Lloro porque en México todos los días, son días de muertos

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Me gustaría decir que en México sólo el 2 de noviembre se celebra el Día de Muertos, pero hace muchos años sobrevivimos muertos por minuto

Hace mucho tiempo que al querer sembrar un árbol desenterramos un muerto. Hace mucho tiempo que lloramos la muerte que nunca muere y la vida de los vivos que no regresa.

Este año, en especial, la realidad es que la muerte danza silenciosamente entre nosotros. Una larga fila, sin discriminar edad ni sexo, se hace más grande cada día. Hombres y mujeres que sin saberlo están contagiados, están contagiando y van a morir. Niños y mujeres que morirán de forma violenta hacen fila en su propia ventanilla. Muertos desaparecidos reviven entre los escombros para morir otra vez y matar la esperanza de haber sido encontrados con vida. Muertos sin tumba. 

Muertos que esquivan las camas vacías para morir en las banquetas, en el asiento de atrás del coche o asfixiados mientras duermen. Muertos sin el último adiós. Sin funeral ni despedida

Lloro los que mueren salvando vidas. 

Día de Muertos con los panteones cerrados, porque para salvar a los vivos, hay que encerrar a los muertos

Años y años encerrados en las casas muertos de miedo por morir en las calles. Por una bala que lleve mi apellido o una bala perdida. 

Muerte en los trayectos cortos que caminan las mujeres a la escuela o al trabajo, aterradas, con la mochila al hombro y el riesgo latente de “provocar” a su próximo asesino. Muertas por el simple hecho de ser mujer

Día de muertos para los niños con cáncer por falta de medicinas, o por medicinas adulteradas. Muertes ajenas que haces tuyas. Muertes por corrupción, por desigualdad de oportunidades, por incompetencia.

Por todas esas muertes lloro el llanto y la piel delgada de un rostro desencajado. Lloro el fino aliento que se agota y aparece el hueso. Lloro los muertos boca abajo, contra el polvo y los labios secos. Lloro el campo convertido en panteones, sembrando criptas. Lloro lápidas sin flores. 

Lloro palabras desgastadas y el valor de una lágrima rota. Lloro las carcajadas groseras del asesino al siguiente día. Lloro miradas perdidas y sollozos de miles de madres que reviven la misma muerte todos los días, todos los malditos días.

Lloro mi cobardía. Lloro la complicidad del Ejército y autoridades. Lloro la lectura diaria de muertes desde mi tranquilidad cotidiana. Lloro los noticieros que venden comercializando el desamparo. Lloro las cifras negras y el anonimato en el que mueren. Lloro este gobierno y los gobiernos anteriores. 

Lloro la muerte que regresa cada minuto y el genocidio de las almas. Lloro llanto de agua vacía. Lloro sangre seca derramada. Lloro las muertes durante el tiempo que escribí. Lloro las muertes migrantes. Lloro fosas clandestinas.

Lloro porque hace muchos años la muerte se escapa de los panteones para devorarse los altares y a los que quedan vivos. Lloro por el virus incontrolable de la muerte anticipada.

Lloro porque en México, todos los días, son días de muertos.

Más sobre el autor @JoseiRasso: ¿Estamos construyendo o destrozando un país?

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