Las pinches lucecitas

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Nunca, jamás, pongo medio arreglo de navidad antes del 1 de diciembre.

Es una regla estricta que tengo en mi libro de reglas estrictas.

Estoy totalmente en contra de vivir con la prisa de lo siguiente y caer en la trampa consumista que nos está constantemente empujando a comer, usar, o instalar, cosas fuera de temporada.

¿Cuál.Es.La.Pinche.Prisa?

Pero este año las reglas de todo cambiaron y, hoy, siendo todavía noviembre, pusimos el árbol de navidad.

Lo primero que tienen ustedes que saber es que no es, ni de cerquita, la actividad que yo más disfrute en la vida, primero, porque me conflictúa terriblemente cortar árboles que la Tierra agradecería que dejáramos sembrados.

Durante 15 años usamos uno de plástico con lucecitas. Juntos, el Sponsor y yo, lo sacamos y metimos de su caja cada navidad arañándonos todos los brazos, picándonos los ojos y arriesgando nuestro matrimonio, cada vez, ante esa prueba de esfuerzo y paciencia descomunal. 

El día que se terminó de romper, hice una investigación que arrojó que, para el planeta, era mejor un árbol natural que uno de plástico que tardaría años en descomponerse, con todo y sus lucecitas.

Así que bueno, de entrada, me duele el corazón… sí, busco aquellos que son de granja y donde, en teoría, vuelven a sembrar -que normalmente vienen de Canadá pero entonces me cilindreo por el impacto ambiental de andar trayendo árboles en aviones y todas esas cosas- les pido perdón y me terapeo pensando que compensaré a la Madre Tierra con otras cosas.

La ventaja de los naturales -además de que huelen delicioso- es que no los tienes que armar, ni abrir, ni averiguar por qué la maldita serie no prende, ni revisar cada foquito en lo que los niños desesperados preguntan cuatro mil veces si ya pueden empezar a colgarle cosas -porque oooobvio primero van las luces y ya que no se ve ni UUUN cable, entonces, pueden proceder. 

La monserga de las lucecitas para alguien que tiene un TOC como el mío, es un desafío personal y un acto sin igual en cuanto a contención y a no matar a todo el mundo en el proceso o acabar pegando de gritos.

¡Dioooos cómo me descompone la historia de las pinches lucecitas!

Alabado sea aquel que inventó las redes de luces y entonces ya nomás hay que envolver el árbol y queda todo parejito. Gracias. Me han alargado años de vida y, probablemente, de matrimonio.

Luego, la obsesión con que los adornos y lo de amarrarme las manos -y la lengua-  para no quitar los que ellos ponen y acomodarlos en otro lado. Por supuesto, cuando eran pequeños, quedaban tooodos en una parte y todo lo demás vacío y sí, confieso que hice -y  sigo haciendo-, mucho damage control, pero ¡nunca! enfrente de ellos. Reporto que he logrado transmitirles mi TOC y ahora son mucho más conscientes de la relevancia mundial que tiene encontrar el lugar perfecto para cada colguije y, obvio, lo absolutamente inaceptable que es que se salgan los cables. De nada hijos.

La verdad es que le echo muchas ganas y cuando ya quiero ahorcarlos a todos, me acuerdo que el objetivo de poner el árbol es crear recuerdos. Que estos dos seres se acuerden de algo que hacíamos en familia, con música navideña y olorcito navideño y del chocolate caliente en lo que abrían la caja llena de recuerdos y de adornos que ellos hicieron, o fuimos coleccionando por ahí en nuestros paseos por el mundo y nos acordamos sonriendo de donde vino cada cosa y recordando nuestra historia.

Las tradiciones se tratan de crear buenos recuerdos.

Por eso, jamás entenderé la nueva moda de contratar gente que te viene a instalar la navidad a domicilio por una “módica” para tener el mismo que todos los demás y subir la foto al insta fishing for likes. Efectivamente, hacen unas cosas espectaculares, pero para mí, el único punto para tener mi sala invadida por un árbol con ridiculeces colgadas y subir la cuenta de luz durante casi dos meses es, precisamente, que sean nuestras ridiculeces colgadas, que lo hagamos juntos y que se vuelva una tradición que nos traiga recuerdos felices en el futuro.

Es una hueva máxima. Sin duda. Lo único que la supera es quitarlo. Qué pesadilla. Por que, obvio, el TOC ahí también se manifiesta: cada cosa tiene que estar perfectamente envuelta y guardada en su caja que va en otra caja y adentro de la caja principal.

Ni hablar. Así me enseñó mi mamá.

Hace algunos días el Sponsor, dejó caer por ahí, la idea de que qué pasaría si no poníamos árbol este año… no les voy a negar que la idea me había pasado por la cabeza a mi también, la verdad es que siendo que no tendremos festejos navideños me desmotivaba un poco hacer todo el show. Pero luego vi la carita de mis hijos… Fue una especie de “¿noooo pliiiis también eso se va a chingar este año?”

Y es que efectivamente apesta pensar que no veremos a nadie. Que no habrá gran cena con tooooodos los primos ni veremos a toooodos los tíos, ni iremos a la posada familiar que ya es tradición, ni a las cenas con los amigos. No. No lo vamos a hacer porque no llevamos casi 10 meses encerrados para mandar todo a la mierda ahora que, precisamente, los contagios están peor que nunca.

Apesta. Sí. Pero no tiene que dejar de ser navidad.

La razón por la que esta vez lo de la adornada llegó antes a mi casa es porque este año culero no dejó de sorprender y nos puso un susto horrendo con mi papá.

Milagrosamente, y en gran parte gracias a mi mamá -que es una chingona–  y que como buena médico supo leer las señales, lo que pudo ser una tragedia se pudo intervenir, frenar y, espero muy pronto, recuperar.

Por unas horas, pensé que mi papá se iba a morir y les puedo decir que nada, nunca, jamás en mi vida, me había dado tantísimo miedo, pero sobre todo causado tantísimo dolor. Sentí que me partía a la mitad.

Gracias a todos los dioses de la medicina moderna, la libró… una vez más… empiezo a pensar que el Doctor tiene más vidas que un gato y considero eso una enorme fortuna.

Mi remedio para afrontar mi estrés post traumático, un día después del día que pudo ser el peor de mi vida, fue “hacer casita”. 

Porque sucede que poner el arbolito sí se ha vuelto una exitosa tradición familiar en nuestra casa, algo que hacemos los 4 solos y que por más que haya momentos de tensión provocados por las pinches lucecitas, la impaciencia de los niños, la histeria de la mamá y la malísima memoria del Sponsor para acordarse cómo lo hizo la vez pasada y tener que empezar de cero cada vez, el resultado siempre es positivo y el overall es que pasamos un momento de convivencia y trabajo en equipo que prepara la espera para la llegada de… algo.

No soy una persona religiosa, ni profeso ninguna fe, pero me gustan mucho los símbolos y me parece que la navidad representa algo que nos urge a todos celebrar y recordar: lo de renacer, darle la bienvenida a la luz y recomenzar.

Prender lucecitas de esperanza para que el futuro venga mejor.

Y sí, lo de agruparse. Hacer bolita. Juntarte con los tuyos y agradecer lo más importante de la vida que es, la vida misma.

PD Los invito a todos a tomar consciencia de la gravedad de la situación sanitaria. Todos tenemos ganas de que esto pase, de ver a los nuestros y hacer miles de festejos. Pero no podemos aflojar ahorita. Sean conscientes y sean prudentes. Nadie se va a morir si este año no hacemos grandes celebraciones navideñas, pero sí las hacemos, sí, muchos más se van a morir. Así que quédense en su casa y hagan bolita con los que viven con ustedes que ya vendrán muchos más años para celebrar con los demás.

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