¿No te gustan las reglas de Twitter y Facebook? Fácil: cierra tus cuentas

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Hubo una vez en México en que había muy pocos mecanismos para enterarse de la realidad. Y todos estaban cooptados por el gobierno. Televisoras, radiodifusoras, prensa escrita. Casi todas estaban al servicio del poder político. 

Esa realidad cambió desde finales del siglo pasado. Poco a poco se crearon medios de comunicación que se alejaban de la narrativa oficial y contaban las historias que el poder político y económico no querían que se contaran. 

Y luego llegó internet y llegaron las redes sociales y todo cambió para siempre y para bien. Los usuarios tuvimos miles de opciones para escudriñar la realidad. Desde blogs y medios independientes hasta redes sociales como Twitter y Facebook en el hemisferio occidental.

La realidad, por fin, no le pertenecía a los gobiernos. 

En México, según estimaciones del INEGI, hay unos 39 millones de personas en Twitter y, al menos, 60 millones de usuarios en Facebook. Son números impresionantes, cierto. 

Pero no dejan de ser una minoría frente a los 120 millones que somos.

Aún así, números importantes. 

Pero, ¿qué son Twitter y Facebook? Redes sociales, sí. Pero qué son además de ventanas al mundo y ágoras donde se discute cualquier cosa. Son empresas. Empresas a las que uno decide suscribirse de manera libre y aceptando los famosos Términos y Condiciones que nadie lee.

Bien, partiendo de ese principio, ¿Twitter y Facebook han sido censores de contenido? ¡Claro que sí! Y se les puede criticar por ello. Todos sabemos de las historias macabras sobre redes de pedofilia y explotación sexual que se tejen en esas redes sociales. Sabemos también de casos en los que han sido propagadores de noticias falsas, o de la manera en que pudieron influir, incluso, en la elección presidencial de Estados Unidos.

¿Son empresas poderosas? Sin duda. 

Solo que hay un pequeño detalle. Son empresas poderosas porque nosotros, la ciudadanía, los y las usuarias, les hemos dado ese poder. Estamos en ellas por gusto y decisión propia. Y podemos irnos de ellas cuando queramos también.

Lo cierto es que les hemos conferido de un peso que no deberían de tener en absoluto. Y quitárselos depende de nosotros, también.

El más reciente berrinche colectivo gira en torno a sí Twitter y Facebook debieron o no silenciar las cuentas del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, luego de que sus posteos en esas redes sociales resultaran detonadores de las escenas dantescas que vimos todos el pasado miércoles 6 de enero, cuando una turba de seguidores del mandatario tomaron por asalto el Capitolio estadounidense.

La realidad es que Facebook y Twitter pueden cerrar las cuentas que quieran cuando quieran porque son eso: empresas privadas a las que uno se adhiere de manera voluntaria.

Imaginemos que vamos a un restaurante y un comensal comienza a gritar improperios, romper platos y armar escándalo. ¿El dueño del restaurante tiene derecho a sacar al escandaloso? ¿De hacerlo estaría incurriendo en un acto de censura?

Bueno, lo mismo aplica para las redes sociales. 

Si a uno no le gusta lo que ocurre en ellas tiene dos posibilidades: quejarse amargamente en esas mismas redes sociales o salirse de ellas. Y nadie le dirá nada si hace cualquiera de las dos cosas.

Defender el derecho de Trump a decir en redes sociales cosas que causaron la muerte de 4 personas y pusieron en riesgo la democracia más antigua del mundo es ridículo e infantil. El presidente de Estados Unidos tiene decenas de herramientas de comunicación que puede usar con total libertad para tratar de enviar el mensaje que quiera, así sean los sinsentidos que suele proferir.

Y la ciudadanía tiene el derecho de no verlo ni escucharlo. 

Es muy simple: ¿no le gusta lo que dicen Brozo, Carlos Loret o los moneros de La Jornada ? ¡No los vea!

¿Le molesta Ciro Gómez Leyva? Nunca sintonice el canal 3 en la noche. 

¿Aborrece lo que dice el presidente López Obrador en la mañanera? Bueno, pues no vea la mañanera.

Y finalmente: ¿le parece injusto que Facebook y Twitter hayan censurado a Donald Trump? La solución es simple. Cierre sus cuentas de esas redes sociales. Sirve que así disfruta un poco más de la vida real.

Otro título del autor: El gobierno al que le estorba la ley

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