Estrategia contra la pandemia y legitimidad gubernamental

Compartir:

- Advertisement -

Es sabido que existen diversas fuentes de legitimidad. Una de ellas, muy relevante en los regímenes democráticos, es la llamada legitimidad de origen, es decir, la  legitimidad vinculada a la aceptabilidad del procedimiento para acceder a los cargos públicos. No obstante, también es de gran importancia la legitimidad por desempeño gubernamental, aquella que es resultado de la toma de decisiones durante el ejercicio de gobierno y sus consecuencias. 

Desde luego, el mejor escenario para los gobernantes es gozar de ambos tipos de legitimidad, pero mientras la legitimidad de origen queda registrada al momento de iniciar el mandato gubernamental, la legitimidad por desempeño es un recurso escaso ante sociedades exigentes y una aspiración que los gobernantes deben atender durante toda la duración de su mandato.   

La legitimidad de origen de Andrés Manuel López Obrador ha sido reconocida por tirios y troyanos, gracias al incuestionable triunfo que obtuvo en las elecciones de 2018. Sin embargo, la legitimidad por desempeño gubernamental del presidente de la República es un terreno que se disputa día a día entre tirios y troyanos, vale decir, entre el presidente y sus partidarios, por un lado, y sus críticos de diversa índole, por el otro. 

En este marco, el nivel de efectividad que logre la estrategia del gobierno federal frente a la pandemia de coronavirus tendrá importantes repercusiones en la evaluación del desempeño gubernamental y, por lo tanto, en la legitimidad del Presidente y su gobierno. Por la cobertura social involucrada en el problema de la pandemia —prácticamente toda la población— se trata de una coyuntura que presenta oportunidades pero también grandes riesgos para la legitimidad presidencial. En términos de legitimidad es mucho lo que está en juego y, sabemos, la legitimidad está directamente asociada a la capacidad de gobernar. 

Diseñar una estrategia efectiva para enfrentar una pandemia como la actual sin duda tiene una gran complejidad. Son muchas las variables a tomar en cuenta. Las características del nuevo virus, velocidad de expansión, tasa de letalidad, tiempo de incubación, duración en el aire y en diferentes superficies, mecanismos de su acción en el cuerpo humano y otras muchas características del virus deberán ser consideradas. Temas demográficos como la pirámide de edades, distribución y densidad de población en las regiones, estado de salud de diversos sectores sociales e incluso aspectos socioculturales también son relevantes para diseñar una estrategia ante el virus. Asimismo deben estimarse el presupuesto asignado, la infraestructura sanitaria y la capacidad hospitalaria, número de camas disponibles, cantidad de especialistas médicos, reserva de insumos médicos, tiempo estimado en la conversión de áreas hospitalarias y la instalación de hospitales temporales, coordinación entre instituciones de salud, etc. Por supuesto, muchas de estas variables tienen distintas mediciones en cada país, por eso no debe sorprender que cada país aplique una estrategia particular para combatir la pandemia, coincidente o no con otras estrategias.

Además, debe partirse de que por ahora no existe vacuna ni tratamiento médico específico ante el coronavirus y que, además, es un virus “en curso”, es decir, todavía son desconocidas algunas características de su comportamiento. Aun cuando la estrategia ante el nuevo virus tome en cuenta estas y otras muchas variables, es evidente que es ineludible una fuerte carga de incertidumbre con relación al éxito o fracaso de la misma

Uno de los objetivos más importantes de las estrategias nacionales contra el virus es lograr que la demanda de atención a los enfermos graves no rebase la capacidad de atención del sistema hospitalario, por eso se pretende distribuir el número de infectados durante un periodo temporal mayor, es decir, se busca evitar que haya muchos infectados en poco tiempo y así lograr su distribución en un tiempo más amplio, de manera que el sistema hospitalario tenga capacidad de atenderlos adecuadamente e impedir un alto número de fallecimientos.  

Tanto el presidente López Obrador como el subsecretario Hugo López-Gatell han dicho que la estrategia mexicana fue planeada con suficiente anticipación, está fundamentada en conocimiento científico y cuenta con el presupuesto necesario, por lo tanto se puede concluir que no hubo limitaciones para lograr el diseño de una estrategia efectiva. A pesar de ello, esta estrategia ha contado con muy diversos cuestionamientos, por ejemplo, el supuesto retraso en declarar las medidas de aislamiento, suspender la actividad en centros educativos o evitar concentraciones masivas; el uso de mascarillas; el bajo número de pruebas de detección del virus; las carencias en infraestructura e insumos hospitalarios, o la falta de protocolos de de protección al personal de salud.

El hecho es que la evaluación definitiva de la estrategia de combate a la pandemia sólo podrá hacerse al final, cuando ésta haya cedido y podamos conocer los estragos que su paso dejó en la población mexicana. En particular, serán indicadores básicos el número de infectados, si se rebasa o no la capacidad de atención hospitalaria y, sobre todo, la tasa de fallecimientos y su comparación con las de otros países.

Si la estrategia es exitosa, es decir, si en México hay un número relativamente bajo de fallecimientos, sin duda se verá reforzada la legitimidad por desempeño del Presidente y su gobierno; pero si por lo contrario, la estrategia de combate a la pandemia fracasa, si el número de muertos es relativamente alto, entonces la legitimidad presidencial se verá comprometida, además en un contexto de una seria crisis económica que amenaza con provocar más estragos que la propia pandemia de coronavirus. Veremos.

SUSCRÍBETE A NUESTRO NEWSLETTER

Recibe las noticias más relevantes de México cada mañana, inicia tu día informado.