COVID-19 y populismo: Los dos males que unen a AMLO y Trump

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La visita de Andrés Manuel López Obrador a Donald Trump nos deja muchos temas, pero nos recuerda algo que los une: la forma en que han enfrentado el COVID-19.

Finalmente sucedió: el presidente López Obrador desempolvó su pasaporte y realizó su primer viaje internacional desde que está en el poder. Por supuesto, la visita que inaugura su cruce de fronteras fue a Estados Unidos, para visitar a su homólogo Donald Trump.

Poco importó que en campaña nuestro presidente dijera que “pondría en su lugar” a Trump, y menos que nos haya amenazado con aranceles a cambio de usar la Guardia Nacional para cazar migrantes.

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Ni siquiera importó que justo antes del viaje colocara fotos en su twitter presumiendo el muro fronterizo, entre muchas otras ofensas que ese gobernante ha lanzado contra nuestro país. Aquí lo importante era unir lazos y celebrar ese muy neoliberal acuerdo que es el T-MEC.

La visita nos deja varios temas, pero uno especialmente importante es la postal de los dos mandatarios sin usar cubrebocas ni cuidando la sana distancia. El mensaje que nos mandan es, en realidad, congruente con lo que los dos han defendido desde el principio de la pandemia: “aquí no pasa nada”.

Ambos han manejado una estrategia similar ante el COVID-19. Primero minimizarlo, después renegar de la ciencia, y creer en soluciones sin sustento. Mientras Trump recomendaba beber cloro, López Obrador llamaba al uso de estampitas y a “no robar ni mentir”.

Los dos mandaron, desde el principio, mensajes erráticos y confusos, a veces apoyando a sus encargados de salud y a veces ignorándolos o desautorizándolos. Esto ha puesto en duros aprietos a sus equipos. Un día Hugo López-Gatell aseguraba que el presidente es una fuerza moral, no de contagio; otro llamaba a quedarse en casa, cuando su jefe promovía las fondas.

Antes, López Obrador celebraba que hay menos muertos en México que en España o Bélgica, pero ahora su subsecretario de Salud trata desesperadamente de decir que como México no hay dos, por lo que no nos podemos comparar con nadie.

Trump, por su parte, ha obligado a su equipo de salud a matizar reiteradamente sus mentiras para hacerlas menos dramáticas, al tiempo que los tiene desplegados en los estados clave que necesita para ganar la reelección presidencial. También ha despedido al personal que ha criticado la estrategia.

En efecto, mucho une a estos dos líderes, pero hay un par más que se podrían sumar al grupo: Jair Bolsonaro, de Brasil, y Boris Johnson, del Reino Unido. Ellos siguieron la misma estrategia de negar la peligrosidad, renegando de la ciencia y la evidencia que demandaba acciones.

Bolsonaro dijo que era sólo un catarrito, y terminó peleando públicamente con su ministro de Salud. Ahora se contagió de COVID-19, pero sigue fingiendo que no pasa nada. 

Johnson, por su parte, apostó a la “inmunización de manada”. Luego reconsideró al ser enfrentado por los datos, pero ya era tarde: su país supera los 44 mil muertos. Él mismo se enfermó también, y acabó hospitalizado. 

A estos cuatro países no solo los une la visión anti-ciencia de sus líderes y su empeño en rechazar la realidad, sino un dato trágico: son cuatro de los países que peor han llevado la pandemia. Y eso que los de este continente tuvieron meses extra para prepararse.

Así, Estados Unidos, Brasil, México y el Reino Unido suman, juntos, más del 50 por ciento de los fallecimientos globales. Superamos a países más poblados o pobres, como China o la India. 

Además, somos parte del top 10 de contagios.

México sobresale en dos áreas: menos pruebas realizadas por millar de habitantes y mayor porcentaje de letalidad, entre el 11 y el 12 por ciento.

¿Qué hace que estos cuatro países sean especiales? Los cuatro están liderados por populistas. De distintas tendencias políticas, con distintas visiones, pero con una convicción: ellos son el pueblo. Y ellos creen que son dueños de la verdad.

Una triste lección política que nos deja el COVID-19 es que el mejor aliado de la enfermedad no es ni la sobrepoblación ni la pobreza. Su mejor aliado es el populismo.

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