La guerra nunca es justa, siempre es abusiva; su violencia, siempre radical, es en buena parte indiscriminada y obtusa. La invasión rusa a Ucrania confirma la regla.
Tomará tiempo dispersar las cortinas de humo propagandísticas desplegadas por las partes en conflicto y por sus aliados para saber y reconocer la cantidad y la gravedad de abusos y crímenes cometidos al calor de las balas y la lluvia de proyectiles. Sin importar el tiempo, los crímenes de guerra siempre, siempre deben de ser investigados y llevados a proceso judicial.
Muy probablemente la brutalidad en dicho conflicto incrementará después de la designación del general Alexander Dvornikov como jefe de operaciones en Ucrania. Dvornikov es un militar experimentado y con un nada alentador historial en Siria.
Ante esto ya se pueden prever acciones de investigación y enjuiciamiento tanto en la Corte Penal Internacional, al interior de Ucrania, por parte de la Unión Europea e incluso al interior de los Estados Unidos de América. Lo que veremos en el futuro próximo es una cascada de casos penales contra Vladimir Putin y sus más cercanos colaboradores.
El principal problema es que la Federación Rusa no es miembro ni acepta la jurisdicción de la Corte Penal. Pero ¿qué dice de un país el que no sea parte del sistema de la Corte? Dice mucho y habla de la aceptación de una extensa área gris de protección a potenciales criminales de guerra entre sus filas.
Pero esperen, Ucrania y los Estados Unidos tampoco son miembros de la Corte; Ucrania sólo aceptó su jurisdicción en 2014, después de que Rusia se anexara la península de Crimea, pero sigue sin ser miembro. Por supuesto, sin ser miembros de la corte ambos países intentarán usarla a su favor de todos modos.
El gobierno de Joe Biden y miembros del Congreso estadounidense ya revisan la posibilidad de colaborar con la Corte sin aceptar su jurisdicción ni tener membresía (recordemos que incluso el gobierno estadounidense ha tomado medidas en contra de staff de la Corte –incluyendo la suspensión de visas– por investigaciones a ciudadanos estadounidenses por abusos y crímenes en Afganistán).
Los estadounidenses preparan la ofensiva penal contra Putin; si, irónicamente, el país con un enorme historial de abusos y crímenes (de guerra y otros) que incluyen el uso de dos bombas atómicas contra poblaciones civiles, el uso de Agente Naranja y fósforo blanco en Vietnam y el uso intensivo de tortura y ejecuciones extrajudiciales con drones en las invasiones de Afganistán e Irak, entre muchas otras, será punta de lanza en los casos penales contra Putin. Al final el perpetrador es obligado a actuar de manera oportunista; la justicia internacional también es una importante víctima de la guerra.
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