Gaslighting social: cómo el gobierno manipula a la ciudadanía

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Te mienten. Te dan datos falsos. Te hacen creer cosas que no son. Y cuando dudas, es porque estás loca o loco; eres una persona paranoica o estás siendo manipulada por alguien más. No importa cuán obvio sea el engaño, la culpa es tuya. ¿Suena familiar? 

Esto es lo que llamamos gaslighting, o luz de gas. Y se refiere a un fenómeno muy común, lamentablemente, en muchas relaciones: un abusador, con frecuencia el hombre, hace creer a la mujer que lo que percibe es por locura, celos o algún delirio. Pero no solo sucede dentro de las parejas: le puede pasar a un país entero. Y eso es lo que estamos viviendo.

Antes de explicar por qué vivimos en el gaslighting y qué podemos hacer al respecto, vale la pena recordar de dónde viene el término. Gas light es una obra de teatro que se estrenó en 1938, escrita por el británico Patrick Hamilton. En su momento resonó en el público porque atendía un tema que era demasiado familiar para las personas: estar con alguien que siempre te hace sentir que estás alucinando

En la obra, la protagonista llamada Bella, es sistemáticamente engañada por su marido, haciéndole pensar que está loca, que ha perdido la memoria o que ve cosas, todo con el fin de ocultar el hecho de que él es un criminal.

Ubicada en 1880, la obra recurre al efecto de la luz de gas, que el marido baja o sube para hacer que Bella sienta que está viendo cosas. Pero la verdad es que su marido está ocultando que asesinó a su vecina y que está buscando las joyas que escondió antes de morir. Así, le hace creer que los ruidos que escucha por las noches son parte de su delirio, cuando en realidad es el delincuente buscando su botín. 

Bella pide ayuda. Nadie le hace caso. Es vista, gracias a su marido, como una loca más, una celosa que duda de él. Hasta que aparece algo crucial en cualquier narrativa: el aliado. Un detective es el único que le cree a Bella, y la ayuda a desenmascarar a su mentiroso marido.

Y créanme, ella se venga.

A partir de esa obra de teatro, el término gaslighting se volvió popular entre los psicólogos para definir algo muy particular: un patrón de abuso emocional en que la víctima es manipulada para que llegue a dudar de su propia percepción, juicio o memoria. Esto hace que la persona se sienta ansiosa, confusa o incluso depresiva. 

Pasa en las parejas, pero pasa también en los grupos sociales. Y hoy, México entero es justo víctima de eso, una masiva acción de gaslighting contra la población. ¿Cómo? Muy sencillo: todos los días, desde el Palacio Presidencial, se nos dice lo mismo: si criticas al presidente o a la llamada “cuarta transformación”, estás siendo parte de un gigantesco complot. Creéme a mí, nos dice el mandatario, porque todo aquel que me cuestione, sea quien sea, es un mentiroso. “Somos distintos” es como el “no soy como tu ex” en versión gobierno.

El ejemplo más fresco que tenemos ahora es el del poder judicial. El Honorable Congreso de la Unión mostró toda la obediencia al Ejecutivo que habríamos esperado, aprobando sin cambiar ni una coma a la reforma eléctrica que prepararon Manuel Bartlett y el presidente López Obrador

Como se esperaba, y se había anunciado, de inmediato cayeron los juicios de amparo para frenarla, y en un caso más de “no le creas a nadie más que a mí” el presidente descalificó de forma personal al juez.

Este método de gobernanza es una forma constante de manipulación, un gaslighting social en el que todo lo que percibimos que está mal es un error nuestro. No hay corrupción, nos aseguran, aunque la vivamos constantemente; necesitamos Dos Bocas, aunque no entendamos por qué; las feministas son conservadoras disfrazadas; ejemplos sobran.

Como en cualquier relación abusiva, el primer paso para romperlas es reconocer que existe. Eso suena sencillo, pero es más difícil de lo que parece. La sociedad sabe que los gobiernos anteriores fallaron profundamente, pero ahora tiene que admitirse a sí misma que este no está cumpliendo con su más grande promesa: el bienestar social con justicia.

Una vez reconocido el problema, viene enfrentarlo. Esto demandará mucho valor por parte nuestra, haciéndonos responsables de exigir que se cumplan las promesas, que se respeten los poderes y las instituciones, y se rompa la espiral de mentiras.

Ese es nuestro derecho, pero es también nuestra obligación. El futuro nos lo demandará.

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