Una barrera menos

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Ser la primera mujer que asume la presidencia de la Barra Mexicana de Abogados (BMA) desde su fundación, hace casi 100 años, es sobre todo un profundo honor y un gran compromiso. Pero también es, en sí mismo, un doloroso botón de muestra de que las barreras para las mujeres están ahí, invisibles pero constantes. 

El camino recorrido para llegar a la Presidencia de la BMA no fue sencillo, pero con orgullo y sororidad les digo que, cada esfuerzo para llegar habrá valido la pena si con ello me sumo, a través de la inspiración y los hechos, a que más mujeres derriben más barreras locales, nacionales, internacionales, empresariales, gubernamentales, domésticas, ¡todas! 

No hay en mis palabras de jactancia o arrogancia, hay, eso sí, camaradería para todas aquellas heroínas anónimas que no han logrado alcanzar su meta por culpa de una barrera invisible, un techo de cristal o un estereotipo generalizado. Aquí estoy, al igual que muchas otras antes de nosotras, para ustedes y con ustedes. 

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Así sucedió en mi caso. Para poder derrumbar la barrera de la Presidencia de la BMA fue necesaria la convergencia de muchas personas, hombres y mujeres, que creyeron en mí y que creen que hacer las cosas mejor cada día es la única manera de mover, todas y todos, este país hacia un mejor futuro para quienes lo amamos y lo llamamos nuestra casa. 

A mí me tocan ahora tres cosas: 1) Reconocer la gesta generosa de miles de mujeres que antes que yo derribaron barreras invisibles, pero no intangibles. 2) Honrar ese legado trabajando todos los días para que la puerta siempre permanezca abierta, para que puedan pasar todas las que quieran hacerlo. 3) Retirarme al término del periodo para el cual fui electa con la certeza de que si bien fui la primera, no seré la última. Vendrán más después de mí. Y llegarán para quedarse y con ellas llegaremos todas. 

El camino, éste o cualquier otro, para las mujeres mexicanas no es fácil. ¿Cuándo lo ha sido? Y no lo será mientras exista un retorcido entendimiento que quiere vernos como ajenas a las decisiones importantes, o bien, que suele aminorar los méritos de las mujeres por el solo hecho de serlo; sin embargo, superar esas barreras ha sido tan desafiante como gratificante, porque las barreras que hemos derribado ahora nos sirven de escalón para llegar más alto. 

Soy mujer, soy profesionista y soy líder y, como tal, trabajaré incansablemente para dignificar a mi género y a mi gremio, pero ni mi tarea ni mis éxitos serán individuales

Hay una frase que me gusta mucho: “Cuando la política te desilusiona la solución no es menos política, es más y mejor política”, y esa mejor política empieza cuando más mujeres participemos en puestos de poder. 

Necesitamos más abogadas, ingenieras, economistas, politólogas, agrónomas, conductoras de radio y televisión, matemáticas, doctoras, investigadoras, diputadas, senadoras, gobernadoras y presidentas y te necesitamos a ti. Que todas podamos participar en lo que nos es común a todas nosotras: las decisiones de nuestro país y nuestro futuro. 

Los retos que tenemos por delante son mucho más complicados que en años anteriores, por muchas razones: la crisis económica provocada en gran parte por la pandemia de la COVID-19; un enorme desempleo que provoca hambre; un miedo permanente de tener que salir a trabajar y pensar qué nos va a ocurrir en la calle, en el transporte, en la oficina; una polarización social incapacitante; una contaminación del aire, agua y tierra sin precedentes. Y aún así, pese a todo eso, la vida sigue, la esperanza continúa y nuestro esfuerzo de mujeres de lucha incansable aquí está. 

Esperanza es una buena palabra, vale la pena tenerla siempre a la mano, siempre lista. Pero esperanza sin trabajo es sinónimo de ilusión y nosotras no somos ilusas. Nosotras somos parte del país y por lo tanto no retrocederemos. No dejaremos de cosechar lo que hemos sembrado. No dejaremos de ejercer el poder que nos hemos ganado. No dejaremos de ayudar a las nuestras. No dejaremos de ser hermanas, hijas, madres, abuelas, pero tampoco dejaremos de ser agentes de cambio, líderes, gerentes, directoras, presidentas, gobernadoras. No queremos el permiso de nadie ni pediremos perdón a nadie. Nuestra lucha es justa y nuestros medios legales y democráticos. 

Podemos y haremos historia. No por un afán protagónico sino porque queremos que las hijas de nuestras hijas no tengan miedo de decir lo que piensan, de tener talento, de tener que ganarse el pan. Mi momento, como todo momento personal, es efímero, pero el empoderamiento de las mujeres no. No somos dueñas de la verdad, pero sí de nuestro destino. 

Todas debemos de propiciar la unión, el respeto, la solidaridad y la armonía entre nosotros. Los insultos, las afrentas, las vejaciones, las rupturas no nos hacen un mejor género. Éste es el momento de construir concordia. Abrazo las opiniones de quienes piden que busquemos asideros jurídicos en todos nuestros debates, no solo para ensanchar nuestra disciplina, sino para fortalecer nuestra cultura política democrática y nuestra capacidad para tolerar, e incluso comprender a quien no piensa como nosotras, pero que tiene idéntica legitimidad y conocimiento para expresarse. 

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Estamos a unos meses de celebrar la primera década de la reforma en materia de derechos humanos más importante desde 1917 y todavía nos matan en la calle, nos asesinan con completa impunidad. Somos más del 50% de la población pero en los sectores del poder estamos subrepresentadas. Ser mujer en México es peligroso, y si se es mujer y periodista más. O mujer y pobre. O mujer y discapacitada. O mujer e indígena. Nos matan con impunidad. Nos desaparecen con impunidad. Nos callan con impunidad. O por lo menos lo intentan. Ya no más. No en la BMA, no en mi guardia. 

Sola no puedo cambiar el mundo, pero con la suma de más personas que como yo creemos en la igualdad, la fraternidad y la libertad de las sociedades para buscar su camino y alcanzar su destino, puedo cambiar el mundo. Un día a la vez, una batalla a la vez, un micromachismo a la vez. 

Este techo de cristal ya se rompió, solo que hay hombres que no se han enterado. Cada vez más mujeres se animan a asumir un papel protagónico en los espacios de decisión. Es el tiempo de la igualdad. De caminar hombro con hombro, mujeres y hombres, apoyándonos, alentándonos y luchando por el mismo objetivo común: hacer de nuestro país un lugar de encuentro y fraternidad, de reflexión y superación, de unión y realización, de esperanza y porvenir. 

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