidad, pues están a salvo conmigo, aunque no se vacunen.

Entonces, con las vacunas los conspiracionistas a lo mucho sólo se dañan a sí mismos… si no fuera por su praxis. Lamentablemente, tienen un perfil proselitista que los mueve a convertir a otros, y parece que tienen éxito entre las personas sin un punto de vista definido. Es decir que los conspiracionistas dañan a otros a través de la difusión de sus opiniones.

Prohibir la expresión de ideas de cierto tipo es incompatible con los principios democráticos. La persuasión tampoco es una opción, pues los conspiracionistas son inmunes a la evidencia. Una característica típica de las teorías de la conspiración es que son “infalsables”: no existe evidencia que las podría refutar. Esto no es debido a su solidez. Las explicaciones científicas son expuestas a la posibilidad de ser refutadas por la evidencia empírica, y las aceptamos una vez que pasan esa prueba. Pero es inútil referir a los conspiracionistas los resultados de la investigación científica: típicamente están predispuestos a rechazar el punto de vista experto.

Entonces, nuestras defensas contra el daño potencial de estas teorías están dadas por nuestro escepticismo. Por regla general, información ultraconfidencial (“Soros es dueño de Pfizer”) revelada por medios informales (cadenas de WhatsApp) sin firma no tienen credibilidad. Igualmente, no existen entidades colectivas como “los científicos” o “los expertos” o “los chinos”. No se debe creer en afirmaciones como “los científicos dudan de la vacuna”. Lo apropiado es citar a personas con nombre y apellido que trabajan en instituciones concretas y realizan investigaciones que, siguiendo un protocolo, producen hallazgos específicos. 

A veces se atribuye la teoría a una organización con un nombre que nunca has escuchado pero que suena seria, como “Médicos por la verdad Canadá”. Tras dos minutos en Google, es claro que esa organización sólo existe en páginas que la citan, pero no se puede dar con ella de manera directa.

De hecho, hay organizaciones que se dedican a dar seguimiento a estas teorías y a desmentirlas con evidencia objetiva, que en última instancia es el único juez para definir si una afirmación es falsa o verdadera. Si lo piensas, no hay razón para poner tu salud en manos de tu cuate El Paranoias, el que te “abre los ojos”, si es incapaz de respaldar con información verificable sus dudas sobre las vacunas.

Hay evidencia a favor de las vacunas y, mientras te toca el turno, recomienda la distancia social y el uso de cubrebocas. La presenta un grupo de personas con nombre y apellido, recurriendo a procedimientos públicos, objetivos, transparentes, verificables y refutables. Y si, estas personas forman parte de una conspiración a escala global por mantenerte vivo, y francamente deberías ser parte de ella.

Otro título del autor: ¿Tenemos que hablar de López-Gatell?

SUSCRÍBETE A NUESTRO NEWSLETTER

Recibe las noticias más relevantes de México cada mañana, inicia tu día informado.