La izquierda ausente

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Desde que se fundó el Partido Comunista Mexicano en 1919 y aun antes, con los focos anarcosindicalistas, la izquierda, mejor dicho, las izquierdas, estuvieron presentes en México. Es abundante la colección de las siglas correspondientes a los nombres de los partidos de izquierda que han existido en nuestro país.

Sin embargo, fueron dos corrientes de izquierda las que alcanzaron presencia histórica: la comunista y la lombardista, y fue esta última la que tuvo una época de oro durante el sexenio de Lázaro Cárdenas ya que logró amplia influencia en las organizaciones de trabajadores de aquellos años e incidió en el rumbo del país, en alianza con el cardenismo. Posteriormente, la izquierda lombardista dio lugar a la formación del Partido Popular Socialista, uno de los partidos del sistema de partido hegemónico, que finalmente perdió el registro en 1994. 

La izquierda cuyo origen fue el Partido Comunista tuvo una larga y compleja trayectoria marcada por las divisiones y las discusiones internas sobre las concepciones tácticas y estratégicas. Con la reforma electoral de 1946, el Partido Comunista Mexicano logró su registro electoral, sin embargo, le fue quitado en 1951 y sólo con la reforma electoral de 1977 se le otorgó de nuevo al año siguiente. En PCM se fusionó con otros partidos en 1981 para dar lugar al Partido Mexicano Socialista y, más adelante, en un nuevo proceso de fusión entre partidos, dar nacimiento al Partido Socialista Unificado de México, uno de los partidos políticos que en 1989 también se fusionaron con otros partidos y diversas organizaciones políticas y sociales para fundar el Partido de la Revolución Democrática.

Si bien en la fundación del PRD participó una variopinta gama de organizaciones que representaban un arcoíris de intereses y perfiles ideológicos y políticos, debe destacarse al PSUM, cuyo origen lejano estaba en el PCM, y a la Corriente Democrática, escindida del PRI. 

Durante los primeros años del PRD se debatió entre dirigentes y militantes si su partido era o no de izquierda, y no fue sino hasta un congreso que, por decisión mayoritaria de los delegados, el PRD declaró ser un partido de izquierda, pero que, por lo visto, nada quería con el pensamiento marxista y las tradiciones socialistas o comunistas.  

Antes, ser de izquierda significaba ser marxista y partidario de alguna versión de socialismo o comunismo. Sin embargo, con la crisis y el derrumbe de la Unión Soviética y el fin del llamado campo socialista, la izquierda, las izquierdas, entraron en crisis en prácticamente  todo el mundo

Entre otros efectos de esta crisis histórica, el concepto de izquierda, que ya de por sí era un concepto vago, tuvo un desplazamiento para separarse de la idea de socialismo o comunismo, de manera que hoy se puede ser de izquierda sin ser partidario del socialismo, ni del que realmente existió ni del que pudiera existir. A lo más que se llega es a declararse como de izquierda “anticapitalista”, sin necesariamente contraponer algún “pro” al prefijo “anti”.

Morena, el actual partido gobernante, es resultado de una escisión del PRD y de una continua absorción de miembros y militantes perredistas que ahora son morenistas, así como de la integración de grupos ajenos a la izquierda, como los evangélicos o algunos empresarios. Sin embargo, Morena se considera un partido de izquierda, pero no marxista ni socialista ni comunista. 

Aun cuando Andrés Manuel López Obrador durante largos años se resistió a asumirse como político de izquierda, finalmente lo aceptó pues ante la pregunta de un reportero dijo que si ser de izquierda era ayudar a los semejantes, entonces él sí era de izquierda, y remató se declaración afirmando que Jesús fue el primer comunista. Los pocos grupos y personas de izquierda marxista que hoy militan en Morena son irrelevantes, pues están colonizados y mediatizados por la ideología y el control del obradorismo.  

En eso se ha convertido la “izquierda” mexicana, en una etiqueta “progre” relativamente cómoda y escindida de su origen teórico y político, que ha abandonado su ímpetu de transformación profunda del sistema capitalista y ha renunciado a replantear la utopía posible de un sistema social que supere las lacras, las injusticias y los sufrimientos a que lleva la insaciable  hambre de lucro del capitalismo dependiente que impera en nuestro país. 

Por supuesto, no se trata de regresar a etapas históricamente superadas ni de propugnar por alguna versión del fenecido socialismo real, que reproduzca sus burocratismo, autoritarismo y totalitarismo; se trata, por el contrario, de evaluar la experiencia adquirida y aprender de los errores para replantear el proyecto de izquierda, de manera que sea viable y dé respuesta a los retos que hoy amenazan no sólo a los mexicanos sino a la humanidad, un proyecto cuyo horizonte vaya más allá de un capitalismo “honesto”, “sin corrupción” y con apoyos sociales clientelares a los pobres

Es una importante tarea por hacer.   

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