El planeta del Principito y las elecciones bolivianas

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El 27 de febrero pasado, el Washington Post resucitó el debate sobre las elecciones presidenciales bolivianas de octubre de 2019. Después de intensas protestas contra lo que se juzgó una indebida intervención de las autoridades a favor de Evo Morales, un equipo de observación de la Organización de Estados Americanos encontró evidencia de irregularidades suficiente como para recomendar la repetición del proceso.

En el blog The Monkey Cage (propiedad de dicho diario) se publicó lo que muchos dieron en llamar el “Informe MIT”, en virtud de la filiación institucional de sus autores, Jack R. Williams y John Curiel. El análisis proponía que no había habido un fraude electoral y que el triunfo de Morales era válido, y por eso generó revuelo.

Lo interesante de todo esto es que el análisis publicado a fines de febrero no presenta realmente nueva información y ni siquiera se puede decir que es un estudio diseñado y concebido por los autores que lo firman. 

El mismo post ofrece una liga a una versión algo más extensa del análisis. Al revisarlo, se puede constatar la técnica de análisis e incluso las gráficas son idénticas a las presentadas a principios de noviembre de 2019 en un informe con el sello del más bien desconocido Center for Economic and Policy Research (CERP).

Es evidente que no se trata de dos informes distintos. Se trata del mismo reporte publicado en dos distintos medios con cuatro meses de diferencia. Sólo que la primera vez nadie lo peló, mientras que el más reciente causó gran furor. 

El análisis de Williams y Curiel también aparece en la página del CEPR. Se aclara que en diciembre de 2019, el CEPR “contrató a los autores para verificar de forma independiente los resultados numéricos y estadísticos del estudio que el CEPR realizó en noviembre de 2019.” Pero tomar los mismos datos, realizar el mismo análisis y publicar los mismos resultados difícilmente cuenta como una “verificación independiente”. 

Lo que tenemos aquí es, en los hechos, un rebranding del mismo análisis. De verdad, le invito a comparar los documentos si cree que estoy exagerando.

Esto me hace pensar en un pasaje de El Principito. El narrador cuenta que el planeta del principito fue descubierto en 1909 por un astrónomo turco, “pero nadie le creyó a causa de su vestimenta. Las personas grandes son así”. En 1920 el mismo astrónomo presentó el mismo hallazgo, pero ahora “vestido con un traje muy elegante, y esta vez todo el mundo estuvo de acuerdo”. 

En esta historia, el CEPR es la vestimenta inadecuada de noviembre de 2019 y el MIT y el Washington Post vienen a ser el traje de gala de febrero de 2020. El efecto propagandístico fue enorme. La cancillería mexicana demandó a la Secretaría general de la OEA un análisis independiente (siendo la secretaría general, yo se lo encargaría al MIT). El presidente de Argentina dedicó un hilo de tuits a celebrar la confirmación del triunfo de Evo Morales.

No me meto en los méritos del análisis, pero no puede tomarse como una respuesta apropiada a la OEA. El análisis del CEPR está fechado el 8 de noviembre, por lo que no pudo haber tomado en cuenta el análisis de la OEA, que en una primera versión se dio a conocer el 10 de noviembre. Entonces, no tiene ningún sentido pretender que sus resultados refutan al informe de la OEA sólo porque se vuelven a divulgar cuatro meses después, pero eso es lo que se afirma desde la páginas del Washington Post.

La auditoría de la OEA revisa distintos aspectos del proceso electoral, y en distintas fases encuentra evidencia de intervención deliberada del gobierno destinada a afectar al resultado. 

Es decir, de fraude. Tal vez el mayor éxito del relanzamiento del informe del CEPR es que centró la discusión exclusivamente en el análisis estadístico. 

Por la naturaleza de este tipo de análisis, a la gran mayoría de la gente no nos es dado verificar por nosotros mismos hasta qué punto se está presentando evidencia que realmente invalida al análisis de la OEA. 

Para muchos, el sello MIT basta para hacerse un juicio, olvidando el resto de las pruebas de intervención claramente dirigida a beneficiar a Evo Morales, y que no son ni siquiera mencionadas por “el MIT”. 

Como diría Saint-Exupery: “Las personas grandes son así”.

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