Mientras la mayoría de las familias mexicanas se enfrentan a condiciones económicas cada vez más difíciles por la merma del poder adquisitivo que provoca la inflación, y no se acaban de recuperar de la crisis provocada por la pandemia, los efectos de la guerra en Ucrania por la invasión rusa y la pérdida del sentido de la realidad que muestra el Gobierno Federal ante las adversidades que vive el país, crean un ánimo social de confusión e incertidumbre cada vez más acuciante. Pareciera que se gobierna a México de espaldas a la realidad.
De acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el índice inflacionario durante la primera quincena de febrero de 2022 fue de 7.22%, más alta que en la primera quincena de enero de 7.13%, y muy superior al mismo período de 2021 que fue de 3.84%, con lo cual se registró la peor cuesta de enero – extendida a febrero – de dos décadas.
Y el estancamiento que configura la estanflación se hace evidente con las reducciones en las proyecciones del crecimiento económico para este año. La Organización para el Crecimiento y el Desarrollo Económico (OCDE) ajustó su pronóstico de crecimiento del PIB para 2022 de 3.3% a un 2.3%, y señaló que -si se quiere crecer- es necesario emprender un ambicioso programa de reformas estructurales para alentar la inversión y la productividad.
Algo difícil de imaginar en un Gobierno Federal empeñado en el retroceso. El Banco de México, por su parte, redujo la expectativa de crecimiento de un 3.3% que había formulado en diciembre pasado a solo un 2.4%.
Aunque ya todo el país se encuentra por ahora en semáforo verde, las secuelas económicas y humanas causadas por la crisis sanitaria de la COVID-19 no se han superado. Han sido muy lamentables la pérdida de cientos de miles de vidas humanas, el deterioro de la salud de la población, la supresión de empleos, la casi paralización del sistema educativo y, lo peor, la fallida respuesta del Gobierno Federal y de su sector salud a la situación de emergencia.
La verdad es que, sin haber superado los efectos negativos de las políticas económicas erráticas de la actual administración federal, ni los daños causados por la pandemia, ya enfrentamos las repercusiones de la confrontación bélica de Rusia contra Ucrania que, lamentablemente, van a dificultar aún más el crecimiento económico y a generar mayor incertidumbre en los mercados y presiones inflacionarias.
Y frente a esta situación, el Gobierno Federal concentra sus esfuerzos en otros temas que considera prioritarios, como emprender una confrontación pública para tratar de minar la reputación de los medios de comunicación y periodistas que ejercen su trabajo de información y de crítica ante el poder público, o responder con lenguaje de “pleito callejero” a los llamados de organismos internacionales, sin reconocer las graves condiciones de violencia e impunidad que prevalecen en el país.
Es evidente el empeño por desviar la atención de las deficiencias técnicas y situaciones de corrupción de los proyectos presidenciales; por realizar una consulta innecesaria y costosa sobre la revocación de mandato que será la plataforma del partido oficialista para continuar en el poder y que desnaturaliza nuestra democracia; por debilitar, para someter, al Instituto Nacional Electoral, y por festinar el inicio del nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México que, sin cumplir con requerimientos técnicos necesarios ni con las normas aeronáuticas internacionales, solo reflejan la mediocridad y el atraso que se pretenden imponer al desarrollo del país.
Por todo esto, pareciera que se gobierna de espaldas a la realidad. A la ciudadanía nos corresponde promover la conciencia de nuestra responsabilidad política para construir una alternativa diferente. Por lo pronto, no legitimar con nuestro voto al populismo autoritario en la próxima consulta de revocación de mandato.
Otra colaboración del autor: La manipulación política de la revocación de mandato
