Desenrédate

Compartir:

- Advertisement -

Puedes escuchar este texto narrado por L’amargeitor dándole click aquí:

Ustedes no lo saben, pero una de mis profesiones frustradas (y de las cosas que más me gustan en la vida desde que tengo como cuatro años) es la joyería. Me encanta “adornarme”, colgarme, comprarme, o simplemente, pasearme enfrente de las vitrinas donde hay cositas que brillan. No sé si es un placer culposo, pero sin duda es un placer de esos muy banales que, confieso, tengo.

Así pues, soy poseedora de muuuchas cadenitas y colguijes varios y vivo bajo la premisa de que uno nunca puede tener “demasiados” (igual que nunca se puede comer suficiente chocolate).

Aparte de que ya saben qué regalarme, si ocupan, este dato es relevante por la reflexión que, si me permiten, hoy les vengo a compartir. Resultase ser que desde hace un par de años no había usado varias de esas cadenitas porque estaban en una cajita completa, y literalmente, hechas bola. Cada vez que abría la mentada cajita sacaba la maraña, medio trataba de desenredarla y después de unos muy pocos intentos y un enorme sentimiento de desesperación, abandonaba la misión desalentada pensando ¿quién chingados me podría ayudar a desenredar ese desmadre? ¡Estoy dispuesta a darle dinero a quién me lo resuelva y me ahorre enfrentarme a este infierno!, pensaba, porque sí, si ustedes no lo saben, sí puede ser un infierno máximo desenredar cadenitas.

Así pasaron esos añitos: yo viendo la pelotera sin querer o poder resolverla, hasta que estas últimas vacaciones en donde estuve encerrada en mi casa una semana (qué delicia máxima es esa semana entre navidad y año nuevo en donde el tiempo se detiene y el universo deja de existir #takemeback) y, arreglando mis clósets, me encontré la mentada maraña. Esta vez, en lugar de volverla a guardar, fui por una charola, puse el terrorífico enjambre y me instalé frente a una ventana (por aquello de la luz y mis ojos de edad avanzada) y, sin haberlo planeado decidí que, esa semana, el objetivo sería deshacer ese pinche lío de una pinche vez.

A la causa se me unió el de 15 que resultase ser es un gran armador y desarmador de cosas y a quién los retos así, lejos de huirles como su mamá, le representan un incentivo. Durante una semana, a veces por turnos, a veces juntos, fuimos desenredando ese desmadre y pegando gritos de euforia cada que alguien lograba liberar una parte de esa pesadilla. Me pasé muchas horas sentada frente a esa ventana, buscando maneras, agarrando técnica, armando una estrategia, buscando herramientas y, sin darme cuenta, fue dejando de ser un infierno y se fue convirtiendo en un proyecto, un objetivo, una fuente de satisfacción y una oportunidad para meterme en mi cabeza y escuchar qué me decía.

El objetivo se cumplió. Liberé todas las cadenitas y lo celebré con un happy dance eufórico que en una primera etapa le dio pena a mis hijos y en la segunda hizo que murieran de las carcajadas.

Las cadenitas evidentemente no son el tema, el tema es lo que pasó por mi cabeza mientras desenredaba las cadenitas. Y es que entre más tiempo pasaba ahí sentada, más me parecía que la situación era una gran analogía de la vida.

La vida se nos hace bolas, regularmente.

Hay bolas que se tienen que desenredar en calidad de urgente porque si no, la vida no funciona. Y otras que, como las cadenitas, puedes ignorar por años (o por siempre) y dejarlas guardadas en la profundidad de nuestras cajitas emocionales o, lo que es lo mismo, hacernos pendejos indefinidamente y hacer como que no pasan, ni existen, ni suceden. Ni nos duelen.

La razón por la que hacemos eso es muy sencilla: nos da hueva, o miedo. Enfrentarnos a las cosas difíciles y los pequeños infiernos da muchísima flojera y es infinitamente más fácil hacer como que no suceden o incluso pensar que en realidad, ni nos hace tanta falta arreglarlo porque “al fin que tenemos otras cadenitas”.

Pero en realidad, lo más difícil es tomar la decisión de empezar. Lo que no quiere decir que deshacer el nudo vaya a ser fácil. Ni rápido. Ni cómodo. Si así fuera nadie guardaría pendientes por años. Pero tomar la decisión de resolver una situación pendiente es sin duda el primer gran paso.

Resulta que cuando uno se da a la tarea de empezar, lo demás va sucediendo, los caminos se van abriendo. El principio no es sencillo y el panorama se siente abrumador pero, poco a poco, y teniendo muuucha paciencia, los nudos se van aflojando, la tensión va desapareciendo y eso permite que de pronto, sin darte cuenta, puedas sacar una parte de una de todas esas cadenitas, y luego otra, y luego ¡por fin! logras sacar una entera y la satisfacción que eso te genera te motiva a empezar de nuevo pero esta vez, con más técnica, con experiencia, con personas que te acompañan y después, conforme vas pudiendo, vas viendo que puedes sola y que, de hecho, no solo no necesitas a alguien que te ayude en el proyecto, sino que estás disfrutando hacerlo sola.

Hay muchas situaciones de las que quisiéramos escapar o que alguien más se hiciera cargo de arreglarlas, muchas, pero (no sé si ya se dieron cuenta) no va a suceder, entonces pues solo hay de dos sopas: hacernos pendejos indefinidamente o sentarnos enfrente de la maraña y ver por dónde diablos empezamos a sacarle una hebra.

La vida se trata de ir desenredando cosas continuamente y es importante saber que el objetivo no solo es tener las cadenitas separadas, sino las cosas que vamos aprendiendo en cada proceso de desenrede.

Se trata de la satisfacción que da resolver cosas que pensábamos que nunca íbamos a poder. De la paz que se siente cuando deshacemos un nudito o el proyecto completo. De aprender a desenredarnos regularmente de cosas, situaciones, relaciones y personas, un nudo a la vez.

Y que, idéntico que con las cadenitas: hay que tenerse mucha paciencia, buscar maneras, buscar aliados, buscar herramientas, no claudicar, sentarse diario en esa silla ( o sea ser muy constantes), asegurarse de tener buena luz para ver el camino y sobre todo: confiar en uno mismo.

Que este 2023 tengamos bien presente que lo único que necesitamos para resolver cualquier pinche nudo, es querer resolver el pinche nudo, de una pinche vez.

SUSCRÍBETE A NUESTRO NEWSLETTER

Recibe las noticias más relevantes de México cada mañana, inicia tu día informado.