El 4 de octubre de 2022, el presidente Vladimir Putin firmó la legislación que formaliza la incorporación de cuatro regiones ucranianas a la Federación Rusa.
Desde la perspectiva rusa ahora la descalificación de Ucrania es una guerra defensiva. El cambio de perspectiva es fundamental porque no sólo es un formalismo sino que modifica la táctica en el campo, la asignación y priorización de los recursos y la estrategia a mediano plazo para ambas partes.
Estas no son buenas noticias para el gobierno ucraniano que ha intentado sofocar la rebelión autonomista/independentista en esa región por ya 8 años con resultados pobres.
La incorporación de las regiones a la Federación Rusa también cambia de tono la legitimidad del conflicto para con sus ciudadanos y allana el camino para el incremento de la movilización militar rusa durante los próximos meses, al tiempo que genera la sensación de que el conflicto no verá fin en un futuro muy cercano.
Por supuesto la expansión rusa sobre territorio reconocidamente ucraniano es ilegal, como muchos jefes de Estado lo han denunciado; el problema es que todas, absolutamente todas las expansiones territoriales (incluyendo las estadounidenses) son ilegales hasta que ya no lo son.
Mientras esto sucede al este de Ucrania, el gobierno norcoreano lanzó, también el 4 de octubre, un misil balístico que voló sobre el norte del territorio japonés generando una alarma y la condena de la comunidad internacional.
Este lanzamiento es uno más de una serie de pruebas realizadas en la última semana por Pyongyang pero su particularidad y gravedad reside en ser el primero en cruzar sobre Japón desde hace 5 años; la lectura es que un envalentonado Kim Jong-un autoriza el lanzamiento en protesta y como demostración de fuerza frente a los ejercicios militares conjuntos entre los Estados Unidos de América y Corea del Sur (que por cierto este 5 de octubre terminaron en un accidente generado por una falla en la prueba de un misil).
Por su lado el gobierno estadounidense, en un acto cuasi-circense, intentó evitar que los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEC por sus siglas en inglés) acordaran la reducción en la producción de petróleo para evitar el desplome del precio del crudo frente a las perspectivas de recesión en el mundo.
Este 5 de octubre la OPEC aprobó el recorte a la producción diaria por dos millones de barriles, lo que pone en entredicho la capacidad negociadora estadounidense y, en especial, la salud de su “alianza estratégica” con países como Arabia Saudita.
La crisis económica global y las realineaciones estratégico-militares están poniendo a prueba los alcances de la red de alianzas y acuerdos que parecían mantener al mundo lejos de sufrir grandes conflagraciones y de una nueva fragmentación nacionalista.
Hoy el resurgimiento del nacionalismo alrededor del mundo es una realidad y los nacionalismos ultraconservadores europeos pondrán en evidencia los límites de los marcos de cooperación regionales.
El mundo se está calentando y no es sólo un fenómeno climático.
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