La migración y el cambio global

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La migración masiva de personas en condiciones irregulares que huyen de los desastres naturales, la pobreza, la conflictividad social y la inseguridad que prevalece en su país de origen, es un fenómeno que caracteriza ya la nueva realidad que vivimos en el mundo y que, aunada a otras crisis como la emergencia sanitaria, el cambio climático, la inestabilidad económica y los efectos nocivos que puede tener el desarrollo tecnológico acelerado, amenaza con trastocar las bases mismas de nuestro modo de vida

Mientras tanto, muchos gobiernos, como el nuestro, deambulan extraviados en la miopía y la incongruencia a que los obliga su afán de acrecentar su poder y de adoptar decisiones públicas cuyo resultado será agravar la pobreza y la desigualdad social, la crisis humanitaria de la pandemia y la migración, el colapso ambiental y la erosión de las instituciones responsables de fortalecer la democracia, la educación, la ciencia y la cultura.

Hace pocos días el Secretario General de la Naciones Unidas pronunció ante líderes mundiales un mensaje sumamente inquietante: ”Estoy aquí para hacer sonar la alarma (…).

Nuestro mundo nunca ha estado más amenazado. O más dividido. Nos enfrentamos a la mayor cascada de crisis de nuestra vida.”

Y una de las crisis de esta cascada es precisamente el problema de la migración. De acuerdo con la información de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR), el número de solicitudes de asilo en México rompe su propio récord cada mes y para 2021 se estima que podrían llegar a ser 110 mil, muy superior a las 70 mil de 2019, el año que había registrado un mayor número de solicitudes. 

Los países con más solicitantes de asilo son Honduras, Haití, Cuba, El Salvador, Venezuela, Guatemala y Nicaragua; en menor medida Chile, Brasil y Colombia

Aunque el móvil principal de los flujos migratorios en el continente como los estamos viviendo es escapar de condiciones extremas de pobreza, del peligro que representan los sismos y los huracanes, y de la alta conflictividad social y política que prevalece en estos lugares, también es cierto que se ven alentados por las apariencias de mayor tolerancia y flexibilidad que ha mostrado el gobierno mexicano en los últimos dos años y por los ajustes en la política migratoria de la nueva administración gubernamental de Estados Unidos.

Aún con la pandemia, la propia migración de mexicanos al país de norte se encuentra en aumento: según los datos de la Secretaría de Gobernación casi 40 mil connacionales fueron detenidos por la patrulla fronteriza desde mediados de 2020 hasta el primer trimestre del presente año, casi el triple de lo que había sido en los últimos años. 

Así, 2021 será el año con mayor flujo de migrantes mexicanos a Estados Unidos. La escalada de la violencia y el crimen organizado es la razón principal de este fenómeno; el récord de casi 100 homicidios por día que registra el actual gobierno, tiene sus consecuencias. 

Con todo y lo preocupante que ya es este escenario, la política migratoria de Estados Unidos ha convertido a México en un país de destino para miles de migrantes que buscan asilo en ese país. Y, para variar, el doble discurso del gobierno mexicano sale a relucir: se proponen soluciones que implican una buena relación con el vecino país del norte, pero se le confronta abiertamente en una alianza inexplicable con los países de gobiernos ilegítimos y represores del continente

Se reduce el presupuesto asignado a la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados como no se había disminuido en una década. Y ya, en el colmo de la esquizofrenia de nuestra política migratoria, se pretende detener con la fuerza y la violencia represiva al flujo de migrantes haitianos y centroamericanos que buscan ingresar a México por la frontera sur. Por favor, que alguien nos explique. 

Hay que pensar también lo que significará el arraigo en nuestro territorio de miles de migrantes que demandarán a los gobiernos estatales y municipales – castigados presupuestalmente por el ejecutivo federal- empleo y servicios. Presiones, conflicto social e inestabilidad, es el escenario que provocará la fallida política migratoria. 

Se propone también al Presidente de Estados Unidos que se adopten soluciones de fondo y que asigne recursos a los países centroamericanos para programas como los que realiza el gobierno federal mexicano “ Sembrando Vida” y “ Jóvenes Construyendo el Futuro” a fin de arraigar a la gente en sus lugares de origen; ambos programas cuestionados por sus pésimos resultados y bajo la investigación de la Auditoría Superior de Federación por una mala administración. 

La crisis humanitaria de la migración reclama urgentemente la definición de políticas claras por parte de nuestro gobierno. La promoción de acuerdos multilaterales que atiendan las causas de los problemas en los países expulsores y que contribuyan a enfrentar las diferentes crisis que nos agobian. Implica una mirada  más allá de nuestras fronteras y un compromiso con el futuro que queremos. 

Por lo pronto, nos exige una nueva actitud. Vencer los prejuicios tan arraigados en contra de las personas migrantes y tratar de entender los graves problemas que provocan su condición. Es una crisis humanitaria y nuestra mirada no puede prescindir del sentido humano. 

Por: Oscar Pimentel

Otra colaboración del autor: La política del presupuesto

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