Los falsos eternos

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En mi lapso de vida he tenido oportunidad de ver cómo caen fuerzas políticas y personajes que parecían eternos, y no lo fueron. Daban la apariencia de que uno podía nacer, crecer, reproducirse y morir y sin duda ellos seguirían allí, eternos, inmarcesibles.

El PRI, por supuesto, es un buen ejemplo, parecía el eterno partido gobernante de México y en el horizonte no se vislumbraba nada ni nadie que pudiera desplazarlo. Cuando en época de elecciones a la gente se le preguntaba por cuál partido votaría, muchas veces la respuesta era “por el PRI, porque el PRI siempre gana”, y quien así contestaba no mostraba resignación, era como si estuviera citando una de las tres leyes de Newton, en este caso una ley “natural” del orden político mexicano. Tuvieron que pasar 71 años, pero el PRI cayó: en 1988 perdió la mayoría calificada en el Congreso de la Unión; en 1997 no alcanzó la mayoría absoluta, y en el 2000 perdió la presidencia de la República. El PRI no fue eterno en el gobierno de México.

Otro ejemplo cercano al anterior es Fidel Velázquez, quien acumuló más de 50 años al frente de la entonces central obrera más poderosa de México, la CTM. Don Fidel fue un líder obrero al servicio del gobierno priista en turno y, por ello, recibió apoyos del Estado para mantener su continuidad al frente del “movimiento obrero organizado”, sujetando a los trabajadores con grilletes corporativos y, si era necesario, reprimiendo a los sindicalistas disidentes o independientes.

En sus últimos años Don Fidel era ya muy viejo y aun así daba conferencias de prensa semanales como dirigente de la CTM, en las que hablaba sin que se le pudiera entender, dada su voz de una persona de avanzada edad. Las televisoras reportaban lo mencionado en la conferencia y, en particular, lo dicho por Don Fidel, pero a su imagen le ponían subtítulos para que los televidentes pudieran entender lo que el líder obrero intentaba decir. La CTM protestó por esta “afrenta” a su líder. En fin, que Fidel Velázquez parecía eterno y tampoco lo fue pues su muerte ocurrió en 1997 y así se evitó la eternidad. 

También pueden citarse ejemplos de otras latitudes, como la Unión Soviética. Surgida de la Revolución de Octubre en 1917, logró consolidarse como una potencia mundial que derrotó al ejército nazi en la II Guerra Mundial, se enfrentó al tú por tú al arrogante poder imperial de los Estados Unidos y puso al primer hombre en el espacio exterior. ¿Quién iba a imaginar que la poderosa Unión Soviética se derrumbaría en tan solo unos días en 1991? 

Hay otro Fidel, el revolucionario. Fidel Castro arribó al poder en Cuba en 1959 al triunfar la revolución por él encabezada, y desde entonces parecía ser el eterno gobernante de la isla. No obstante, su edad y el estado de su salud hicieron que dejara el cargo oficial en 2008, más no el poder, ya que sólo lo fue perdiendo en la medida que se deterioraba su salud, en favor de su hermano Raúl. Hoy los restos de Fidel Castro descansan en el cementerio de Santa Ifigenia

Otro ejemplo más pequeño es el dominio electoral y político logrado por el PRD en el entonces Distrito Federal, hoy Ciudad de México. El PRD llegó al gobierno de la entidad en 1997 al ganar la jefatura de Gobierno el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas, cargo que el PRD mantuvo elección tras elección hasta 2018. Fueron 21 años de gobiernos perredistas y muchos de quienes los formaron también creían que habían llegado para quedarse, como la eternidad. Pero no fue así, por la acumulación de sus muchos errores y decisiones equivocadas el PRD perdió la Ciudad en las elecciones de 2018 y no logró ser eterno. 

Un rasgo común de estas fuerzas y personajes políticos son la soberbia y la arrogancia que se sustentan en su pretendida eternidad en el poder, y ello les lleva a concebir que disponen de un margen de maniobra mucho mayor del que en realidad tienen, a condenar las críticas y no practicar la autocrítica y a subestimar sus propios errores y sus consecuencias. “Lo hago porque puedo” parece ser su divisa. En todos los ejemplos comentados la sensación de seguridad en la continuidad en el poder prohijó abusos sobre los gobernados o los supuestamente representados. 

Lo anterior viene a cuento porque en muchas decisiones del actual gobierno, así como en sus defensores más acérrimos, los males de la soberbia y la arrogancia son cada vez más patentes. Estas actitudes forman un trípode con la polarización, fomentada desde la presidencia de la República mediante la potenciación y manipulación del resentimiento social incubado por siglos de lacerante desigualdad.

 “Lo hago porque puedo” sonó en la cancelación del aeropuerto de Texcoco, no obstante que hasta ahora no esté consignado uno solo de los supuestos corruptos; “lo hago porque puedo” se escuchó  como un eco cuando se decidió construir el Tren Maya a pesar de la oposición de las comunidades indígenas; “lo hago porque puedo” fue la frase con la que vergonzosamente se subordinó la Suprema Corte al aprobar una consulta pública con una pregunta absurda; “lo hago porque puedo” se escucha con cada paso marcial hacia la preocupante militarización del país; “lo hago porque puedo” parece ser la sentencia que llevará a Salgado Macedonio a la candidatura al gobierno de Guerrero, a pesar de ser objeto de varias denuncias como violador.

La autodenominada 4T lo hace porque puede, amparada en su soberbia y su arrogancia que la llevan a seguir cometiendo errores que poco a poco van debilitando su credibilidad, recurso principal de la política. La 4T lo hace porque puede como lo hicieron el PRI, Fidel Velázquez, la Unión Soviética y Fidel Castro, hasta que no pudieron más. 

Eran falsos eternos.

Otro título del autor: El obradorismo hecho gobierno

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