Sandwiches de empatía

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Ponle play para escuchar la columna “Sandwiches de empatía” narrada por L’amargeitor:

“Me hice un sándwich para comer en la oficina y me quedó súper chaqueto. Extraño a Glo” -me dijo ayer el Sponsor.

Glo llegó a trabajar a mi casa hace casi seis meses, después de un año de un desgastante desfile de personas que por diversas causas tuvieron que irse. Llegó unas semanas antes de que se muriera mi papá y me atrevo a asegurar que alguien me la mandó para alivianarme este proceso y mandarme luz en forma de esta persona que cuando me ha encontrado llorando se acerca a abrazarme y decirme que mi papá está siempre conmigo.

Es adorable, alegre, trabajadora, responsable y buena de bondad.

Me cayó perfecto cuando la entrevisté y le pregunté que si su esposo estaba ok con que ella trabajara y me contestó, sin dudar, que su esposo no se metía en sus decisiones y que para ella era muy importante ganar su dinero. Pero me conquistó cuando me informó que ella no se podía quedar los fines de semana porque tenía que ir a su casa a preparar comida para la semana para que sus cuatro hijos comieran bien “porque si no ya sabe señora, pura maruchan y esas cochinadas”.

Así que la contraté  y desde entonces, llegar a mi casa es llegar a un remanso de paz. Todo se puede. Todo le parece bien. Todo es de buenas. Me consiente cuando me ve triste. Adora a mis perras. Siempre quiere saber cómo nos fue y en general nos apapacha a todos de una u otra manera. En la mañana que el Sponsor baja a desayunar, los oigo platicar por horas y a mis hijos también siempre que pasan por ahí por donde Glo está. Se ha vuelto sin duda el hada madrina de esta familia y la razón por la que yo puedo trabajar en mis cosas y cubrir mis turnos de uber sin morir en el intento y sabiendo que mi casa está en sus manos y por lo tanto todo está bien.

Por eso cuando el miércoles pasado me dijo que el viernes era su último día, más que otra cosa, me dio una infinita tristeza…

–   “¿Por qué te vas Glo? “

–   “Porque me tienen que operar para quitarme la matriz, voy a estar  por lo menos 40 días incapacitada y no le puedo pedir que me espere…”.

Me dijo esto y al decírmelo, me cayó un aha moment en forma de …no mames el país en el que vivimos y las condiciones laborales a las que la gente está acostumbrada.

-¿”Tú quieres regresar a este trabajo Glo?” -le pregunté-

-“No pues yo claro que sí señora ¡ya me acomodé! ¡No sabe como se batalla para eso y lo de andar empezando de casa en casa!”-me dijo-

-“Glo…si tu quieres regresar yo ¡claro que te espero!” -le dije pensando que también de este lado se batalla para acomodarse, (aunque evidentemente no tenemos ni medio puntito de comparación).

Siempre he pensado lo difícil que debe de ser vivir en una casa que no es tuya, con una familia que no es la tuya (si ya de por sí cuesta aguantar a los propios, ora imagínense a los ajenos), humores que no son los tuyos, a merced de lo que los demás necesiten y no siempre con buenos modos o tantito respeto por los horarios y límites.

Sumarle que tener un problema de salud temporal puede ser la causa de que pierdas tu trabajo porque la gente no sabe vivir sin asistencia doméstica, me recordó el privilegiadísimo lugar en el que estoy. Cuánto lo agradezco. Y cuánto es mi responsabilidad contribuir a que por lo menos en mi entorno, eso no tenga que pasar.

Claro que puedo esperar a que esta persona que pone en pausa su vida para hacer la nuestra más fácil se atienda, se recupere, descanse y esté lista para regresar cuando sea que eso sea. Es lo menos que puedo hacer por alguien que hace tantas cosas por mi familia: asegurarle que su trabajo la va a estar esperando y que, si algo necesita, cuente con nosotros.

No he podido dejar de pensar en cuando no es así. Cuando la comodidad de nuestras vidas y el beneficio personal hace que reemplacemos sin un miramiento a las personas que trabajan con nosotros. En nuestra casa. Nuestra empresa. Nuestros negocios. Qué deshumanizados nos hemos vuelto. Pero sobretodo qué huevones. Y qué egoístas.

Egoístas y deshumanizados por no poder ni siquiera empezar a comprender que hay otras realidades mucho menos afortunadas que las nuestras que necesitan de nosotros mucho más de lo que nosotros pensamos que las necesitamos a ellas. Huevones porque, en realidad, somos perfectamente capaces de encargarnos de nuestras casas sin hablar de que estas son oportunidades de oro para que todos en la familia se pongan la pila y participen regularmente con tareas asignadas y responsabilidades personales. Para valorar el trabajo de los demás. Para aprender cosas nuevas. Y para darnos cuenta de qué pinche echaditos a perder estamos.

Me dieron ganas de pedirle a Glo una disculpa por todos sus empleadores anteriores que hoy la hicieron pensar que dado que tiene que someterse a una cirugía mayor, debe de quedarse sin trabajo y elegir entre su salud y su fuente de ingresos.

Qué mal lo hemos hecho. Y cuánta empatía nos queda pendiente practicar.

Glo va a usar sus ahorros para operarse en un hospital privado “porque en los otros no hay camas ni medicinas” (ojalá en serio existan el karma y el infierno para las personas responsables de esta tragedia nacional)… imagínense si además de todo, después tuviera que ponerse nuevamente a buscar y ver en donde “se halla”.

No se equivoquen… si bien para los que empleamos trabajadores del hogar es un proceso a veces complicado, para los y las trabajadoras, es siempre mil veces peor encontrar un lugar en donde su trabajo sea valorado, su tiempo respetado, y lo de sentirse a gusto, y no un objeto remplazable o un robot (o un esclavo), sea una realidad.

Los invito a revisar qué tipo de empleadores somos. Y qué podemos hacer por nuestros empleados hoy para que su vida sea más fácil. Me parece lo menos que podemos hacer siendo que eso, es lo que diariamente, ellos hacen por nosotros.

PD. Por cierto, les informo que el Senado acaba de aprobar una ley que nos obliga como empleadores a inscribir a las trabajadoras domésticas al IMSS. Y que hay incluso un sindicato que las defiende. Así que pongámonos pilas y asumamos que nos toca garantizar sus derechos laborales.
En esta liga pueden saber más.

Otro texto de la autora: Las mamis y las novias

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