El ex presidente Felipe Calderón volvió a ser noticia hace unos días, cuando participó en un foro en República Dominicana en donde, con otros ex mandatarios latinoamericanos, se exponían los desafíos para el progreso y el desarrollo de la región.
Calderón advirtió que México está en peligro ya que es una democracia a punto de caer; señaló que somos uno de los países que más ha retrocedido en materia democrática porque las instituciones han están bajo el ataque del presidente de la República, porque se utiliza el aparato de poder con recursos y empleados públicos para favorecer a la candidata oficial.
Inmediatamente se desató la polémica en torno a las declaraciones. ¿Tiene autoridad moral un ex mandatario cuyo gobierno es señalado de fraude electoral o cuya guerra contra el narcotráfico desató la incontrolable ola de violencia que ninguno de los gobiernos posteriores ha sido capaz de contener?
Un ex presidente que ya ni vive en México y que aparentemente está retirado de la política mexicana. Me parece que el debate y la crítica están perdiendo el foco; lo importante no es Felipe Calderón, ni si él es quien lo está advirtiendo.
Centrar la atención en la persona y en las fallas de su gobierno es un distractor, una trampa para desviarnos a no ver lo fundamental: no ha sido solo Calderón. Han sido muchas las voces autorizadas y estudiosas del tema que vienen advirtiendo lo mismo.
Apenas hace una semana se dio a conocer el Informe Global sobre el estado de la democracia, que cada año elabora el Instituto para la Democracia y la Asistencia Electoral, IDEA Internacional, con sede en Estocolmo, Suecia.
Sobre Latinoamérica se advierte un retroceso generalizado en el último lustro y expone tres principales riesgos para el avance democrático: el uso de instituciones para legitimar restricciones de derechos y la competencia electoral; el enorme reto de la inseguridad en donde el crimen organizado desafía al Estado de derecho, y los gobiernos incapaces de dar respuesta adecuada que han recurrido a garantizar más poder a las Fuerzas Armadas, aumentando el gasto en defensa y expandiendo la militarización en seguridad pública e inmigración.
Finalmente el estudio señala que la independencia judicial sigue siendo una asignatura pendiente. ¿Nos queda el saco?
Me parece que completito; además, de manera directa el estudio señaló que en México hay un riesgo en el Congreso en donde se aprueban leyes y reformas sin ser evaluadas resultando en decisiones legislativas y del Ejecutivo anticonstitucionales. No es otra cosa que desde el poder se viola la máxima ley que es la Constitución. Esto es muy grave.
Un segundo estudio que quiero citar como una voz de advertencia al retroceso democrático es el de la revista The Economist y su Índice Democrático en el que señaló que México dejó de ser una democracia defectuosa y entraba en la categoría de “régimen híbrido”, categoría entre el autoritarismo y la democracia.
Hay otro enorme riesgo que sumar y es que todo eso está sucediendo al mismo tiempo que cae la confianza social en la democracia. En julio pasado se dieron a conocer los resultados 2023 del Latinobarómetro, una ONG sin fines de lucro que investiga el desarrollo de la democracia usando indicadores de opinión pública.
Su informe fue contundente: Latinoamérica es una región abierta a los populismos y regímenes antidemocráticos y autoritarios. El estudio muestra que solo el 48% de los latinoamericanos apoya la democracia como régimen político y que el 17% dice que un gobierno autoritario puede ser preferible, una tendencia mayormente marcada entre los jóvenes.
La explicación puede ser la decepción que existe sobre la clase política, el modelo de partidos, el desencanto sobre el poder y privilegio del voto. Sin embargo es fundamental entender que la democracia es mucho más que partidos, campañas y acudir a las urnas, es mucho más que solo un régimen político.
La democracia es exigir y respetar los contrapesos, la no concentración del poder en un solo partido y un solo hombre: eso ya lo vivimos durante más de 70 años con el PRI.
La democracia se había ido construyendo y conquistando. Retroceder los avances democráticos es entregar también las conquistas sociales, es entregar el derecho a las oportunidades, a la seguridad, al Estado de derecho, es entregar nuestros derechos y nuestras libertades.