Fuerzas de la naturaleza

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El volcán despertó. En los últimos días hemos visto al Popocatépetl echar cenizas, piedras y lava con energía, causando la movilización de las autoridades y tensión de las personas afectadas.

Comunidades cercanas se han visto impactadas y se han realizado planes de evacuación. Y para algunas personas, se siente como un mensaje.

Por supuesto a la naturaleza no le importan los asuntos de los humanos, pero a los humanos nos importan los asuntos de la naturaleza. Así que es curiosa esta casualidad: en 1997 México estaba a punto de dar un giro profundo en su historia.

Era la elección intermedia. Ernesto Zedillo era el presidente, y por primera vez se elegiría por voto directo al jefe de Gobierno de la capital. Cuauhtémoc Cárdenas era el candidato opositor que rompería el dominio del PRI en esta ciudad. Cárdenas arrasó en la capital. Y no solo eso: el partido gobernante perdería por primera vez la mayoría absoluta en el Congreso.

Justo antes de la elección, el Popocatépetl nos amenazó. Cayeron cenizas por toda la ciudad, el aire se volvió turbio, y analistas extranjeros lo interpretaron de forma un poco mística: el volcán dice que si ustedes no los echan, lo haré yo.

Pasó la elección, el PRI quedó debilitado y el volcán guardó silencio. Por supuesto, estos dos eventos no tenían nada que ver en la realidad, pero lo interesante es esto: nos gusta pensar que la naturaleza nos manda señales.

Hay algo enraizado en nuestro pensamiento mágico que nos obliga a pensar en que el universo nos está tratando de decir algo, en el sentido de “amiga, date cuenta, el volcán quiere un cambio”.

En 1997 se construyó el camino para la alternancia en el poder. Esa transformación favoreció al triunfo de Vicente Fox en el año 2000: la primera vez que México no era gobernado por el PRI en el país posrevolucionario.

Con todas las muy válidas críticas que pueda haber a ese periodo, lo que es real es que empezó a construirse una generación que creía en la alternancia en el poder, en las instituciones; básicamente, en la democracia.

Ésa fue la época en que se creó el Instituto Nacional de Transparencia, se fortaleció a la sociedad civil. Los controles al poder crecieron.

Ser presidente ya no era ser el dueño de México. Y eso no significa que lo hayan hecho bien, ni es ninguna defensa al pasado. Ni Vicente Fox, ni Felipe Calderón, ni Enrique Peña Nieto pasarán a la historia como presidentes especialmente notables.

Pero sí enfrentaron un desafío interesante: no tener mayoría. Quizá eso los hizo menos efectivos, pero la verdad es que los obligó a hablar con la oposición. Eso siempre debería ser sano para las democracias.

Hoy, el presidente usa su posición para llamar al “voto masivo” contra lo que considera “los corruptos”, que en su lógica es todo aquel que no sea parte del oficialismo. Los corruptos de su administración están felizmente fuera de su lista.

Y el volcán ha vuelto a rugir. Como lo hizo cuando había que sacar al PRI hegemónico, lo hace cuando quizá es hora de quitarle el poder a quienes nos gobiernan y no han cumplido con su promesa.

A la naturaleza no le importan los temas de los humanos, pero los humanos podríamos tomar nota de las señales de la naturaleza.

Quizá es hora de escuchar.

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