Disidencia mexicana contra T-MEC

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Durante la reunión entre los presidentes Biden y López Obrador, el elefante plantado en medio del salón era el T-MEC. Un polémico elefante que un presidente mencionó (Biden) y el otro ignoró (López Obrador). 

Ese elefante tan dinámico como reumático, pero que define en lo fundamental la relación entre las dos naciones reunidas, sin dejar de reconocer que faltó en ese salón la tercera pata del tratado trilateral: Canadá.

El T-MEC es una estructura económica, social, jurídica y político-legislativa sobredeterminante que enmarca todas las relaciones entre los tres países de manera que nos convierte en miembro de un bloque regional. Es, hay que decirlo, un bloque creado a partir de la voluntad libre de cada uno de los países integrantes del tratado.

El problema trilateral más relevante que enfrentará el bloque regional T-MEC es la clara disidencia que México le plantea al acuerdo, y, sin decirlo, pretende ser un miembro pleno y parcial del mismo. Quiere tomar algunas ventajas que le ofrece ser miembro e ignorar o francamente violar otras condiciones que considera contrarios al proyecto nacional que la 4T propone. La pregunta que se hacen en Ottawa y en Washington es ¿por qué México firmó el T-MEC con tanto entusiasmo si no pensaba cumplir cabalmente con lo acordado?

El ejemplo más claro de esa disidencia o rebeldía es la reciente aprobación por el Congreso mexicano de una ley del sector eléctrico, también conocido como la Ley Combustóleo. Es una ley que contraviene principios fundamentales del trilateralismo expresado en un ilegal favoritismo a empresas estatales nacionales y perjudicando o discriminando a empresas de los países integrantes del T-MEC.

Va en contra del espíritu de la “cancha pareja” que debiera prevalecer entre los integrantes de un acuerdo regional cuyo principal propósito es permitir la competencia libre y equitativa al interior de los sectores productivos. Las mercancías de los mercados fluyen entre sí porque están integradas.

Regresando a la imagen del elefante en el salón, el asunto de la rebeldía mexicana no fue comentado en la reunión. Entre otras cosas porque le permitió a Biden establecer la agenda amplia (8 puntos) que quería y rechazar la estrecha agenda (2 puntos) de López Obrador.

En el mismo momento de la reunión, una empresa minera canadiense, First Majestic, estaba estrenando los órganos jurisdiccionales del T-MEC para impugnar decisiones del gobierno de México que la empresa considera daña la relación de equidad que debiera existir entre los países, de acuerdo a su Capítulo 11.

Seguramente Biden estaba al tanto, también, de la carta que un grupo de 19 legisladores estadounidenses le estaban enviando al secretario de Estado Blinken expresando grandes preocupaciones por el manejo mexicano de la energía, medioambiente, relaciones laborales, derechos humanos, cuestiones migratorias y el crecimiento de las actividades criminales y la crisis de seguridad en general, afirmando que el gobierno mexicano está perdiendo el control del país. La carta lleva las firmas, entre otros, de legisladores demócratas del caucus latino.

Es decir, a diferencia de Trump que aceptaba la idea mexicana de una agenda mínima, Biden y los demócratas y, sospecho, el gobierno canadiense, se va a empeñar en ampliar la agenda con nuestro país para incluir temas sensibles y conflictivos como derechos humanos, derechos laborales y energías limpias.

Biden y Trudeau se han reunido personalmente. López Obrador mantiene distancia de ellos, confirmando su rebeldía contra el T-MEC, en los hechos. Con ello se avecina un conflicto trilateral entre el hecho de la total integración mexicana a la economía de América del Norte vía el T-MEC y la fantasía presidencial de sostener políticas populo-nacionalistas parecidas a Cuba y Venezuela.

Otro tema del autor: Bye, bye Rush

ricaropascoe@hotmail.com

@rpascoep

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