El abrazo de oso II

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El primer día de negociación entre los emisarios de Rusia y Ucrania ha terminado, no se han reportado avances y ambas delegaciones regresan a consultas con sus gobiernos. De tal manera que el conflicto prosigue y los ucranianos tendrán que sufrir otra noche de sobresalto.

El “occidente” ha respondido a la invasión rusa a Ucrania de una manera más coordinada de lo esperado. Se ha dejado caer una cascada de sanciones económicas sobre individuos, corporaciones, y organismos rusos (incluyendo el banco central y el fondo soberano), buena parte de Europa ha vetado el tránsito aéreo ruso y se ha suspendido selectivamente a Rusia del sistema interbancario SWIFT.

Aún más importante, la Unión Europea, Alemania e incluso países como Suiza y Suecia han dispuesto asistencia militar para Ucrania mientras que el gobierno estadounidense le ha autorizado 350 millones de dólares en asistencia militar (además de los 260 millones autorizados durante la segunda mitad del año pasado). El presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskyy, agradece la ayuda y utiliza la coyuntura para presionar a la Unión Europea para que admita a su país como miembro.

La asistencia de occidente no sólo llega tarde, sino que además evidencia una estrategia perversa en donde en vez de hacer lo necesario para contener el conflicto antes de que iniciase, se saca ventaja del propio conflicto. La invasión se ha convertido en un frente de ataque directo a Rusia a través de Ucrania que tiene por objetivo debilitar al gobierno de Putin mucho más que expresar solidaridad con el de Zelenskyy (a lo único que le puede ayudar a este último es a alargar el conflicto y aumentar los costos de guerra rusos). 

La asistencia, también, permite a gobiernos como el estadounidense, el alemán, el francés y el británico a movilizar la atención pública hacia un tema distinto a aquellos que aquejan a sus países y ahora si poder culpar a alguien (el gobierno ruso) de la crisis económica mundial. Para estos gobiernos “occidentales” la invasión a Ucrania representa una increíble oportunidad política.

Por el otro lado, el conflicto ha demostrado, ya tras su quinto día, que el desafío de Putin al nacionalismo ucraniano no ha rendido los frutos que él esperaba. Apelar a una división entre aquellos que creen que Ucrania y Rusia son originariamente una sola nación frente a aquellos quienes consideran a Ucrania una nación independiente ha generado una exacerbación del nacionalismo ucraniano antiruso vigente ya en la rebelión Euromaidan de 2013-2014. La posibilidad de un control político de Kiev desde Moscú pareciera desvanecerse.El gobierno de Zelenskyy parece entender que capitalizar el ahora exacerbado ultranacionalismo ucraniano y explotar la posible cruda moral y culpa de los gobiernos europeos es fundamental para su futuro político. Esperemos que, cualquiera sea el desenlace de este abrazo de oso, éste no incluya un mayor costo de vidas civiles en Ucrania.

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