Salirse de la Cueva

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Cada que se junta un grupo de mujeres en cualquier tipo de evento es solo cuestión de tiempo para que empiecen a salir los consejos para enflacar, verse más joven, quitarse esto de aquí, ponerse esto de acá. Cada vez, además, te enteras de cosas más radicales para rejuvenecer partes que a mí ni se me había ocurrido que se podían (o se querían) rejuvenecer (como por ejemplo cortarse los labios vaginales para que se vean de “jovencita” …omaigooood… no sé ni por donde empezar a opinar de esto, pero resumo con un: #todomal y la gente está muy enfermita).

Es increíble cuánta energía ponemos en querernos ver “mejor”, más jóvenes, más flacas, más fit, más a la moda …más más más más… no importa que sea meternos mierda al cuerpo, que duela horrendo, que cueste una fortuna, nos mate de hambre o que ponga en riesgo nuestra salud física y mental. Con tal de que sea “efectivo” y “rápido” estamos dispuestas a todo y siempre buscando el remedio milagroso para vernos como no somos pero queremos ser.

El mismo fenómeno pasa también con personas que quieren emprender algún tipo de proyecto y me preguntan que cómo le pueden hacer para hacer algo “tipo lo que hago yo pero de ellos”. Alguien un día me pidió consejo para escribir con mi estilo pero que pareciera el suyo y otra de plano que si podía yo escribirle su libro con mi tono pero que dijéramos que era de ella… WTF?! (o sea: ¡¿qué chingados?!).

El mundo de lo falso, la apariencia y la inmediatez es lo de hoy.

Queremos fórmulas y productos milagrosos para todo. Queremos que nos implique el menor esfuerzo posible. Es innegable que hay mucha gente (con mucho dinero) a la que ese camino le sale bien.

Sí, pero….

¿Funciona? ¿Se nota? ¿Se ve natural? ¿Nos hace realmente felices conseguir todo expeditamente? ¿Tiene alma? ¿Va a durar?…

Verán, yo tengo la teoría de que hay muchas cosas que, efectivamente, el dinero puede comprar ¡muchas!, pero no la autenticidad. Ni la satisfacción que provoca el esfuerzo puesto detrás de cualquier cosa.

Y esas son, precisamente, las dos cosas que hacen que un proyecto, o una persona, brillen y crezcan, que tengan alma y futuro, no saltarse pasos. Entender que por más ganas que tengamos de brincarnos los momentos horribles, complicados, difíciles de cualquier proceso, la realidad es que solo atravesando esos caminos minados, podremos crecer realmente y llegar al lugar correcto. Solo en la aceptación de lo que es y en el aprender a abrazar lo que sí hay se puede realmente integrar y formar algo que vale la pena y es ahí donde nace la chingonería.

No importa si estás hablando de una empresa o de una persona, la regla es la misma y la comprobé ayer en un evento de esos a los que nunca quiero ir, pero fui por apoyar a dos mujeres que representan, precisamente, esto que les estoy platicando.

Acompañada por mi incondicional Adina, el plan era ir, felicitar a Pamela y Andrea y huir lo más pronto posible. Antes de entrar, Adina me dijo: “ a ver cuánto te duro”.  A lo cual yo respondí: “no manches, una hora máximo y nos vamos”…

#famouslastwords.

Nos sentamos en una mesita con la intención de compartir un ratito del gran día de estas señoras y regresar a nuestras cuevas. Sin tener ningún tipo de plan, ni saber que ahí estarían, fueron “cayendo” en nuestra mesa mujeres que hemos tenido el honor de entrevistar en La Burra Arisca y, para cuando me di cuenta, éramos una banda de viejas completamente locas a las que no nos paraba la boca y la felicidad de convivir espontáneamente en el mismo lugar.

Mujeres que admiro. Que hacen cosas increíbles. Que han convertido sus pequeñas ideas en empresas cabronas. Y que saben que lo más importante en ese proceso es apoyar a las demás… justo eso estábamos haciendo ahí: celebrar a Mesa Sana que amamos todas.

Reflexionando sobre la noche de ayer, me quedé pensando dos cosas que me hacen escribir esto hoy:

1. Que las ideas fregonas que se vuelven empresas cabronas siempre ¡siempre! salen de lo que yo llamo “un accidente”, algo para lo que alguien es buenísim@ y que realmente goza haciendo: Mesa Sana, por ejemplo, empezó compartiendo recetas de cocina fáciles y deliciosas en la mitad de una pandemia porque amaban cocinar y eso las salvaba en el encierro. Hildelisa inició dando tips de cómo verte y sentirte mejor contigo, en su búsqueda personal de cómo verse y sentirse mejor con ella (y que ahora se presenta en eventos jetesteros con la cara lavada y se ve más espectacular que nunca porque ¡justamenente! en su búsqueda se encontró y se acomodó con ella). Las Organizers arreglando closets, despensas y casas enteras porque su TOC no tiene fronteras y hacer eso les da paz (lo cual comparto completamente solo que a mí no se me ocurrió poner una empresa). Y Adina con su Tianguis MX que no busca vender la mejor fruta y verdura, sino que está realmente buscando una manera de contribuir para que este país no se nos vaya a la chingada y ayudando a un sector muy importante: los marchantes (además de que sí tiene la mejor calidad de productos directito de los mercados a tu casa).

Todas estas empresas empezaron con una idea, pero tienen detrás una verdadera pasión.

Todas han tenido que atravesar los procesos (por no decir chingas) que implica que una empresa (o una persona) crezca, mejore, funcione; todas ponen ahí su esfuerzo diario para seguir remando, creciendo, chingándole sin saltarse el proceso, aprendiendo lo que no saben y buscando cómo dar los siguientes pasos y darlos contundentemente. Estas señoras no se andan por las ramas en cuestión de nada. Todas empezaron como “sin querer” y ahora están rockeando.

Sí, porque son chingonas, pero quiero pensar que además, porque sus ideas, sus negocios, sus proyectos, son auténticos, como ellas. Y esa es la clave para emprender, o para ser: que seas tú y que tu negocio, o tú misma, te hagan emocionarte, incluso cuando te hagan llorar.

La clave está en siempre ser tú.

Y ….

2.  Les  voy a decir una cosa: puedes, o no, ponerte, inyectarte, quitarte, rellenarte, e incluso ir por tu cirugía de labios vaginales (no puedo creer que he escrito esto dos veces en un mismo texto) puedes hacer lo que quieras hacer, pero nada, ¡naaaada! te va a servir tanto para sentirte bien, estar feliz, y sentirte renovada como tener espacios en donde puedas convivir con comunidades de mujeres que te inspiren, te hagan carcajearte o que en medio del desmadre te abran su corazón y te cuenten sus momentos difíciles y se te salgan las lagrimitas.

Ni hablar de los años de vida que te dará aprender a relajarte un poco y olvidarte que mañana hay que madrugar y seguirle chingando. Disfrutar el momento. Dejarte ir y acordarte de que, a veces, darte permiso de soltarte un poco el chongo y salirte de los KPI´s, es la mejor gasolina para seguir remando, sea cual sea, el proceso que estés atravesando.

Creo que en lugar de gastarnos tanto dinero en tratamientos, cremas y torturas para “vernos bien”, tendríamos que asignar ese presupuesto a una salida mensual con mujeres auténticas y en lugar de ir agregando remedios, ir agregando mujeres a nuestras comunidades de señoras chingonas.

Claro que hoy me siento como araña fumigada ¡y eso que no fui al plan B que las señoras Organizers insistían en ejecutar! (y ejecutaron con maestría comprobando así otra regla máxima de la vida: por más que nos quieran engañar, la edad, sí importa) pero reitero mi compromiso de lo que vamos a convertir en uno de nuestros tratamientos de belleza recurrentes y obligatorios: estar, carcajear, gozar, incluir a otras viejas más y acordarnos que en esto de los procesos de la vida hay mucho que aprenderle a las demás, muchas razones para gozar y que, a veces, salirse de la cueva es el mejor remedio anti edad.

Aviso de ocasión:

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Otro texto de la autora: Dejar de discutir con la realidad

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