La (falsa) revocación de mandato

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La dimensión de los Estados modernos impide la democracia directa (todos decidiendo democráticamente sobre todo, todo el tiempo), por esto se ha optado por la democracia representativa, la cual es una gran idea, si se piensa bien: ciudadanos y ciudadanas contratando a sus representantes para que discutan, confronten y decidan en su nombre lo mejor para la mayoría, sin anular la voz y los derechos de la minoría.

Desafortunadamente, frecuentemente los representantes extravían el camino y comienzan a representar sus propios intereses o, peor aún, intereses ilegítimos de terceros (factores reales de poder con capacidad económica para comprar conciencias y votos).

Ante este escenario, la inclusión de mecanismos de democracia participativa es, en términos generales, un buen giro de tuerca. La creación de figuras como el referéndum, el plebiscito, la iniciativa ciudadana, la consulta popular o la revocación de mandato responden a la necesidad de la ciudadanía de tener más y mejor voz en la toma de decisiones políticas. Nótese, son herramientas de la ciudadanía para potenciar sus intereses.

¿Cuál es la bronca? ¿Por qué el gran alboroto ahora que la Cámara de Diputados aprobó reformas a la Constitución, que permitirían que el presidente de la República solicite –entre septiembre y diciembre de 2020– su propia revocación de mandato y, de ser aprobado por la mayoría del Congreso de la Unión, la consulta se realice el 4 de julio de 2021, y  que, además, si vota 40% de los electores inscritos en la lista nominal, sea vinculante? ¿Qué no es una buena idea poder despedir a un mal presidente antes del término de sus seis años?

La bronca está en el uso a modo que el titular del Ejecutivo le podría dar a esta herramienta –que es de los ciudadanos–. Si el 33% de los legisladores de cualquiera de las Cámaras o el 3% de los electores inscritos, solicitan la revocación de mandato, los mecanismos de democracia participativa están respondiendo a la razón para la cual fueron creados: empoderar a los titulares de la soberanía.

Pero si el Presidente de la República solicita él mismo su propia revocación de mandato para que coincida con la próxima elección intermedia, solo puede responder a una lógica torcida: el presidente sabe que cuenta con el apoyo mayoritario de la población y lo que desea no es otra cosa más que trasladar su popularidad a la boleta electoral, para que los candidatos que le son afines sean electos y poder construirse en una mayoría parlamentaria que lo arrope; asegurar los recursos públicos que están asociados al éxito electoral; y reducir –aún más– las voces discordantes del Congreso.

¿Qué podría pasar si el nombre del presidente aparece en el escenario electoral de 2021, como un servidor público sujeto a una posible revocación de mandato?

  1. Con los niveles de popularidad que tiene hoy en día –y que no se prevé desaparezcan en 2021–, el presidente se presentaría con una muy cómoda certeza a una (falsa) consulta de revocación de mandato.
  2. Se generaría un gasto público innecesario para articular el ocioso proceso de consulta. De entrada, se tendrían que imprimir las papeletas para que los y las ciudadanas marquen su preferencia.
  3. Se legitimaría a nivel nacional –por vía de un ejercicio de democracia participativa– la presencia de los intereses del presidente en el discurso electoral.
  4. Se confundirían la lógica partidista con la del gobierno, buscando desde la presidencia traducir dicha confusión en votos, para los y las candidatas a los cargos de elección popular afines al presidente que se compiten en 2021.
  5. Se anularía a la oposición electoral con herramientas a las que solo tendría acceso el Presidente de la República, algo muy contrario al piso parejo sobre el cual, reforma tras reforma, se pretende construir nuestro sistema electoral.

¿Quién sería el gran perdedor ante todo este escenario? Fácil: el propio ciudadano. Recuérdese que el cargo de Presidente de la República es renunciable. Si el presidente estuviera completamente seguro de que su gestión es desastrosa y que lo está haciendo mal, la solución no pasa por una revocación de mandato, basta con renunciar.

Twitter del autor: @luis_e_pereda

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