Comunicación y gobierno

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En comunicación, se dice, la forma es fondo. No se trata solo de lo que dices, sino la forma en que lo haces. Esto aplica en la vida cotidiana, cuándo somos prepotentes al pedir algo; aplica en la comunicación empresarial y social, pero aplica muy especialmente en la comunicación gubernamental.

Y lo que estamos viviendo hoy es una impresionante degradación de la comunicación del gobierno. Está claro que el presidente López Obrador es un gran comunicador: sabe encontrar el tono de la gente, entretener, mantener la atención. Eso explica en gran medida que aún tiene una gran popularidad.

Pero esa aprobación no se traduce a la de su gobierno. Y tiene que ver con errores y promesas incumplidas, pero en mucho también tiene que ver con la incapacidad de comunicar correctamente muchos de sus aciertos.

El resto del gobierno ha supuesto que puede ser y hablar como el presidente y que eso les funcionará. En ese proceso, ha desnudado su absoluto desprecio por sus gobernados y lo perdida que tienen la brújula.

Hay muchos ejemplos, pero empecemos por uno que mostró esto en plenitud: ¿recuerdan el anuncio del gobierno contra la violencia doméstica?

Mientras en la pandemia se disparaba el abuso en los hogares contra mujeres, niños y niñas, el gobierno sacó un comercial en que lo primero que muestra es a una mujer a punto de ejercer violencia.

No solo el anuncio es mediocre, sino que no entienden en absoluto el problema que esto representa. 

Hay muchas personas responsables de esta mala comunicación, pero sobre todo hay una: Jesús Ramírez, el todopoderoso Director General de Comunicación Social de la Presidencia, quien debería ser el vocero del gobierno y atender varias responsabilidades que no atiende. 

Una de ellas es la de llevar la relación con los medios de comunicación, pero la realidad es que no recibe a ninguno que no sea afín al poder. Debería asegurarse de que los mensajes del gobierno sean consistentes. Tampoco lo hace. Y sobre todo, debería asesorar a su jefe para que no cometa graves errores en sus mensajes: hace lo contrario.

Un buen ejemplo fue cuándo permitió -o quizá promovió- que López Obrador quedara en ridículo al poner en su mañanera un supuesto tuit de Carlos Loret de Mola en el que pronosticaba la caída del peso. El tuit se sabía falso desde hace mucho tiempo, pero a nadie en la oficina de comunicación se le ocurrió decirlo. 

Su gran responsabilidad se reduce a mantener a la conferencia mañanera como un circo de frivolidades, con peones cuya función es hacer preguntas aduladoras.

Este gobierno también nos ha regalado los trágicos comerciales de botargas de vegetales cantando para que comas sano o el más reciente que usa a los nazis para invitarte a no tomar drogas. El anuncio es tan malo e incorrecto que incluso algunas comunidades judías lo han condenado.

Un caso reciente fue el triste comunicado de la Semarnat en que, siguiendo el actual lenguaje oficial, pregunta dónde estaban antes a los que llaman pseudoambientalistas y que ahora se atreven a cuestionar al Tren Maya.

Es muy grave que una Secretaría use ese lenguaje y tono para hablar con los ciudadanos que, sean quienes sean, deben ser respetados por la autoridad. Parece que tres años después aún no se enteran que son gobierno y que eso les da una responsabilidad superior sobre cómo se refieren a sus gobernados.

Y volvemos a la forma y el fondo. Sea o no cierto lo que dice el comunicado, la forma nos dice mucho más. Nos dice que este gobierno no respeta a la gente que piensa distinto. Nos dice que sienten que el poder es para insultar y no para informar.

Los vegetales bailarines nos dicen que nos suponen tontos y frívolos. El anuncio de la violencia doméstica nos dice que no saben de qué están hablando.

Este gobierno comunica mucho. Pero la forma en que lo hace nos deja algo muy claro: no nos consideran ciudadanos.

Para quién nos gobierna, somos viles vasallos

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