Los prospectos de cooperación México-Estados Unidos

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Reconozco que, ante las voces que demandaban un involucramiento mayor en política exterior por parte del presidente Andrés Manuel López Obrador, yo insistía que habría que considerar como positiva su no participación debido a su ignorancia en la materia. Ahora, tras su reciente gira por Centroamérica y Cuba me parece necesario reconsiderar.

No es que ahora el presidente López Obrador sepa mucho más de política internacional o regional y por ello su gira haya resultado en un acierto. Me parece que es importante reconocer un par de condiciones que permitieron que la visita a sus homólogos se desarrollara en un contexto favorable.

Primero, comencemos con el principal reto que podría haberse presentado: que la visita de López Obrador fuese interpretada por sus anfitriones como el tour de un emisario del mensaje estadounidense; recordemos que la gira ocurre inmediatamente después tanto de una llamada entre los presidentes Joe Biden y López Obrador como de las reuniones de Marcelo Ebrard con Anthony Blinken y Alejandro Mayorkas.

Como lo muestra la historia (en algunos casos de manera más chusca que otras, todos vergonzosos) no es difícil pensar que el gobierno estadounidense intentase usar a México como punta de lanza de sus intereses regionales

Sin embargo, el gobierno estadounidense reconoce hoy la importancia de aliarse con su contraparte mexicana en dos temas, uno es el permanente intento de regular de mejor manera y en mayor medida el flujo migratorio en la frontera común (especialmente ahora que se detenga el uso de la medida denominada Título 42). El otro tema son las medidas de boicot al transporte mexicano llevadas a cabo por el gobernador de Texas, Greg Abbot, y que ha abierto la puerta para una importante inversión en el puente internacional San Jerónimo – Santa Teresa que permitirá evitar que el gobernador texano tome como rehén el comercio internacional al ampliar el paso hacia el estado de Nuevo México.

El tema de impulso al desarrollo económico como forma de mitigar la grave crisis migratoria regional será el eje principal en la nueva Cumbre de las Américas que se llevará a cabo el mes próximo en la ciudad de Los Ángeles, California. Marcelo Ebrard parece haber persuadido tanto a Blinken como a Mayorkas de que es necesario lanzar lo más pronto posible un plan de inversiones con base en una conferencia de coordinación en la que participen los gobiernos de Honduras, El Salvador y Guatemala. El trabajo de Ebrard se expresa en que ahora el equipo del Departamento de Estado está trabajando en la propuesta para dicha conferencia.

Esa conferencia y la posibilidad de empujar una agenda de cooperación para el desarrollo como medida central para contener el flujo migratorio centroamericano –que fueron la gran carta de presentación de López Obrador en su gira– no son, sin embargo, simple resultado de amistad y solidaridad por parte del gobierno estadounidense. 

La cercana colaboración entre los gobiernos mexicano y estadounidense se debe a que este último sufre de una importante presión interna con respecto al tema de migración pero también, y esta es la segunda condición que hay que tomar en cuenta, se debe gracias al favor que la oposición le hizo al gobierno de López Obrador al no aprobar la reforma constitucional del sector eléctrico.

Si la reforma hubiera sido exitosa, la relación México-Estados Unidos se hubiera descarrilado; sin embargo, ese obstáculo fue rebasado (no sin ser aprovechado por el partido Morena para someter a la oposición a escarnio público) y las posibilidades de cooperación binacional visten la presidencia de López Obrador. Sí, a veces uno no sabe para quién trabaja.

Otro título del autor: Antonio Guterres: diplomacia entre pistoleros

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