El tolete bajacaliforniano

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Duerme, duerme votante que la estafa bajacaliforniana vino por ti. 

La evolución de la democracia electoral en nuestro país ha sido larga y tortuosa. Que los votos se cuenten le ha costado la vida o la libertad a centenares de jóvenes, mujeres y hombres anónimos que no buscaban sino ser escuchados. Hoy en día, muchas personas todavía cargan heridas infligidas por un tolete del poder público, de una batalla por defender una boleta electoral, una urna, una casilla, un voto. Y, sin embargo, aquí estamos. Hoy tenemos logros que celebrar, pero sobre todo que cuidar

El que haya elecciones periódicas y resultados confiables requiere de pocas palabras para ser escrito, pero ha costado décadas de batallas en contra del poder político, desde muchas y muy diversas trincheras. Que nuestras elecciones son muy caras, es cierto. Que hoy existen mecanismos no fiscalizados para influir en el voto de las y los ciudadanos, es verdad. Que no hemos logrado traducir más democracia electoral en mejores niveles de desarrollo humano es incuestionable, pero el que podamos confiar en la organización de las elecciones y en el conteo de votos es invaluable. 

Las y los mexicanos queremos vivir en una república democrática, aspiración que se construye todos los días y se puede destruir en un parpadeo por un puñado de chacales. Que ya no existan alquimistas de la política, tan burdos como los que llevaron a Víctor Cervera Pacheco a ocupar dos veces la silla de gobernador de Yucatán, no es producto de un azar afortunado, se pagó con los gritos y sangre de ciudadanas y ciudadanos libres

Nuestra democracia requirió, requiere y requerirá la guardia de hombres y mujeres vigilantes de una democracia todavía incompleta pero no por eso desechable. 

El Congreso de Baja California y tres de sus cinco ayuntamientos le dio gato por liebre a los votantes, al regalarle a Jaime Bonilla Valdez una gubernatura de cinco años y no de dos, como las y los bajacalifornianos habían decidido en junio de este año, con reglas establecidas desde 2014. 

Con su acción, el Congreso Bajacaliforniano se llevó entre las patas el principio de no aplicación retroactiva de la ley, establecido en el artículo 14 y el mandato de elecciones libres, auténticas y periódicas establecido en el artículo 41, ambos de la Constitución. 

La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo, así está escrito en nuestra Constitución. La democracia no es solamente una estructura jurídica y un régimen político, también es un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo, así ordena nuestra Ley Fundamental. 

Y nada de eso le importó al Constituyente bajacaliforniano, el cual este mes, tolete en mano, decidió averiguar qué tanto es tantito e inconstitucionalmente le regaló un 150% de tiempo en el cargo al nuevo gobernador. 

En Baja California se formó una nueva amenaza a nuestra joven democracia electoral. El congreso estatal estafó a las y los electores. Si la chicanada bajacaliforniana resiste el escrutinio del poder judicial y la demanda popular, entonces la mesa estará puesta para que lo mismo suceda desde la Presidencia de la República. 

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