La patraña de la política ambiental

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Como en casi todos los rubros que competen a la responsabilidad del Gobierno Federal, la política ambiental padece de una severa disociación entre lo que se dice y lo que realmente se hace; es política pública hecha de patrañas. 

Hace unos días que dio inicio en Glasgow, Reino Unido, la cumbre mundial conocida como Conferencia de las Partes (COP) en su edición 26, un mecanismo de las Naciones Unidas para analizar la situación del cambio climático en el planeta y propiciar  compromisos de todos los países para mitigar la emergencia ambiental. En la pasada reunión, COP 25, se adoptó el Acuerdo de París con metas específicas y obligaciones que deben cumplir las naciones participantes, para reducir la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera. 

La participación de México en la COP 26  ha sido verdaderamente forzada e insustancial. Cuando el propio secretario General de la ONU, Antonio Guterres, señala que “estamos cavando nuestra propia tumba” al no hacer lo necesario para detener el cambio climático, y el Primer Ministro inglés, Boris Johnson, afirma que “estamos a un minuto de la medianoche” para referirse a la inminente catástrofe ambiental, el presidente Mexicano -que no asistió a la cumbre- se mofa de la prioridad que se le otorga al cambio climático, y aún así presume que los acuerdos en materia de combate a la deforestación que se lograron en la cumbre son motivados por sus propuestas, algo completamente falso ya que son resultado de muchos años de trabajo de los países participantes. 

Mientras que la comunidad internacional se afana en reducir el consumo de combustibles fósiles para generar menos emisiones de efecto invernadero, en México se propone una contrarreforma energética que se sustenta en cancelar los proyectos de energías renovables, se prioriza el consumo de carbón y combustóleo para producir electricidad y se construye la refinería de Dos Bocas.

Mientras que la mayoría de los países buscan detener la tala de sus bosques y proteger sus áreas naturales, en México se construye el Tren Maya que significa el inicio de la devastación masiva de la segunda masa forestal más importante del planeta y se ejecuta el programa Sembrando Vida con el objetivo de reforestar, pero el estímulo económico que se otorga a los campesinos produce exactamente el efecto contrario; la gente tala y desmonta para tener predios con los cuales inscribirse en el programa. 

Así, según los datos del Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés), «Sembrando Vida» pudo haber incentivado la pérdida de  más de 72 mil hectáreas. Son dádivas económicas para el control político y electoral, disfrazadas de estrategia ambiental. 

Con la información científicamente probada que ha presentado el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas, debería ser claro que el tema no es una moda ni una conspiración de las sectas neoliberales o de los demonios conservadores; es una amenaza real cuyos efectos ya se han comenzado a sentir. Recapacitar sobre esto implica, no solo cambiar la política ambiental, sino un replanteamiento de todo el modelo de desarrollo, lo cual no parece posible en un régimen político que conduce al país hacia un retroceso acelerado. 

El primer paso es fortalecer la conciencia ciudadana. Tolerancia cero a las patrañas como sustento de las acciones gubernamentales. Debate abierto y constructivo de alternativas. Estimular el pensamiento, libre, crítico y constructivo; no caer en el dogmatismo y en la trampa de la confrontación. Tenemos que forjar una opción política capaz de procesar las nuevas realidades y adoptar una agenda de lo que tenemos que hacer para rescatar este país y hacer frente a los problemas que nos plantea el cambio global.

Por Oscar Pimentel

https://oscarpimentel.com

Otra colaboración del autor: La contrarreforma contra México

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