Antes de Ayotzinapa

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Dice un famoso lugar común que en política no hay coincidencias. Si lo hemos de tomar en serio, hace unos días vimos una cadena notable de eventos que parecerían conectados: 

un día el subsecretario de Derechos Humanos, Alejandro Encinas, da a conocer los resultados de la comisión que busca una nueva verdad histórica sobre los crímenes de Ayotzinapa de 2014, cuando 43 normalistas fueron secuestrados.

Casi de inmediato, la Fiscalía General de la República arresta a Jesús Murillo Karam, quien era procurador General cuando sucedió la tragedia, demostrando que el caso contra él ya se venía construyendo desde antes de que se diera a conocer el informe; acto seguido, y quizá esta es la coincidencia más peculiar, sueltan a Rosario Robles, la ex secretaria de Desarrollo Social de Enrique Peña Nieto acusada de participar en la llamada Estafa Maestra y que llevaba tres años en la cárcel.

Que salga una y entre otro el mismo día da para mucha especulación. 

Y vaya que ha sucedido: entre el debate sobre las supuestas revelaciones del nuevo informe y las órdenes de aprehensión, así como sacar a Robles de prisión, la discusión pública se ha consumido.

Pero en el proceso hay varias cosas importantes de las que hemos dejado de hablar, y son igual de relevantes y más vigentes. Aquí hay cinco ejemplos.

Uno, la violencia. Hace unas semanas múltiples ciudades de nuestro país fueron tomadas por grupos criminales. Quemaron tiendas, autos, hicieron bloqueos, asesinaron personas. Fueron jornadas en que el crimen organizado demostró su capacidad de fuego y también su impunidad. Hubo algunos detenidos, pero todos eran irrelevantes. Fuera de contarnos que les pagaron algunos miles de pesos para atacar a la gente, no saldrá información de ellos que ayude a detener a cabecillas de la mafia. 

Dos, los asesinatos de periodistas. La semana pasada ejecutaron al periodista Fredid Román en Chilpancingo. Motociclistas lo interceptaron en su auto y balearon. Solo una semana antes ya habían encontrado el cadáver de Juan Arjón López, que también fue asesinado. Con ellos suman 15 periodistas que han matado solo en este año, uno de los más mortíferos para quienes tenemos esta profesión. 

Y sí, matan a personas todos los días; los homicidios están en niveles dramáticos. Pero es importante visibilizar las ejecuciones de quienes hacen periodismo porque nos habla de una violencia que está desbocada contra quienes se atreven a contar las historias de nuestro tiempo. 

Tres, la inflación alimentaria. Este es un tema que afecta a todas las familias, en particular a las más vulnerables. Inflación alimentaria se refiere específicamente al alza de precios en los alimentos más básicos que consume la gente, y por eso impacta de forma negativa a quienes menos tienen.

En México está en niveles no vistos desde hace muchos años. Según datos del Inegi, el alza de precios de alimentos era de más de 13% en nuestro país, y en algunos estados era de más de 17 por ciento. El programa anti inflación del gobierno no está surtiendo efecto hasta ahora, más allá de servir como bandera política. La verdad es que cada vez más personas están sufriendo para alimentar a sus familias.

Cuatro, la corrupción. El caso de Segalmex, la empresa del gobierno con la misión de dar alimentos accesibles a la gente, debería ser un escándalo. Los desvíos millonarios en un tema tan delicado como la seguridad alimentaria superan ya ampliamente a  la famosa Estafa Maestra. Y si bien se está investigando, nos demuestra que la corrupción en el gobierno de la honestidad sigue tan sana y fuerte como siempre. Segalmex, además, es solo un caso: sabemos de casos de corrupción y opacidad en las grandes obras y compras del gobierno. Pero no sabremos su dimensión en esta administración, si es que algún día la conocemos. Eso sí, ya nos han mostrado el pañuelo blanco una y otra vez, alegando que se acabó el saqueo.

Por último, los feminicidios. Más allá de los casos que han atraído la atención pública como es el de Debanhi Escobar, este año ha sido letal para las mujeres. Junio fue un mes récord en este delito, que además tiene un altísimo nivel de impunidad.  

Pero lo trágico es que esta cifra es dudosa: muchas muertes de mujeres son catalogadas como suicidios u homicidios, a pesar de la evidencia que muestra que fueron asesinadas por razones de género. Varias incluso bajo la custodia de la policía, como hemos documentado. Pero hay que cuidar las apariencias, así que fiscales de todos los colores y niveles evitan usar el término de feminicidio. Esta epidemia de violencia contra la mujer apenas es abordada desde el gobierno, y cuándo lo hacen es con cifras cuestionables, falta de autocrítica y sin un verdadero plan para atenderla.

Todo esto ha quedado en el olvido mientras hablamos de Ayotzinapa. Y sí, hay que hablar de ese crimen. Hay que esclarecerlo, resarcir a las víctimas y encontrar a los culpables. Hay que hacer justicia en ese caso. Pero también en mil casos más que sí sucedieron en esta administración y están en el olvido.

Todo esto está pasando ahora. ¿Lo vamos a ignorar?

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