¿Por dónde empezar para erradicar la violencia de género?

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El pasado 25 de noviembre se conmemoró, como cada año, el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia en contra de las Mujeres y lejos de haber avances, pareciera que estamos retrocediendo.

En octubre de 2022 se contabilizaron 80 feminicidios en México, con lo que se sumaron tres meses consecutivos de cifras a la alza en esta materia, de acuerdo con información presentada por la Secretaría de Seguridad Pública y Protección Ciudadana.

Por otra parte, el INEGI reportó que en 2021 más de 70% de las mujeres de 15 años en adelante han declarado haber sufrido algún tipo de violencia.  La violencia psicológica es la que presenta mayor prevalencia con 51%, seguida de la violencia sexual con 49%, la violencia física que asciende a 34% y la violencia económica o patrimonial que alcanza 27%.

La violencia es un problema complejo con múltiples causas y para atenderlo se requiere de un esfuerzo que va más allá del Estado y de las organizaciones sociales. 

En todos los países del mundo existe el fenómeno de la violencia de género, pero nuestro país se encuentra entre aquellos que presentan las cifras más alarmantes y esto se debe, en gran medida a la impunidad que es resultado de un sistema de impartición de justicia disfuncional.

Pero no toda la violencia en contra de las mujeres es contra su físico y llega al extremo del feminicidio, si bien es lo que más nos preocupa como sociedad y con justa razón. Ese 27% que reporta sufrir violencia económica o patrimonial está precisamente en el otro extremo de las prácticas violentas ya que suele ser invisibilizado y es posible que sea el punto de partida para el resto de las prácticas de abuso por concepto de género.

Lo que quiero decir con esto es que las mujeres que no gozan de independencia financiera y patrimonial tienen más posibilidades de sufrir otro tipo de abusos ya que con frecuencia se ven obligadas a aceptarlos al no tener alternativas económicas y tampoco cuentan con los recursos para defenderse legalmente.  

De modo que, no basta con tipificar y castigar los delitos de violencia de género sino que es preciso que desde diferentes ámbitos de la sociedad se adopten medidas para acabar con la inequidad que está en el centro de este problema.

De acuerdo con el más reciente reporte de brecha salarial de género realizado por el Instituto Mexicano para la Competitividad, dicha brecha en nuestro país es de 14%, es decir, por cada 100 pesos que percibe un hombre ocupado laboralmente, una mujer recibe 86 pesos.

Esto claramente responde a un patrón cultural del que las empresas y organizaciones deben tomar conciencia para corregir.  Y no solamente es que las mujeres reciban un salario menor por el mismo trabajo que los hombres, también tiene que ver con el hecho de que las mujeres suelen ser contratadas para puestos de más bajo nivel jerárquico y por lo tanto, con menor paga.  

Adicionalmente, las mujeres suelen ser las personas en las que recaen los cuidados de los hijos y los adultos mayores, lo que limita su capacidad para emplearse. Todas estas condiciones contribuyen a la desigualdad que estamos apuntando e influyen directa e indirectamente en la violencia de género.

La impunidad y la inequidad laboral son aspectos esenciales que contribuyen a la vulnerabilidad de las mujeres, pero igual de importante es la tolerancia que como sociedad tenemos a los micromachismos.

Hay muchísimos hombres que no son violentos, pero que ante bromas sexistas o micro agresiones hacia una mujer se quedan callados porque piensan que no sirve de nada confrontar al agresor. En eso se equivocan, cuando los agresores sean señalados y estigmatizados por su conducta, especialmente por los miembros de su propio género es cuando se verán obligados a cambiar. 

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