Nuestra historia

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A quienes tenemos hijos o hijas en la primaria, esto debería preocuparnos. Debe preocuparnos porque nos habla de un franco intento por establecer una nueva lógica: la historia de la llamada Cuarta Transformación. Pero no en el discurso público, sino en los libros de texto gratuitos.

Con el triunfo de nuestro movimiento, va para atrás la obra. Es decir, como no vamos a saber de dónde venimos. El que no sabe de dónde viene, no sabe para dónde va. Entonces ya, ¿por qué estoy aquí? 

Por qué estoy aquí, nos dice el presidente de viva voz. En su visión, los libros de historia deberían tener un objetivo claro: que estudiantes de primaria entiendan las razones por las cuáles él, específicamente, es quién nos gobierna.

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Antes de entrar en todos los problemas que esto significa, hay que hablar de por qué aprendemos historia y la importancia de hacerlo. El lugar común dice que no conocer nuestra historia nos pone en riesgo de repetirla. Eso en realidad es imposible, pero lo que sí es cierto es que conocer nuestra herencia, lo que nos trajo a ser lo que somos, es fundamental.

No solo porque nos conecta con nuestro pasado y nos ayuda a entender nuestra realidad, sino porque despierta nuestra curiosidad y nos empuja a querer entender mejor nuestras raíces.

Enseñar historia, y enseñarla bien, es de gran importancia para el desarrollo de quienes estudian. Y si bien es cierto que los libros de texto siempre han sido simplistas y maniqueos, es especialmente grave que esta administración esté tratando de adaptarlos para cumplir con la visión ideológica y política de nuestro presente.

Tanto él como quienes están elaborando los textos han sido bastante cándidos: Marx Arriaga, quien lleva el proceso, reconoció que la nueva narrativa tiene una “posición ética acerca de la agenda democrática”. López Obrador insistió en que tendría nuevos valores, y que no había que “meterse” con los héroes, como Villa, Zapata, Cárdenas, etcétera.

¿Qué ética y qué valores? Los de ellos.

También ahora sabemos que su esposa, Beatriz Gutiérrez, supervisará el proceso de elaboración de la historia que los menores aprenderán y repetirán en sus vidas. Se ha marginado al grupo de especialistas que en general desarrollaban las nuevas versiones de libros de texto, y se ha hecho en tiempo récord, al vapor.

Además, cumpliendo con la tradición de este gobierno, en la total opacidad. No sabemos los nombres de quienes están elaborando los textos, las bases sobre las cuales lo hacen, la estructura pedagógica ni los costos. 

Según diversas fuentes, hasta se ha cambiado el año de la fundación de Tenochtitlán para que coincida con esta administración, a fin de que el presidente pueda conmemorarlo. Especialistas en historia han sido claros en que está incorrecta la fecha, pero nada importa: acá la hora y la fecha histórica, es la que diga usted, señor presidente.

Si el mandatario, su esposa y su séquito quieren mejorar cómo enseñamos la historia y qué enseñamos, tienen que hacer algo que va a contrapelo de su cultura: incluir a las mujeres. Si hay algo que siempre ha faltado en la versión oficial de nuestro país es el enorme aporte de ellas en los eventos históricos, en las famosas gestas y, quizá sobre todo, en la reconstrucción de nuestra nación tras eventos traumáticos.

La presencia de las mujeres ha sido invisibilizada en la historia porque en general es escrita por hombres.

La autora Svetlana Alexievich demostró el gran fallo que hay en esto. Entre sus muchos destacados libros, “La guerra no tiene rostro de mujer” nos cuenta una versión muy diferente de la Segunda Guerra Mundial. No fue, para ellas, una gesta heróica, valerosa y llena de honor. Fue una historia de horrores, de víctimas y de empatía. Y por eso las mujeres tendrían que jugar un rol clave en cómo contamos nuestra historia. Eso, sin embargo, no sucederá en este gobierno.

Lo que está sucediendo es que se les estará imponiendo a los niños y niñas, otra vez y como ha pasado antes, una versión plástica y lineal de la historia, una que complace a quién gobierna y que espera ir instalando la semilla de su ideología en el futuro

Pero la historia no es ni de izquierda ni de derecha. Y los personajes no son héroes perfectos ni villanos absolutos. Son personas de su tiempo, su circunstancia y sus decisiones. Hoy, desde nuestra perspectiva, lo que merecemos no es escuchar fábulas, sino entender momentos. Las luchas fueron complejas y todos los bandos cometieron errores. La importancia de entender bien la historia es que nos ayuda a enfrentar los desafíos de nuestros tiempos.

Al final, y citando a Svetlana Alexievich, “nadie nos enseñó a ser libres. Solo hemos aprendido a luchar por la libertad”.

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