Entre abogados te veas

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En estos días hemos seguido con atención temas de relevancia nacional, que tienen que ver directamente con el entendimiento y alcance de las normas jurídicas. Por ejemplo: si se está cumpliendo o no un tratado internacional con Estados Unidos que nos obliga a entregarle nuestra agua. Si es constitucional o no hacer una consulta popular para enjuiciar a algunos expresidentes. Si se conceden o no amparos que detienen obras públicas millonarias. Si se sanciona o no penalmente a la dueña de un colegio que se derrumbó durante un temblor. 

Estos y otros temas esenciales para la vida pública del país involucran directamente a una profesión en particular: la abogacía. Y este es un buen motivo para voltear a ver a este gremio y analizar si su desempeño y características están a la altura de las circunstancias, por las que atraviesa México. En otras palabras, ¿qué tan profesionales, éticos y comprometidos con el interés público son, en términos generales, las y los abogados? 

Creo que el sentir popular no permite contestar con mucho optimismo esta pregunta. Para empezar ninguna persona le dice a otra “entre abogados te veas”, como una expresión de afecto y buenos deseos. Por el contrario, suele ser una expresión de pesadumbre y malestar. Otro botón de muestra de cómo ve el grueso de la población al gremio de los abogados es la enorme cantidad de chistes que hay alrededor de esta profesión. Muchos de ellos dirigidos a hacer mofa del profesionalismo y ética del gremio (o mejor dicho, la falta de ellas). 

Si bien el sentir popular es un buen punto de partida, no puede ser lo único que se utilice para arribar a conclusiones, respecto la clase y calidad del gremio de abogados. También hay que fijar la mirada en las instituciones que los forjan y las que los agrupan. Universidades y colegios de abogados nos pueden dar una buena idea de cómo serán los abogados que egresan de sus aulas o que formarán parte de su membresía. 

En el caso de las universidades, ¿les enseñan ética profesional desde los primeros semestres? ¿Es una materia obligatoria en su programa académico? ¿Muestran cero tolerancia a prácticas deshonestas como por ejemplo copiar en un examen o plagiar un trabajo? ¿Su permanencia en la universidad únicamente está vinculada a su desempeño académico y a su capacidad de pago o su comportamiento dentro y fuera del plantel también es tomado en cuenta? ¿Realizar una tesis de investigación al final de la carrera es un requisito administrativo o es parte de su formación? 

Preguntas similares son pertinentes respecto a las barras y colegios de profesionales. ¿Para ser admitidos las y los abogados deben aprobar un examen de conocimientos jurídicos y uno de comportamiento ético? ¿Ninguno de los dos? ¿Hay que hacer periódicamente un examen de recertificación de conocimientos? ¿Existe un código de ética que sea vinculante para el ejercicio profesional de su membresía? ¿Hay ejercicios de actualización profesional que sean obligatorios? ¿Hay paridad de género en sus órganos de gobierno? 

¿Cuál es el sentido de la abogacía, preservar el orden jurídico en búsqueda de orden y paz social o combatirlo cuando los intereses privados no encuentran asidero en los intereses públicos? ¿Es verdad que un abogado debe de preferir la justicia por encima de la norma? Ésta y otras preguntas pueden ser abordadas a través de un muy interesante libro recientemente publicado por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y escrito por el Dr. Juan Jesús Garza Onofre, el cual lleva por título Entre abogados te veas

De acuerdo al Dr. Garza Onofre, una buena manera de empezar a responder cuál es la función de los abogados es voltear hacia adentro de la ciencia jurídica y ver cómo entiende ésta al Derecho y a sus operadores jurídicos más numerosos: las y los abogados. ¿Qué dice la filosofía del Derecho de lo que se debe de esperar de un abogado? ¿Solo deben conciliar intereses privados (los de ellos y sus clientes) ante funcionarios públicos (los jueces) o también deben conciliar intereses privados, pero privilegiando la preservación de intereses públicos, como la justicia? 

Uno de los primeros cometidos de esta obra es mostrar la poca atención que se le ha dedicado a este operador desde la Filosofía del Derecho. Dicho de otro modo: hay teorías que tratan de explicar el papel de los jueces y de los legisladores en la creación y cumplimiento del Derecho, pero poco se dice del papel de las y los abogados litigantes

Y esto no es cosa menor para una profesión que muchas veces es vista como un mal necesario y que, además, es ofrecida como opción profesionalizante en un mosaico abrumador de instituciones a lo largo y ancho del país debido a: 1) Una muy mala orientación vocacional. 2) Lo sencillo y barato que resulta montar una escuela de derecho (un profesor todólogo, un pizarrón y un “Burgoa”, un “Tena” y un “Rojina Villegas”). 3) Lo redituable que, erróneamente, se da por hecho que resulta estudiar derecho. 

Reflexionar qué puede y qué debe exigirle la sociedad a sus abogados es indispensable para empezar a construir mejores programas de licenciatura en Derecho, crear mejores prácticas profesiones y, en resumen, que la sociedad tenga un mejor gremio de abogados. 

Uno que participe activamente en la limitación del poder político en beneficio del respeto, protección y proyección del disfrute de los derechos humanos de todos y no solo en la gestión de pretensiones particulares para satisfacer intereses privados. 

En conclusión, el libro del Dr. Garza Onofre es una buena aproximación a reflexionar cómo podemos tener mejores abogadas y abogados, y así construir el camino para tener una mejor sociedad, donde haya personas más libres y autoridades más capaces. 

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