La mesa de las señoras

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Puedes escuchar este texto narrado por L’amargeitor dándole click aquí:

El viernes pasado me senté a comer con 4 de mis señoras favoritas.

Es rarísimo poder acordar un día y hora para vernos todas, por lo tanto, cuando se logra es una gozada máxima y una de mis actividades preferidas de la vida carcajear con ellas y sentir que arreglamos el mundo, nuestro mundo.

Definitivamente ver a los amigos es la mejor terapia del mundo mundial, ¿estamos de acuerdo? Solo que, en esta ocasión, no hubieron tantas risas y, más que aliviada, me subí a mi coche un poco bajoneada y cuando llegué a mi casa y el Sponsor me preguntó: ¿cómo te fue?, solo pude colgarme de él y contestar “qué culera está la vida últimamente”.

En el menú de los ánimos y situaciones había:

-Una señora lidiando con el decreciente estado de salud de sus papás y los bomberazos, desgaste y enorme tristeza y preocupación que eso conlleva. Más un trabajo godín hiper demandante y desgastante a merced de un jefe muuuuy “complicado” (por no decir un dolor de huevos).

-Una señora batallando con un exmarido nefasto que le condiciona, le hace de pedo y le complica cada vez que puede (que es casi diario) el tema del flujo de dinero y cualquier tipo de comunicación u organización siendo que su acuerdo de divorcio es muy claro en cuanto a las responsabilidades y que ella es quién vive con la hija de los dos, y por lo tanto, obvio, afectando a su hija también porque no sé qué parte no han entendido este tipo de señores, pero cuando chingan a la mamá, se chingan también y directamente, a sus hijos. 

¿Qué parte no entienden de que una mamá angustiada no puede maternar en paz, ni contener a sus hijos como se debe y que no es de dios hacer que los hijos absorban todas las angustias y sean testigos de todos esos pleitos? Con todo respeto, espero que haya un infierno especial para ustedes, señores cabrones.

-Una señora divorciada con dos niñitos y una expareja que básicamente solo funge como parque de diversiones para los escuincles y no comparte de manera equitativa las responsabilidades (¿!cuáaaaant@s así?! Casados o divorciados) y por lo tanto ella carga con ese peso (que vaya que pesa) sola, más una empresa exitosísima y en desbordante crecimiento lo cual implica mucho tiempo, mucha responsabilidad y mucha energía (de esa que también necesitan dos niños chiquitos) más dos pérdidas importantes en el último año (que, puta madre, cómo cuesta y ocupa energía eso de los duelos).

-Una señora con hijos ya mayores y todos los perks que eso representa (porque “hijos chicos, problemas chicos, hijos grandes….”, ¿se acuerdan?), a cargo de dos pequeños negocios en crecimiento y los graaandes retos que eso representa, más su batalla personal con la salud mental (como batallamos todos) y unos desajustes hormonales de montaña rusa (insisto: ¡WTF con eso de la menopausia!) y que a la mitad de la comida tuvo que pararse de emergencia para ir a auxiliar a uno de sus retoños que tuvo un accidente de tránsito (lo cual nunca es un factor que ayude a disminuir el estrés).

-Y yo, la señora que sigo sin darle el golpe a la muerte de mi papá y me voy atorando por momentos en la tristeza, saturada de trabajo y de nuevos proyectos y oportunidades que sin duda me emocionan, pero me demandan cada vez más tiempo; a merced de las idas y venidas de chofereo a mis adolescentes en esta caótica ciudad; tratando de mantenerme cuerda y tener cierto nivel de estabilidad y armonía personal, familiar y de pareja. 

Sumando los retos y subidas y bajadas del Sponsor y su también muy ajetreada vida. Y, en general, sintiendo como mis niveles de angustia catastrófica galopante han subido de manera alarmante y desgobernándome constantemente. Me enojo fácil. Mi paciencia (que de por si no es mucha) trae la mecha muuuuy corta. Me caga la gente más de lo que normalmente me caga, me siento súper sola y en resumen… pasándola no taaaan bien los últimos meses.

La tarde, más que divertida, fue una larga sesión de vaciado general. Normalmente, en una mesa así, siempre hay alguien que cuenta sus tragedias y otras que la ayudan a ver los lados positivos, echan porras, ayudan a cambiar las ideas, se burlan de ti un poco, todo el mundo se carcajea y listo, la magia está hecha. Esta tarde no fue el caso. Nos fuimos todas de ahí sintiéndonos completamente rebasadas, acompañadas, sí… pero rebasadas.

Hubo un momento en que pensé ¿qué está pasando aquí? Y me di a la tarea de observar la mirada y la expresión de cada una… me di cuenta de que se veían, exactamente, como yo me siento. Exhaustas. Drenadas. Un poco (o mucho) desesperanzadas. Y totalmente “desecualizadas”, si es que esa palabra existe.

Me quedé muy impresionada y me he pasado la semana pensando ¿qué chingados? Se me hace que el pinche Mercurio retrógrado ya es permanente y que la energía del Universo está realmente descompuesta, descalibrada y rayando en lo tóxico. Me atrevo a afirmar que, en general, estamos en mayor o menor medida, todos en las mismas.

La primera de mis columnas que se viralizó hace unos añitos y la culpable de que todo lo demás en el camino de L´amargeitor haya sucedido, se llama La crisis de los ¿cuarenta y cuántos? (haz click para leer) en la que hablo de la crisis de la mediana edad. Ahora que estoy llegando a mis 50, me doy cuenta de que las cosas nunca dejan de pasar pero …empiezan a doler. La vida empieza a doler después de que te revuelca sin cesar. Hacerse grande no está cagado ni es para cobardes.

Y es que encima de todas las cosas y lugares comunes de la famosa crisis, nos aventaron una puta pandemia que no tiene para cuando pinches acabar (sssstoooiiiiii haaaaaartaaaaaa chingada madreeee) más un mundo extremadamente canijo, un país en una situación extremadamente preocupante, con una crisis ambiental mundial que se nos viene encima (que estamos viendo pero para variar, nomás no vemos, o sí , pero preferimos hacernos pendejos) y en general, pues se siente como una nube gris instalada permanentemente encima de nuestra cabeza .

Ya no es lo duro, sino lo tupido.

Estamos, todos, quemados.

No por nada existe ya un término para definir la situación y se llama BURN OUT.

Y es que estamos diseñados para enfrentar crisis pero no de manera crónica y siendo que la madriza no para, las máquinas se van quemando y las personas también.

En mi búsqueda de cómo carajos ayudarme a mí misma fui a dar con un libro que me cayó de perlas (a mi y a millones de personas porque se ha vuelto un best seller mundial) y que si bien no descubre el hilo negro, sí ayuda a recordar qué es lo que uno puede hacer frente a estas épocas oscuras: ayudarle al cuerpo y la mente a renovar la capacidad de sobrecarga. 

Cómo carambas hacer para rellenar el tanque de nuestro ánimo para seguir remando porque no podemos hacer mucho por mejorar los factores externos, pero sí podemos hacer todo (o casi) por trabajar en los internos. Nosotros.

Me pareció tan ilustrativo que a mi conferencia: Esto es lo que hay le hice un spin off de última hora unos días antes de ir a darla a León, Guanajuato y creo que toqué una fibra sensible porque no he dejado de recibir comentarios (buenos) al respecto. 

Me doy cuenta de que no solo las de la mesa del viernes estamos rebasadas. Estamos, todos, en el mismo tsunami y por lo tanto seguiré replicando ese mensaje… (si alguien me quiere invitar a platicárselo a su empresa, o escuela, me avisa).

Y me doy cuenta también de cuánta razón tienen las hermanas Nagoski en su libro BURN OUT sobre la falta que nos hace tomar un tiempo para desconectarse y descansar en la medida de nuestras posibilidades de manera cotidiana o, en el colmo del privilegio y la felicidad, por una temporada. 

Es por eso que esta es mi última columna, me voy a descansar un rato y a recargar la pila para poder regresar con todo a mentar madres y seguir remando después de unas no sé si merecidas, pero sí muy necesarias, vacaciones.

Les dejo como sugerencia leerse ese libro y, si es posible, la recomendación de aprender a descansar y grabarnos en la cabeza que lo único que nos puede salvar de la revolcada permanente de esto que se llama vivir, somos nosotros mismos.

No tiene nada de glamoroso glorificar vivir en chinga, muy al contrario, es absolutamente nocivo para la salud pretender seguirlo haciendo. Paremos. Por nosotros y por los que dependen o comparten la vida con nosotros.

Démonos permiso de descansar.

#darsepermisodedescansaristhenewblack

Nos vemos, escuchamos, y leemos, en unas semanas

Cambio y fuera.

Otro texto de la autora: Adictos a la mierda

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