La decisión de Marcelo

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Dicen que en política no hay casualidades, y una vez más este dicho parece confirmarse. Apenas el pasado jueves se veía lejano que la Comisión de Honor y Justicia de Morena resolviera las impugnaciones de Marcelo Ebrard respecto al proceso interno para elegir al Coordinador Nacional de la Defensa de la 4T.

Se decía que la decisión sería hacia finales de diciembre o quizá hasta enero, ya que el proceso se encontraba apenas en la etapa de citación de testigos.

Pero casualmente, a unas horas de que Ebrard por un lado rechazara sumarse a Movimiento Ciudadano y por el otro se acercara la hora del mensaje que daría a las 10:30 de la mañana del lunes 13, Mario Delgado, dirigente nacional de Morena dijo que la Comisión le había informado que ya tenía una respuesta a la impugnación de Ebrard: se iniciaría un proceso de sanción, ya que se habían presentado evidencias que confirmaban la operación de algunos funcionarios del gobierno federal y militantes de Morena a favor de Sheinbaum, pero que ninguna de esas conductas eran suficientes para considerar reponer el proceso.

El anuncio de Marcelo horas después fue que se quedaba en Morena. ¿Cómo? Si su partido no le había dado lo que tanto exigió. Vale la pena recordar que no fueron leves los señalamientos de Ebrard: primero acusó que la encuesta había estado amañada, que ya se tenía un resultado a favor de Claudia Sheinbaum aun antes de terminar, evidenció la anulación de muchos votos que le hubieran favorecido por supuestas irregularidades, también aseguró que se habían utilizado recursos y funcionarios públicos a través de la Secretaría del Bienestar a favor de Sheinbaum.

Muy molesto, sentenció que no había ya lugar para él en Morena, pero corrigió y dio un plazo de cinco días para tener una respuesta. Como 10 días después no la hubo, escaló el conflicto al presentar ante el Tribunal Electoral una queja contra Morena por violación a sus derechos político-electorales y solicitó al tribunal que ordenara a Morena repetir el proceso.

Marcelo resistió los calificativos de sus compañeros de partido, que lo llamaron desde traidor hasta ambicioso vulgar si decidía salir de Morena, porque no buscaba un ideal de partido sino sus propios intereses.

Podemos pensar que Marcelo vuelve a ser Marcelo, ese que cede, que se disciplina, que se repite el 2000 y el 2012.

Se vuelve a poner la camiseta guinda y habla de haber alcanzado un entendimiento político en el que se reconoce que es la segunda fuerza política dentro de Morena y con ello además de candidaturas y posiciones para sus más cercanos. ¿No estaban prohibidas las tribus en los estatutos del partido?

¿Con esas promesas se conforma? Tal vez no: dejó muy claro que nunca dejará de buscar la candidatura a la Presidencia, y también habló de dar continuidad a su movimiento El Camino de México

¿Será que se queda cerca de sus contrincantes para no hacerse de ellos su enemigo y desde dentro ir construyendo lo que hacia el 2030 pudiera ser un caballo de Troya? ¿Será que Ebrard se convertirá en oposición dentro de su propio partido? Ya el tiempo lo dirá…

Lo cierto es que primero, es evidente que en política, como en la guerra, a veces hay que replegarse un poco para lograr tus objetivos después. El desafío de Marcelo será que esta retirada estratégica no implique abandonar sus principios.

Y segundo, que con la permanencia de Ebrard en Morena no termina todo; ¿no es el uso de recursos públicos a favor de un candidato un delito electoral que debe ser sancionado? ¿En qué etapa va la investigación de la autoridad electoral? O nos saldrán con que Claudia no era candidata, sino aspirante a coordinar la defensa de la 4T.

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