Triunfa la izquierda en Chile

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Con gran entusiasmo la izquierda mexicana recibió el triunfo de Gabriel Boric como presidente de Chile. Desde Palacio Nacional, Relaciones Exteriores, el partido gobernante y quienes lo apoyan lo celebraron casi como un éxito propio. Parecían decir: “ganó uno de los nuestros”.

Por su parte, desde sectores críticos al gobierno la noticia fue recibida con preocupación. Los mensajes sobre el peligro que ese joven político representa para la economía y la sociedad chilena se hicieron visibles en mensajes, redes sociales, entre otros.

Es interesante observarlo, porque nos demuestra una vez más lo poco que en México entendemos los procesos políticos de los demás países. La verdad es que si estuviéramos poniendo atención, ambos bandos políticos se darían cuenta que lo que Boric representa es profundamente distinto a lo que hace y ha hecho este gobierno.

Así que vale la pena que veamos algunas de esas diferencias, y al menos tengamos elementos para valorar al nuevo presidente de Chile en su justa dimensión.

Lo que vemos desde aquí es un jovencito de 35 años, que no está casado ni tiene hijos, y tiene tatuajes. Está aliado con los comunistas y con otros partidos pequeños de izquierda. Saltó a la política después de ser líder estudiantil en las amplias movilizaciones de 2011, cuando ganó notoriedad y logró ser diputado independiente. 

Pero hay mucho más que no vemos, y que marca su profunda diferencia con el gobierno de México. Una de las grandes diferencias es que es de los pocos líderes de izquierda del continente que han condenado sin temor las violaciones a los derechos humanos de gobiernos que le deberían ser afines. 

Apoyó las causas del pueblo cubano en sus protestas contra el régimen de ese país, al igual que criticó a Nicolás Maduro en Venezuela. Eso jamás sucedería en este gobierno. 

Otra diferencia abismal es el tema de las mujeres. Su agenda es profundamente feminista, elaborada por feministas, y busca integrar el concepto de igualdad en todos los terrenos de sus políticas públicas.

Busca ampliar sus derechos, prevenir la violencia que viven y darles mayores oportunidades. De hecho, parte central de su plan de reactivación económica es la integración plena de las mujeres al mundo laboral, algo que incluso los organismos económicos internacionales vienen recomendando desde hace años.

Eso va totalmente a contrapelo de nuestra administración, que ha minimizado a las mujeres, a las movilizaciones feministas. Acá, las acusan de conservadoras, de ser un invento neoliberal, de ser el enemigo. Y en la práctica, no se está legislando para avanzar con la agenda de género.

Otras diferencias tienen que ver con la diversidad sexual y las minorías étnicas. Hay toda una propuesta para garantizar los derechos y la libertad de estos sectores sociales. Hoy, en México, eso ni se discute. De lo único que el gobierno quiere hablar es de una consulta de revocación de mandato que solo le interesa a Palacio Nacional y a Morena.

Boric, como AMLO, es el resultado de un profundo descontento social en Chile. Si por muchos años ese país fue visto como un ejemplo de manejo económico, el estallido social de octubre de 2019 demostró la profunda desigualdad que se vive en allá. Un sistema que se veía bien desde lejos por dentro estaba engendrando pobreza, descontento y frustración

Como diputado fue crucial en negociar el llamado a una Convención Constituyente, dialogando con la derecha y la izquierda. Sin duda no fue la única persona relevante en el proceso, pero contribuyó de forma determinante.

Otra diferencia fundamental es esta: no es populista. No busca con desesperación el amor del pueblo, ni promete cualquier cosa. Busca cambios graduales para hacer de Chile un país menos desigual, sin dejar de fomentar el crecimiento económico

Es moderado al punto que desde su propio sector ya lo critican por ello. Y no hay que olvidar que la otra opción, José Antonio Kast, se presentó como el heredero político y económico de Pinochet: profundamente conservador, sus propuestas apuntaban hacia un país sin derechos para las mujeres, las minorías, y los más vulnerables.

Un último detalle es este: Boric tendrá que negociar. No cuenta con mayoría en el Congreso, por lo que tendrá que hablar con muchos partidos, muy diferentes, para hacer sus cambios. Eso obliga al diálogo y entendimiento, algo que en Chile hace muchísima falta.

Así que ni unos deberían estar celebrando ni otros estar en pánico. Lo que viene para Chile tendrá mil desafíos y veremos si los logran sortear. 

Pero al final será un país más democrático. 

Justo lo contrario a lo que pasa en México.

Más del autor: El problema policíaco

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